Causas de un alejamiento

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Con motivo del reciente 48º Congreso, ha comenzado a ponerse sobre la mesa la historia del Partido Socialista. Gabriel Quirici publicó en la revista Lento de diciembre un artículo titulado La Rosa y su espina, en el que centra el foco sobre “de las divisiones que han recorrido su trayectoria”. El artículo fue reproducido en la página oficial del PSU y luego en La ONDA digital.

Otras colectividades de izquierda han visto y/o promovido la investigación y divulgación de su pasado. La historia de partidos tradicionales en el siglo XX está imbricada en la historia política del Uruguay. El poco volumen de un cuerpo de estudios sobre el Partido Socialista -y sobre los partidos de inspiración católica-, es una laguna en la historia del país, no solo una falta para una colectividad.

Por eso propuse a La ONDA digital una serie de 3 notas que creo que ayudarán. Primero, la divulgación de Causas de un alejamiento, un folleto de 1966 en el que el PS explica las diferencias que, congreso a congreso desde 1951 se profundizaron entre el grupo de Emilio Frugoni y un grupo de jóvenes y de sindicalistas con nuevas perspectivas, hasta la ruptura de 1962. No lo cita Quirici y sin embargo es un documento fundamental para entender el proceso durante la década del 50. Está escrito para defender una de las posiciones, pero su intención es evidenciar y ordenar las diferencias.

Y eso lo hace bien. (Jaime Secco)

Causas de un alejamiento. Por qué se fue Frugoni del Partido Socialista
Publicación del Partido Socialista (Montevideo, octubre 1966)

Estas páginas quieren hacer el repaso de una historia cercana. Analizar una década y media en la vida de nuestro Partido para encontrar, allí, la explicación de ciertas actitudes. Queremos explicar la verdadera causa del alejamiento de Emilio Frugoni y encontrar la causal de que algunos, con él, terminaran al fin por formar otro grupo. Documentaremos, las afirmaciones. Y así quedará claro cuál es partido de los socialistas. El único Partido Socialista.

180-x-212-jaimeRemontaremos la historia hasta el 51 porque fue en fecha que tuvo lugar el vigésimo octavo Congreso Ordinario de nuestro Partido.. El último Congreso en que predominó la línea «frugonista». Caracterizada, como puede probarse, por tres elementos:— Convencimiento de que nuestro destino político seria recoger a los votos batllistas una vez que el citado partido acabara su rol «progresista»;
— Apoyo sostenido a lo que se llamó «sindicalismo libre», caracterizado por su integración a las grandes centrales, internacionales en las que predominan los grandes sindicatos norteamericanos y por su empecinada resistencia al contacto unitario con los sindicatos en cuya dirección tuvieran predominio obreros comunistas;
— Ubicación del lado norteamericano en la puja mundial de las grandes potencias, caracterizada como el enfrentamiento entre el “mundo libre” y el totalitarismo de la Unión Soviética.

Lo primero fue publicitado en muchos documentos oficiales. (“Para lograr una escala decisiva la formación de un gran Partido Socialista, es necesaria una previa y acertada gestión de las fracciones más progresistas de la burguesía nacional… Si ese es el sentido de la evolución política, por qué razones los socialistas habríamos de desear el fracaso del batllismo si además de no agregar nada a nuestro éxito el mismo encierra graves peligros?… No teníamos ni interés ni complacencia en señalar sus ineptitudes y sus fracasos”; 1947: “Anuario Socialista”).

Lo segundo se vio traducido en el apoyo a una gremial (la Confederación sindical del Uruguay) que bien pronto terminó en complicidad abierta con la propia embajada norteamericana.

La postura en lo internacional estaba reflejada, todas las semanas, en los editoriales de Emilio Frugoni en EL SOL, firmados con un conocido seudónimo: “Espolón”. En las resoluciones del XXVIII Congreso, se advierte claramente su significado:
“En la lucha entablada entre el hemisferio político democrático, que encabezan como potencias máximas, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, y el hemisferio totalitario que encabeza, o mejor dicho absorbe con su influencia única la Unión Soviética, el Partido Socialista no puede menos de tomar posición a favor del primero, sobre todo desde que el organismo internacional de la paz, la UN, con el que se manifestó decididamente solidario por su carácter de único camino para salir del caos belicoso en el plano de las relaciones internacionales de la presente era histórica, se vio obligado a pronunciarse y a luchar con las armas en la mano contra la desaforada agresión de Corea, la más clara y típica maniobra del imperialismo comunista en cuanto bárbaro ataque a los principios de justicia internacional y a los fundamentos mismos de la paz del mundo.

“El hecho de que por los convenios internacionales formen parte del bando de las democracias a los efectos de la defensa continental, gobierno que son la negación de la democracia y pertenecen por sus actos y hasta por su espíritu y la letra de las leyes que fraguan a la corriente del totalitarismo, no puede alejar al Partido Socialista de su lógica posición de solidaridad con el hemisferio de la libertad política en su forzoso enfrentamiento con el de la autocracia totalitaria…”

Se repudiaba, de paso, “una capciosa y entreguista tercera posición, solo conducente a hacer, de mala o buena fe, el juego del comunismo stalinista”.

