Jaime Roos en Buenos Aires
La integración pasa
también, por lo CULTURAL

Por Cristina Iriarte*

El Centro Cultural “Padre Mugica” de Banfield y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), ubicada en la zona sur del Gran Buenos Aires, vienen desarrollando - desde hace años - actividades en conjunto referidas al ámbito académico, social y cultural. Siempre con la mirada puesta en la comunidad. En este marco, el sábado 20 de agosto se presentó el músico uruguayo Jaime Roos, invitado por el vice-gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, quien acaba de sumar 10 nuevas “Casas Compañeras” en el partido de Lomas de Zamora, al proyecto nacional impulsado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

En un diálogo mantenido con el periódico regional “InfoRegión”, editado por el Laboratorio de Medios de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, el decano de la misma, Santiago Aragón, expresó: “Estamos orgullosos de recibir a este referente de la música popular rioplatense. Para la Facultad es muy importante organizar un evento de esta magnitud. Este es un ejemplo más de las actividades culturales que organizamos en conjunto con el Centro Cultural “Padre Mugica”, con el objetivo de establecer un puente entre esta institución y la comunidad de la región. Esperamos una amplia concurrencia. Esto es una fiesta para nosotros”.

El recital debió llevarse a cabo en una carpa gigantesca en la explanada de la Facultad para poder albergar a más de 300 almas (muchísimas uruguayas), ávidas de escuchar a estos embajadores culturales, que transformaron una noche gélida en una fiesta de murga, candombe y “uruguayeces”, que lograron abrigarnos e hicieron que se nos “piantara” algún que otro lagrimón.

A continuación, transcribimos las reflexiones de Jaime Roos luego del recital, frente a una improvisada conferencia de prensa brindada a un grupo de estudiantes de periodismo y a periodistas que nos acercamos hasta una de las aulas de la Facultad de Ciencias Sociales.

- ¿Cuál es tu primera impresión de lo que fue el recital y como viste el calor del público de la región?

- Bueno, son ustedes los que tienen que hablar de eso. Yo, desde el escenario, tengo como ideología - que es compartida con toda la banda - “tocar a matar, siempre”. Esta es una frase de Oscar Peterson: “para subirse al escenario hay que subirse a matar”. Si no, te quedás en tu casa, producís discos, yo que sé. Entonces, para nosotros, cualquier concierto es muy importante. Y hay muchas variables que inciden en que salga bien o no. En que el partido se gane, se pierda o se empate. Una de ellas es la acústica; otra de ellas es la temperatura. (si hace mucho frío la gente no puede escuchar música. No es el caso de hoy, eh?); la calidad del público; la actitud de la orquesta. Bueno, hoy yo creo que fue un concierto, para nosotros, yo diría “9 puntos”. O sea, un excelente público, que estaba - notoriamente - muy compenetrado con la música. El sonido, que en la prueba de sonido estuvo un poquito complicado, nuestro ingeniero de sonido - el “Mono” Reyes, que es un capo - lo acomodó y tocamos muy cómodos. Y ya desde la segunda canción, con el calor del público, logramos la cohesión de la banda. Porque una banda no se trata de tipos que cada uno toca su parte y nadie se equivoca. No. Una banda tiene que tener cohesión, como un equipo de fútbol. Tiene que estar funcionando y la pelota tiene que estar girando y tiene que haber mucha alegría y tiene que haber mucha “garra”. Y, al mismo tiempo, no puede haber descontrol.

En síntesis: estamos muy felices de haber tocado acá. Muy buen lugar, muy buen sonido, un público excelente y, además, nosotros estamos muy felices de hacer música. Yo no sé si ustedes se dieron cuenta desde abajo del escenario, pero para nosotros es muy importante divertirnos. Ustedes no escuchan las cosas que nos decimos mientras tocamos (risas), pero yo había estado en Lomas un par de veces en el teatro (y creo que estuve también en otro lugar por acá cercano, aunque son 21 años tocando por estos lugares y a veces uno se olvida). Del teatro sí me acuerdo que estuve dos veces. Ahora, en esta ocasión, creo que es en la que logramos una mejor comunicación con la gente. Es curioso, ¿no? Luego de tanto tiempo. Y, aparte, siempre es lindo ver la mezcla intergeneracional. De repente vi gente muy joven que sabía las letras. Le hice una al público - de gusto se la hice - en “Piropo”, que dice: “lo más blanco que hay es la primera vez que vi nieve” y “lo más negro que hay es un carro fúnebre, cuando llueve”. Esa, generalmente, la gente la conoce. Pero dije: “lo más lejos que hay…” y le dije al público: “¿qué?”. Y mucha gente me dijo: “es el fondo del mar”. Entonces me dije: “¡Ah la pucha, se la saben!”. Y para un artista, que conozcan sus canciones, es muy importante. No tanto en un disco. Porque en un disco, de lo que se trata, es que no las conozcan, sino que las descubran. Pero cuando uno toca en un concierto en vivo, las reglas se invierten: es muy importante que la gente las conozca para poder disfrutarlas mejor, puesto que si no, se quedan por fuera.

