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De Wansee a Madrid,
o la negación del otro

por Héctor Valle

En un atentado que, a esta altura de los acontecimientos –domingo 14 de marzo  2004- parece indicar se trata de una operación del fundamentalismo islámico, más de doscientos seres humanos han perdido la vida, y otros mil cuatrocientos se encuentran heridos, a resultas de la masacre perpetrada en distintos puntos de estaciones de ferrocarriles de la capital de España. 

El sábado a la noche se daba a conocer el texto del mensaje de Al Qaeda dando cuenta de su responsabilidad primera en la masacre llamada del 11M. Este es, pues, su contenido: 

"Declaramos nuestra responsabilidad de lo que ha ocurrido en Madrid, justo dos años y medio después de los atentados de Nueva York y Washington.
Es una respuesta a vuestra colaboración con los criminales Bush y sus aliados.
Esto es como respuesta a los crímenes que habéis causado en el mundo y en concreto en Irak y en Afganistán y habrá más si Dios quiere.
Vosotros queréis la vida y nosotros queremos la muerte, lo que da un ejemplo de lo que dijo el profeta Mahoma, si no paráis vuestras injusticias la sangre irá más a más y estos atentados son muy poco con lo que podrá ocurrir con lo que llamáis el terrorismo.
Esto es un aviso del portavoz militar de Al Qaeda en Europa".

ABU DUJAN AL AFGANI
A partir de la tarde del sábado, una cadena de revelaciones y reacciones comenzó a darse en España a través de los medios de comunicación: 

La “CADENASER”, medio ibérico de comunicación, informaba que el CNI (Centro Nacional de Inteligencia español) había alertado a la OTAN sobre posibles atentados del terrorismo islámico, especialmente en España, en una reunión que no se hizo pública y que tuvo lugar a mediados del año 2003. 

A su vez, el diario catalán El Periódico, cargaba las tintas contra el Ministro del Interior español, y por extensión a la cabeza del Ejecutivo, por el manejo del flujo de información sobre los hechos luctuosos, a resultas de las elecciones que en esta jornada se llevan a cabo con una masiva participación en el territorio español. La ciudadanía española, vale destacarlo, está dando un ejemplo al mundo y un mentís a la barbarie pues no solo está votando, más y más temprano también, que en la última elección nacional, sino que, además y por sobre todo, ha asumido su condición, esto es, cada ciudadana y ciudadano, ha visto cómo la asunción de la propia manifestación de voluntad puede y debe ser accionada en defensa de los valores más caros al humanismo, por vía de la presencia en lo público, de manera comprometida y madura como la hemos visto en estos días. 

Ahora bien, en cuanto al ajuste temprano de cuentas entre Gobierno y medios de comunicación, la CADENASER acusó al hasta hoy Jefe del Ejecutivo español, José María Aznar, de haber manipulado la información bien como presionado directa e indirectamente a medios de comunicación a través de sus dueños o encargados para que no fluyera la información sobre la pista islámica y en su lugar siguiera la versión oficial –que daría resultados electorales favorables al partido de gobierno PP- de achacarle las culpas a la ETA, esa otra entelequia que existe en la mente deformada y hueca de una banda de asesinos. 

Abad Quijada, Eva Belén
Tal el nombre de la primera persona–en orden alfabético- en la lista de fallecidos por efectos de la barbarie. A Eva, le siguen, por ahora, otros doscientos nombres, pero el de ella, el de la Señora Eva Belén Abad Quijada, como el segundo, el Señor Óscar Abril Alegre, y así, una por una, todas las víctimas son, tristemente, los verdaderos protagonistas de esta hora aciaga. 

Dice el miserable comunicado, en un supuesto alarde de fortaleza, que ellos quieren la muerte en tanto nosotros queremos la vida. Y a partir de tal decir pareciera que debiéramos sumirnos en el mayor terror. Pues no. Porque no es cierto y no tendrá destino ningún escape que pretenda adoptarse ante los mercaderes de la muerte, estos pretendidos clérigos de una religión que ni siquiera saben llevar en su corazón al estar este vacío de vida, por carecer de ese testigo interior y primero del ser humano: la conciencia moral y su consecuencia ante el equivocado obrar: el remordimiento. 

Ciertamente estas bestias que gimen en la oscuridad fueron, a su tiempo, utilizadas, adoctrinadas y entrenadas por supuestos hombres sabios –y occidentales- para enfrentarlas a la facción opuesta a estos y luego de obtener lo esperado, las abandonaron a su suerte sin “desactivarlas”, dejando tras de sí, oh necios funcionarios que nunca debieron rendir cuentas a su pueblo, dejando a estos grupúsculos armados, organizados, pertrechados y con el conocimiento adecuado para dar rienda suelta a su insana aversión al otro, al diferente. 

Nada pretexta ni nada amortigua la culpa de estos cretinos asesinos pero siempre conviene tener en cuenta la circunstancia en que se dieron cita y cómo fueron –y los dejaron- creciendo en poder mortífero, valiéndose de su civilización, de la cultura del Islam que nada dice de estas atrocidades por más que, como occidentales podamos no entender del todo, el comportamiento común y ajustado al Corán de sus adeptos. Por el contrario, aquellos parias lo único que logran es exacerbar la posibilidad de enfrentamientos religiosos a partir de la supuesta asunción de una de las banderas para oponerlas al otro. 

