El día después de
la renuncia de Lacalle

Por Raúl Legnani*
urumex80@gmail.com

Este sábado, en menos de dos minutos, el doctor Luis Alberto Lacalle dejó la presidencia del Directorio del Partido Nacional
y aseguró que no volverá a presentarse a una candidatura presidencial. A la vez alertó a sus correligionarios que se mantendrá activo desde el Senado de la República.

"Creo que el proceso de reformas profundas que iniciamos debe ser conducido por correligionarios más jóvenes que verán sus resultados plasmados en realidad", añadió, al explicar su renuncia ante la Convención.

Hace ya un tiempo el doctor Lacalle había hecho, el 15 de enero de 2011, un anuncio similar pero no tan categórico. “Mediante la presente comunico a ustedes que en las actuales circunstancias he resuelto no comparecer como precandidato del Herrerismo en las elecciones internas del Partido Nacional a celebrarse en 2009”, dijo en una carta. Donde lo más importante era que explicitaba su renuncia al condicionarla por “las actuales circunstancias”, lo que relativizaba el contenido del texto. La vida, el tiempo y las circunstancias dijeron que el ya veterano combatiente del nacionalismo daba una nueva batalla por la presidencia de la República y por eso salió a competir con José Mujica, sin suerte.

Solo el tiempo, la vida y las circunstancias dirán si su renuncia se mantiene. Pero todo indica que será así. Por eso con esta renuncia inesperada, se abre un nuevo capítulo en el Partido Nacional y en el Herrerismo, donde no aparecen relevos claros.

El doctor Lacalle supo construir en pocos años un sector como el Herrerismo, siempre dentro del Partido Nacional, que fue de los más fuertes del sistema político uruguayo, con gente disciplinada, joven para lo que es la política nacional, con un solo discurso, incluso en los momentos más difíciles del gobierno lacallista y años posteriores, que con muchas dificultades supo sortear lo que ellos llamaron “la embestida baguala”.

Durante su gobierno no dudó un instante en aplicar las políticas neoliberales, siempre sin pedir permiso. Su mayor error fue confiar en el Partido Colorado en el momento de establecer la privatización de Antel, donde Julio María Sanguinetti terminó siendo aliado del Frente Amplio cuando hubo que derogar la ley privatizadora mediante un plebiscito.

Ese error, quizás cometido porque el líder blanco no entendió que en Uruguay hay una cultura batllista a favor del Estado, lo fue desgastando sistemáticamente, a pesar de ser un líder político fuerte, inteligente, pícaro para el debate, con sentido de oportunidad para lanzar sus mensajes.

Por todo esto el retiro de Lacalle no es solo el paso al costado de una aspiración política, sino que es la culminación de la derrota del neoliberalismo en tierras orientales. Es la segunda derrota de esta concepción de la política y de la vida, porque la primera y por cierto más dramática fue la del doctor Jorge Batlle, aunque haya sido menos ortodoxo que el propio Lacalle.

Ante esta realidad parece muy complejo que desde dentro del Herrerismo pueda surgir una figura, en los próximos tres años, que herede el liderazgo de Lacalle, con una nueva propuesta política que lo aleje del estigma del neoliberalismo. Es que todos los que están en las gateras - no son muchos - están ante el imaginario de la ciudadanía impregnados de esa propuesta conservadora que ha abortado en la mayoría de los países de América del Sur.

Lacalle en su renuncia dice apostar a los jóvenes de su partido, a quienes les abrió las puertas en los meses previos a las elecciones nacionales. Fue cuando promovió la creación de la Juventud del Partido Nacional, que mediante elecciones designó 300 congresales. Esa experiencia que provocó un susto tremendo en el Frente Amplio, al poco andar se fue agotando e incluso en los días previos a la segunda vuelta fueron superadas por las redes frenteamplistas en materia de militancia y hasta de alegría.

Ahora el ex presidente de la República, que sabe de lo que es ser joven en política, convoca a las nuevas generaciones nacionalistas a que asuman el poder partidario, pero no tiene la seguridad (o no tendría que tenerlo) de que sea el Herrerismo el que pueda conducir todo ese fenómeno de relevo generacional, que no nace desde el pie aunque pueda ser protagónico en las próximas elecciones nacionales.

Hoy es posible aventurar que el Partido Nacional va por caminos similares al del Partido Colorado, que se reconformó en base a nuevos liderazgos y agrupamientos internos. Con una característica muy distinta: la derecha se atrincheró detrás de Pedro Bordaberry y no va a pasar eso con cualquiera de los posibles pre candidatos blancos. Es que en el Partido Nacional no hay una derecha comprometida con la dictadura, aunque sí hay conservadores y esto tendría que tenerlo en cuenta el Frente Amplio a la hora de pensar sus políticas hacia el centro ideológico de la ciudadanía.

No va a ser sencillo para los nuevos dirigentes del Herrerismo, navegar sin el liderazgo de la candidatura de Lacalle. Lo más seguro es que hayan desprendimientos hacia otros sectores nacionalistas, para construir nuevas relaciones de poder interno. El tiempo dirá si tenemos razón o no, pero los líderes en cualquier conformación política moderna se han trasformado en elementos sustanciales y decisorios a la hora de ganar la conducción de los partidos. Y el Herrerismo se quedó sin el líder. Lo que no es poca cosa.

* Publicada el lunes 12 de junio en La República de Uruguay

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