Yo soy un enorme admirador, fanático, de “Chico” Buarque. Y yo necesito cuatro o cinco veces para terminar de entender una canción de “Chico” y empezar a disfrutarla, de verdad, cuando escucho un disco. Ahora, si uno va a un concierto a escuchar canciones que nunca oyó, bueno, pueden ser canciones instrumentales, muy sencillas con muchos solos. Si es jazz, uno puede llegar a disfrutarlo. Ahora, si son canciones que tienen letra, que tienen arreglos, que tienen una serie de carriles paralelos, está bien conocerlas, aunque sea un poquito. Tampoco hay que conocerlas demasiado porque, si no, es un “embole”, ¿no?

Este show que nos pidieron es el show que nosotros hacemos, el “clásico”. Porque también tenemos otro tipo de shows. Incluso, como lo dije en el escenario, hay uno que se llama “Hermano te estoy hablando”, que es el anti-show, con el que - increíblemente - nos fue muy bien (risas). Son canciones que nunca se pasaron por la radio. Pero estas que hicimos, en su gran mayoría, son canciones conocidas. Y pudimos ver que la gente las vivió, las disfrutó, las bailó, las cantó. Entonces bueno, ¡a ver cuando volvemos a Lomas de Zamora!

- ¿Estás trabajando en algún material o disco nuevo?
- No. Porque hace nueve meses que me encerré a hacer la película sobre el Mundial de Sudáfrica de la Selección Uruguaya, con quien hice el Mundial. Me fui antes de que empezara. Me fui con ellos y volví con ellos. Y la terminé anteayer. Entonces, todo lo que viene a ser mi creación - que fue muy compleja, complejísima - la dediqué a esta película, que va a salir en octubre y que se va a estrenar también acá. No es solamente una película de fútbol. No es una película periodística, como se hace habitualmente, donde se muestran los partidos, los goles, etc. No. Es el Mundial visto por dentro y desde todos los ángulos: desde la propia Sudáfrica, los periodistas, los hinchas, los mozos, los choferes, los jugadores, los técnicos, los partidos, los jueces. Todo. Tenemos todo filmado. Y muchas de ellas son filmaciones exclusivas. Y, además, está descrito en forma de historia. Es casi una “comedia”. Es muy cómica la película, porque pasan cosas muy cómicas todo el tiempo. Pero al mismo tiempo, es dramática.

Entonces, he tenido un proceso creativo muy estresante que - como todo proceso creativo - es duro. Porque uno se regocija profundamente cuando consigue algo que considera bello y, de repente, uno se frustra enormemente cuando no logra salir del “atolladero”. Por lo tanto el disco que pensaba hacer en este período se postergó para después del estreno de la película, que es en octubre o noviembre. Y, en diciembre, me voy a mi casa en el mar para empezar a aflojar y redondear una serie de canciones que ya tengo comenzadas. Porque uno, inevitablemente, siempre agarra el grabador. Como cuando hice “Fuera de Ambiente”, que eran todas como plantitas que estaban creciendo en macetas y, en dos meses, se terminó de componer el disco. No sé que va a pasar con este, pero sí se que voy a trabajar en el material del nuevo álbum a partir del verano, luego del estreno de la película.

La película, para mi, les quiero contar que no es un divertimento. Es una película en serio. Aparte, trabajé con un co-editor y un co-guionista (cineasta recibida en la Escuela de Cine, productora ejecutiva también recibida de la Escuela de Cine). O sea, me rodeé de gente que sabe hacer cosas que yo no sé, además de que yo sé una cantidad de cosas de cine. ¡Aunque les parezca mentira! Pero las sé. Algún día verán la película y recordarán esta conversación y dirán: “era un chanta” o “tenía razón”.

- ¿Cuál es el título de la película?
- “Tres Millones”.

- ¿Hasta cuándo se queda en la Argentina?
- Ahora me voy a Entre Ríos a descansar. Puesto que, como terminé la película hace dos días, estuve nueve meses sin parar ni una sola semana. No tuve ni una semana de vacaciones. Entonces me voy a descansar un par de semanas, afuera. Pero bueno, es en el campo, en Entre Ríos. Podría ser en el campo en Uruguay. Pero bueno, voy a estar en la Argentina.