La modernidad tuvo como final, a mi entender y así lo remarco toda vez que puedo, la apertura del portón principal del complejo llamado Auschwitz. El horror que, masivamente, comenzara allí a aplicarse fue, a su vez, pensado, puntual, específica y corporativamente, allá por el mes de enero del año de 1942 en la macabramente celebra Conferencia de Wansee, llevada a cabo, obviamente, por las autoridades nazis. 

La Conferencia de Wansee, para los que aun gustan de decir que nada pasó, determinó, a título expreso, las vías de acción, en su teorización e implementación, en busca de la solución final a la cuestión judía. 

El terrorismo es la hez del hombre contemporáneo y merece nuestra radical condena. Pero todo tipo de terrorismo, sea el de parias como estos que hoy creen festejar como el del Estado cuando, por vía de una dictadura, como por vía de la manipulación de la información, sea en la no divulgación de datos como en el ejercicio directo y bochornoso de querer amedrentar a los medios de comunicación que se atreven a tener voz propia, todo terrorismo, repito, merece nuestra condena, al menos mi condena, que soy una persona singular y conviene en estas instancias, sobre todo, hablar en primera persona del singular. 

Porque es tiempo de asumir responsabilidades.
Porque la hora no dice de remilgos ni medias tintas y porque Gregorio siempre se dirá Gregorio y no gre – gre. 

Cada ciudadano tiene para si y junto a los otros, la responsabilidad de velar por la defensa de los valores más preciados de la democracia, la libertad en derechos pero también el deber de asumir sus obligaciones. Cada uno de nosotros en nuestra esfera de acción, tanto en lo particular como en lo público. 

 Decía la filósofa judío-alemana Hannah Arendt, en la tercera parte de su obra “Los orígenes del totalitarismo” que el terror, como ejecución de una ley de un movimiento cuyo objetivo último no es el bienestar de los hombres o el interés de un solo hombre, sino la fabricación de la Humanidad, elimina a los individuos a favor de la especie, sacrifica a las “partes” a favor del “todo”. La fuerza supranatural de la Naturaleza, alega Arendt, o de la Historia tiene su propio comienzo y su propio final, de forma tal que sólo puede ser obstaculizada por el nuevo comienzo y el final individual que constituyen en realidad la vida de cada individuo. 

Porque el hombre singular, como la mujer singular, sorprende. Siempre puede y termina sorprendiendo. Aun en el reino, o pretendido reino, del terror, de lo gris, de una humanidad que, aparentemente va camino a la cosificación más grotesca por vía de la aparente renuncia a su condición humana. Aun así, el ser humano tiene la capacidad de sorprender y nosotros, yo y usted, debemos ejercer, por vía de una reflexión moral que vertebre nuestros pasos, debemos, digo, dar pasos en nuestro cotidiano vivir que digan relación a una identidad no masificada, no seriada sino consustanciada, en civilidad y en comunidad, con la importancia y trascendencia que el otro, el diferente, el excluido, como el desconocido tiene en nuestra vida y en la vida misma de nuestra especie. 

Ni Wansee está en un libro, ni Madrid queda allá. No. Todo ello nos comprende y lleva a la asunción de nuestra responsabilidad primera y humana, indelegable e irrenunciable. 

Hay quien dice que no fue del todo bien traducido aquel pasaje bíblico que dice “Ama a tu prójimo como a ti mismo” sino que, en realidad, significa: “Ama a tu prójimo, él es como tú. Y precepto es, ante todo, un precepto moral que religioso, hace, digo, a la esencia del hombre, más que al sentido de trascendencia del hombre interpretado a través de una lectura. 

Esto es, como dijera el filósofo Max Horkheimer, sé que soy un ser finito, sé que habré de morir y lo acepto, tanto como sé que las injusticias de hoy permanecen sin castigo y lloramos amargamente la injusticia perpetrada tanto en las víctimas como, por el momento, en la no sustanciación de la Justicia. Pero siempre, creo yo, estará en nuestro espíritu y en nuestro corazón el anhelo de Justicia que nos sucederá, que permanecerá en la conciencia del hombre cuando yo, como ser humano finito, repito, haya partido. 

Este anhelo de Justicia está hoy más que nunca presente en nuestro ánimo, sea por aquellas víctimas que, allende el océano, aguardan su momento de verdad, sea por todos los excluidos que, a veces y en este Occidente pretendidamente civilizado, son considerados meras distorsiones del mercado y, por vía de un telegrama o un nombre colocado en un diario local, se los borra, se les quita, su ocupación, su empleo, sin otra mediación que la tosquedad nacida de la misma negación del otro que tuvo aquel paria en una estación de Madrid porque, seamos claros, negar al otro es, ya y de por sí, un acto de inhumanidad. 

Estará en mí como en usted y en aquel, en todos y en cada uno, el saber ser desde un deber ser, ético y moral que nos comprenda y nos congregue a todos, en comunidad, en libertad, en derechos y en obligaciones, inclusive a aquel paria como a este funcionario, porque ellos también son el otro.

hectorvalle@adinet.com.uy

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