Pero Emilio Frugoni ya no concitaba el apoyo de todo el Partido. Fueron apareciendo claras discrepancias reflejadas, a veces, en las mismas columnas de la publicación partidaria. La incorporación de muchos compañeros procedentes de los sindicatos llamados “autónomos” (no afiliados ni a la Confederación Sindical ni a la central opuesta: U.G.T.), la afiliación de nuevos militantes universitarios, la batalla librada contra el Pacto Militar firmado con Estados Unidos y la oposición a las duras Medidas de Seguridad que aplicara el gobierno en setiembre del 52, permitieron que tomara forma dentro del Partido una nueva corriente que fue recogiendo el apoyo de viejos afiliados y afiliados nuevos.

Emilio Frugoni siguió con lo suyo
En enero del 52, citaba a Norman Thomas, aplaudiendo: “Es sólo por la fuerza que podemos llegar algún día a persuadir a los hombres del Kremlin, en su propio interés, que deben consentir en un desarme universal, bajo la UN reforzada (…) pero es una insensatez decir, ante el curso de los acontecimientos, que si EE. UU. abandonara el rearme y se consagrara a esa guerra (contra el hambre y la pobreza), estaría a salvo del comunismo (…). Los socialistas no debemos ni podemos cerrar los ojos ante la realidad trágica de un momento de la historia en que se halla montada una terrible maquinaria internacional de perturbación guerrerófila -el sistema soviético, con los partidos comunistas de todos lados- que se esfuerza en cerrar, sobre todo para las grandes potencias, los caminos de la recuperación económica y de regeneración social, arrojando sobre aquellos la sombra creciente y amenazadora de su poderío bélico y de sus maniobras agresivas.” (EL SOL: Frente a una dramática realidad; 29/1/52).

En marzo del 52, encontraba normal que Mac Arthur pudiera ordenar el bombardeo de China: “Las consecuencia de una persecución de los aviones chinos sobre territorio de Manchuria pueden ser gravísimas, pero no menos graves serían los efectos de bombardeos victoriosos efectuados por aparatos cuyo campo de partida y de llegada se halla a pocos kilómetros y permanece inmune e impune mientras actúa como foco y motor de la ofensiva. Sean cuales fueran las proyecciones de esa medida, ellas no han de ser sino efectos naturales de la guerra entablada. O se renuncia a continuarla o no hay más remedio que hacerla sin atarse las manos ante manifestaciones torpemente cínicas del ánimo de agresión sin escrúpulos, que ponen en peligro la suerte misma de las armas aliadas en esa contienda, a la que Gran Bretaña entró obligada como las otras potencias occidentales por razones que subsisten mientras los agresores sistemáticos se empeñan en imponer su voluntad.” (EL SOL: “La censura del laborismo a Churchill”, artículo de crítica a la censura de los laboristas al primer ministro, que no había censurado la posibilidad del ataque a China; 4/3/52).

En abril del 52, producida la Revolución Boliviana, mostraba su recelo frente al nacionalismo revolucionario y se sumaba al coro de los que reputaron de nazi a los que se enfrentaban a Estados Unidos: “Lo que hay de aceptable en esa afirmación (desmentida de Paz sobre su vinculación con los nazis) queda un tanto o mucho velado por su ubicación en el plano de sus relaciones personales, ya que si no se le ha visto frecuentar los círculos democráticos se le sabía en cambio, por lo menos un poco cerca de los elementos que ahora lo saludan y lo aclaman como uno de los suyos desde las columnas de los diarios peronistas de la Argentina y del Uruguay (léase “El Debate”).” (EL SOL: “Dos sorpresas de la actualidad internacional”; 15/4/52). Una semana después insistía: “Pero los antecedentes del Movimiento Revolucionario Nacional (sic) no son los de una fuerza de liberalismo político y resulta inquietante ver cómo se recuerda y exalta en esta hora la memoria del ex presidente Villaroell, que fue el conductor de ese partido, hoy nuevamente victorioso (…) Nos inclinamos a juzgarle como un reformador de tipo nazi, si se quiere peronista, con su demagogia de justicialismo indígena y obrerista y su bandería antiimperialista yanqui, para contar con la adhesión fervorosa de las víctimas de la explotación minera, a cargo de empresas norteamericanas asociadas a los grandes señores del estaño. (…) Pero cualquier nazi o nazificante, como cualquier peronista o peronizante participaba y participa de ese programa de antiimperialismo yanqui y de nacionalización de las minas, como hoy no existe comunista o comunizante que no lo pregone con énfasis. Y esto no puede bastar para que juzguemos demócrata a un gobernante si atenta contra las libertades públicas, persigue y encarcela a los opositores y demuestra sentir por el peronismo o el nazismo simpatías tales como para infundir la convicción de que sus reacciones avanzadas frente al capitalismo y al imperialismo económico no son sino formas de tomar partido a favor de esos otros imperialismos y de su filosofía política.” (EL SOL: “Mirando hacia Bolivia”; 22/4/52).