- ¿Cómo hiciste para captar esa “uruguayez”, de la forma que lo has hecho que transversaliza a todas las generaciones y a todas las clases sociales?
- No hay forma, no hay forma. Sí hay una base, que yo me la aprendí antes de hacer mi tercer disco, en el año 79 y que consistía en lo siguiente: nosotros estamos hablando todos en un mismo idioma. Ahora, si acá hay un niño de 12 años o un anciano de 90, van a comprender ese idioma. ¿Cómo hacer para tener un mismo idioma en la música? Porque la música está diversificada a través de distintos lenguajes. De repente el veterano que está escuchando a Troilo y a Gardel y de repente gente de nuestra edad con Serrat o con los Beatles o con, no importa qué; y de repente el “metalero”, con no se cuánto. Y son todos “compartimentos estancos” o sectores aislados, donde cada persona tiene su mundo musical que no lo puede compartir con su padre, o con su madre o con su hijo. Son idiomas distintos. Entonces me dije: “yo quiero crear un idioma en la música uruguaya en donde, de la misma manera en que cuando hablamos todos nos entendemos, que en la música, cuando hablemos todos, nos entendamos”. Y era un problema difícil de resolver.

- Te diré que lo lograste ampliamente.
- Sí, creo haberlo logrado a partir de mi tercer álbum, “Aquello”, con algunas canciones. Y luego, a lo largo de los años, se fueron sumando canciones. No todas, eh. ¡Ojo! Porque mirá que en todos los discos hay canciones que, de repente, no pueden ser comprendidas por determinada gente. Hay canciones que parece que estuvieran habladas en ruso. Mis canciones, las de algunos discos. Pero hay una columna vertebral de temas a lo largo de los años en las que veo que un niño de 3 años se pone a bailar y a cantarla. Y me digo: “¿qué le pasa a este nene?”. Y de pronto veo que el abuelo se la enseña. Eso no me pasaba a mi en mi generación, donde cada uno escuchaba distintos tipos de música. Bueno, eso es lo que te estaba diciendo. Ahora, hubo un esfuerzo conciente, premeditado, para lograr ese idioma. Este es un proceso intelectual pero, al mismo tiempo, hubo un proceso espontáneo, instintivo, en buscar esa música que me representara a mi, a mi barrio, a mi gente y que, al mismo tiempo, pudiera reflejarme a mí como mi generación, mi filosofía, sin traicionarme, sin hacer “marketing”, sin querer hacer algo para que le guste a todo el mundo y así todos quedamos felices. Nunca hubo “marketing”, fue espontáneo. Pero sí estaba la idea de decir: “pero ¿cómo puede ser que no podamos cantar algo en que todos podamos hablar el mismo idioma?

- Yo te felicito, porque lograste mancomunar, a la vez, distintas generaciones y a todas las clases sociales, que es más difícil aún.
- De eso se trataba. Porque fue doble, ¿no? Eso es algo que hicieron los Beatles. Y no me estoy comparando, no es mi intención. Salvando todas las distancias, había un slogan en los años 64 o 65 que, hablando de los Beatles, decía: “su audiencia es de 3 a 90 años”. Ahora, en el caso mío, también fue muy importante transversalizar las clases sociales y que una persona que trabaja de albañil y que vive en un barrio humilde del suburbio, pueda regocijarse de la misma forma que un ingeniero que vive en un barrio rico de la ciudad, exactamente con la misma canción. Para mí, eso es llegar a la “esencia”. Y también hay que tener un poquito de suerte. Suerte no para encontrar las cosas, sino suerte porque uno puede llegar a eso, porque puede manejar esas armas. Y, también, hay mucho estudio atrás. Mirá que yo no paré de escuchar música con mi madre, que tenía la radio encendida (puesto que en mi casa no había televisor) las 24 hs. del día. Mi padre era músico, mi tío era músico y mi abuelo también. Y era una paleta musical que iba desde los boleros de “Los Panchos” hasta la orquesta de “Duke Ellington” haciendo jazz. Y, además, tuve la suerte de haber nacido en un barrio con música propia, como es el Barrio Sur. Yo crecí con el tambor y el candombe. Y crecí con la murga, puesto que en mi cuadra había un tablado y, durante un mes y medio por año, yo veía cinco murgas por día.

- Eso es algo que había que reflotar, los tablados de barrio.
- Va a ser muy difícil. Eran tablados de tablones. ¿Te acordás?

