“El capital humano”: la codicia como patología global

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Las devastadoras consecuencias de la desregulación económica liderada por agentes financieros que medran con las miserias y las ambiciones de los incrédulos, constituyen el disparador temático de “El capital humano”, el intenso alegato dramático del realizador italiano Paolo Virzì.

El film, que mixtura el género policial con la denuncia, conforma un complejo ajedrez de poder cruzado por las prácticas fraudulentas que se procesan en el mundo de las altas finanzas, los delirios de grandeza y los afectos amputados por la hipocresía, el egoísmo y la indiferencia.

En esa escenografía se cocida el caldo de cultivo de las crisis que golpean a las sociedades contemporáneas, corroborando que el verdadero poder es realmente el económico y no el de los gobiernos, que fungen como meros gerentes del modelo de acumulación capitalista, tal cual lo proclamaba el Premio Nobel de Literatura portugués José Saramago.

“Apostaron por la ruina de este país y ganaron”, es la contundente sentencia de la esposa de uno de los protagonistas, un corrupto especulador que juega con las reglas del sistema para preservar su statu quo de privilegio.

El relato se inicia en vísperas de la celebración navideña, con un trágico accidente de tránsito provocado por la imprudencia del conductor de un automóvil de alta gama, quien arrolla a un ciclista que pierde la vida.

Aunque las sombras de la noche encubren la responsabilidad penal del autor material del fatal siniestro, el episodio impacta en la historia de dos familias.

Los personajes de esta amarga parodia interactúan en fastuosas residencias rodeadas por vastos espacios verdes y provistas de piscinas y canchas de tenis donde poder despuntar el ocio.

Así viven los dueños del gran capital en sus olimpos de derroche y dispendio, indiferentes a la angustia colectiva  y vulnerando los derechos de sus empleados, a quienes tratan como meros sirvientes.

En ese contexto, los protagonistas de esta historia son Giovanni Bernaschi (Fabrizio Gifuni), un poderoso empresario de las finanzas que esquilma a inocentes inversores con promesas de jugosas ganancias y Dino Ossola (Fabrizio Bentivoglio), un agente inmobiliario al borde de la quiebra, quien no duda en hipotecar su vivienda para obtener un crédito que le permita participar en el negocio.

El relato, que juega con los saltos temporales como recurso cinematográfico, está narrado desde la experiencia de tres personajes: el agente inmobiliario, que está encandilado por la vida de los ricos, su atribulada hija Serena Ossola (Matilde Gioli) y Carla Bernaschi (Valeria Bruni Teleschi), la esposa del financista, quien aspira a resolver su crisis de autoestima adquiriendo la propiedad nada menos que de un teatro.

La relación entre ambas familias está contaminada por la envidia y la codicia, en tanto los que ostentan el poder económico no quieren perderlo y quienes no lo tienen sueñan con conquistarlo.

El mero hecho de compartir una partida de tenis o la fiesta de fin de cursos de un prestigioso colegio privado, no borra las infranqueables fronteras entre clases sociales.

En ese contexto de alta complejidad, la aguda crisis económica que aqueja al país se suma al impacto doméstico del trágico accidente, que implica indirectamente a un miembro de esa elite.

La mera decisión del capitalista de vender el terreno donde está emplazado el teatro de su esposa para evitar la bancarrota, es apenas un mero testimonio del más inmoral pragmatismo de un oligarca que no renuncia a nada de lo que tiene.

Otro síntoma de esa flagrante decadencia moral son las intrigas del inescrupuloso agente inmobiliario, quien -mediante la extorsión- recupera su inversión con intereses a cambio de silenciar una verdad muy comprometedora.

En medio de ese auténtico “nido de ratas” que se agreden y devoran mutualmente, subyace milagrosamente un romance espontáneo y prohibido.

Empero, el amor no es realmente el protagonista de esta historia, sino las miserias humanas en su expresión más grotesca, ominosa y descarnada.

Paolo Virzì administra sabiamente las tensiones de un relato deliberadamente enrevesado, en el cual abundan los conflictos, la desconfianza, los resquemores, las ocasionales infidelidades y hasta la segregación racial.

“El capital humano” es un retrato tan radical como irreverente, que denuncia las mezquindades de una fauna humana degradada por la peor de las avaricias.

En ese contexto, en un calificado reparto actoral se destaca la interpretación protagónica de Valeria Bruni-Tedeschi, quien encarna su rol de esposa desencantada con singular intensidad dramática.

El capital humano (Il capitale umano). Italia-Francia 2014. Dirección: Paolo Virzì. Guión: Francesco Bruni, Francesco Piccolo y Paolo Virzì, sobre la novela “Human Capital”, de Stephen Amidon. Música: Carlo Virzì. Fotografía: Jerome Almeras. Edición: Cecilia Zanuso. Reparto: Valeria Bruni-Tedeschi, Fabrizio Bentivoglio, Valeria Golino, Fabrizio Gifuni, Luigi Lo Cascio, Giovanni Anzaldo y Matilde Gioli.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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