- ¿Cómo vivís, en este nuevo mileno, los cambios políticos latinoamericanos? Desde el triunfo del Frente Amplio en Uruguay - luego de 170 años de hegemonía de los partidos tradicionales - hasta Evo Morales, Cristina y otros.
- Bueno, son cosas distintas. Pero el triunfo del Frente Amplio, ¡ojo!, no es después de 170 años de hegemonía. El triunfo del Frente Amplio es desde que se funda, en el año 70. Anteriormente, la izquierda era el Partido Colorado - increíblemente - los “Comunistas Chapa 15”. Y después se convirtieron en “fascistas” (risas) y terminaron en una dictadura. Pero el triunfo del Frente Amplio en el Uruguay era absolutamente necesario. ¡Ojo que ya lleva 7 años, eh! Si en 2005 no hubiera ganado el Frente Amplio, yo creo que el país se hubiera hundido moralmente, porque no daba pa’más.

Con respecto a la política de los países latinoamericanos, no opino, puesto que me parece un atrevimiento. Opino de mi país y lo hago en términos generales, puesto que tampoco me gusta hablar de política partidaria. Lo que si es notorio - absolutamente notorio - es que ha habido un avance de las ideas progresistas y de la justicia social. Ahora, yo no comparo a una Michele Bachelet con Chávez. No lo quiero comparar, porque no me corresponde. Porque son distintos, no es lo mismo. Como tampoco comparo a un Lula con un Correa. Pero al margen de las personalidades, o de los personalismos, o de los estilos, es notorio que se ha dado un gran paso adelante en América Latina. Con sus traspiés, con sus contradicciones, con sus torpezas, pero también con sus grandes virtudes.

En el caso nuestro, de Argentina y Uruguay, ¡por suerte!, la relación entre Mujica y Cristina ha hecho que las cosas estén mejor que nunca en los últimos años. Parecería que yo lo considero muy por fuera del asunto. Pero sucede que son países muy parecidos, países demasiado hermanos, son como de la familia. Porque hay otros países fronterizos que son diferentes entre sí, pero igual son latinoamericanos. Pero nosotros somos - como ya lo he dicho en otras oportunidades - rama del mismo árbol, somos de la parentela. Mi abuela nació en Buenos Aires, tengo un tío que nació en Buenos Aires. ¿Qué querés que te diga? Y la mayoría de la gente que conozco. Y más después del exilio, donde hubo tantos uruguayos que se vinieron para acá. Incluso con el exilio económico, se dieron muchos casos de uruguayos que se casaron con argentinas, uruguayas que se casaron con argentinos y tienen hijos que van de acá para allá. ¡Por suerte! ¿No? Y, además, los adelantos técnicos hicieron que fuera muy fácil viajar de un país a otro. ¡Hay dos millones de argentinos que van al Uruguay por año! ¡Eso es una barbaridad! Uruguay tiene tres millones de habitantes. Antes, cuando jugaba Brasil y Argentina, el 90% de los uruguayos hinchaban por Brasil. Las estadísticas dicen que hoy, cuando juega Argentina y Brasil, el 60% de los uruguayos hinchan por Argentina. Es un pequeño cambio, ¿no? Porque los uruguayos empezaron a conocer a los argentinos y los argentinos a los uruguayos. Y no solamente las clases altas - que eran las que iban antes - si no las clases medias. Y no hay nada mejor que conocerse. Y encima, si somos iguales, somos distintos en pequeñas cosas: ustedes dicen la “pava” y nosotros decimos la “caldera”.

Como última cosa - y me voy - les quiero decir que yo estuve en el exilio y que en el exilio nos juntábamos. No cualquier latinoamericano con cualquiera. Siempre había alguien que traía a un amigo colombiano o chileno. Pero en realidad, los que nos juntábamos, éramos los uruguayos con los argentinos. Los domingos nos hacíamos unos ravioles; los argentinos nos hacían escuchar a Mercedes Sosa, al dúo Salteño, al “Cuchi” Leguizamón. Y nosotros les hacíamos escuchar a Zitarrosa, a Eduardo Mateo, a Ruben Rada. Nos cambiábamos los libros. Los uruguayos y los argentinos se buscaban. Siempre. Y esto se daba porque existe una enorme similitud sensible. Entonces acá no se trata de hacer romanticismos y decir: “¡Ay, qué parecidos que somos, qué divinos que somos, qué hermanos que somos!” No es verdad. Pertenecemos a un mismo tronco familiar. Y no se da lo mismo con otros países latinoamericanos, por una cuestión histórica. Quizás los bolivianos y los peruanos tengan muchas cosas en común; o los colombianos y los venezolanos. ¡Yo que sé! Pero estoy muy contento que se haya destrabado el asunto de las papeleras, del puente. Me parece que fue un desastre como fue manejado ¡Espantoso! Pero, por suerte, ya terminó. Y las cosas vuelven a su cauce.

- Gracias.
- Por favor, gracias a ustedes y disculpen si dije muchas pavadas (risas).

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