En setiembre del 52, cuando el Partido estuvo en la vanguardia del enfrentamiento contra las Medidas de Seguridad y muchos compañeros fueron a la cárcel, Emilio Frugoni contestaba en EL SOL a Juan Andrés Ramírez, el vocero más conservador de los intereses más conservadores. Lo llamaba “príncipe de los periodistas”. Y agregaba este juicio: “Es sabido que soy un viejo y consecuente admirador del doctor Ramírez, cuya amistad cuento entre las honras de que puedo enorgullecerme. Siento verdadero respeto por su personalidad moral, hecha de firmeza de carácter, de elevación de miras, de consecuencia con los principios proclamados, de honrada preocupación por mostrarse como realmente es, de decir lo que siente y de no ocultar ni disimular el sentido ni el fondo de su pensamiento. Virtudes son esas que resplandecen en la estupenda batalla de todos los días que mantiene en el campo del debate político nacional desde hace cincuenta años, y que en los últimos ha extendido para enfrentar, con infatigable tesón, los totalitarismo de afuera y de adentro.” (EL SOL: 23/9/52). Juan Andrés Ramírez, por supuesto, aplaudió las Medidas de Seguridad.

El Congreso convocado en el 53, enfrentó a la corriente renovadora, arriba mencionada, con el frugonismo.

Tomó cuerpo una línea clasista, de vigorosa oposición a los grandes partidos de la burguesía.

Pero predominó, en lo internacional, un enfoque marcado por Emilio Frugoni.
En la declaración del vigésimo noveno Congreso Ordinario, se incluyeron estos numerales:
1) Los dos imperialismos, el soviético y el norteamericano, no son iguales para el Socialismo; pero esa posición no le impide denunciar los errores y las culpas de los gobiernos que encabezan la lucha contra el peligro del totalitarismo ruso;
7) Los hechos señalados (…) obligan a los Partidos Socialistas a acentuar sus críticas a los regímenes imperantes en los países capitalistas de organización democrática o no democrática. Esa actitud no debe ser confundida con una posición de neutralidad que no puede ser sostenida por el movimiento socialista; pero debe, sí, servir para evidenciar la razón de ser del socialismo como tercera fuerza en la gran pugna del mundo contemporáneo.”

Sigamos con Frugoni. Mientras se acrecentaba dentro del Partido la formación de una nueva postura que pugnaba por darle carácter revolucionario, Frugoni transitaba por el liberalismo. En enero del 54, reseñaba en EL SOL su opinión sobre Artigas, escribiendo acerca de “Las clases sociales en el Uruguay”: “La cuestión que más le preocupaba era un problema político. (…) La faz de reivindicación agraria que responde directamente a aquel antagonismo de clase, queda preterida en la exégesis de sus luchas y de sus propósitos.” (EL SOL; 20/1/54).

En el XXX Congreso, el sector frugonista quedó desbordado.
El 22 de octubre del 55, el Partido le dio aprobación a estas resoluciones:
Sobre la Central Única:

“El XXX Congreso del Partido Socialista declara que la defensa de los intereses de la clase trabajadora y de sus derechos políticos y sindicales, exige el agrupamiento de todos los trabajadores del país en una sola y poderosa Central Sindical, independiente de todos los partidos políticos, democráticamente organizada, y encaminada no sólo a la defensa y elevación material, moral y cultural de los trabajadores, sino a su emancipación integral de la explotación capitalista.”

Sobre la Política Internacional:
“Rechaza enérgicamente la repudiable explotación económica del imperialismo capitalista y del régimen colonial que sume en la desesperación y el hambre a millones de hombres (más de dos terceras partes de la humanidad). Señala especialmente la acción deformante y expoliadora del imperialismo capitalista norteamericano sobre los países de América Latina a quienes succiona sus riquezas y sume en el atraso y en la miseria. Resuelve postular ante la actual perspectiva de paz, una tercera fuerza socialista, independiente de los dos imperialismos, orientada en el sentido de afianzar la paz, luchar por la liberación de todos los pueblos dependientes del mundo y por la concreción del socialismo, en la libertad.”

La declaración tuvo 594 votos a favor contra 68. En las actas, consta la oposición de Frugoni:
“Mientras el imperialismo occidental permite la libertad política, el imperialismo oriental no permite libertad política ni ninguna de las otras libertades. No concibe la neutralidad entre los dos imperialismos. El occidental permite el desarrollo de partidos como el laborista en Inglaterra y las centrales sindicales norteamericanas. Si se produce un conflicto entre los dos, debemos optar por el menos malo, el que respeta las libertades esenciales para nuestra existencia. No está descartada la posibilidad de un choque, como lo demuestran los peligros de Formosa, Israel, África, etc. Debemos estar con occidente, entre otras razones porque los primeros que peligraríamos, en caso de guerra y triunfo oriental, seríamos los socialistas.”

En el repartido del Comité Ejecutivo Nacional dirigido a los centros antes del Congreso, Emilio Frugoni no dejó pasar una oportunidad de repetir palabras publicadas antes (en junio del 54), referente a la situación de Guatemala. ”Bajo su gobierno (el de Juan José Arévalo), el comunismo guatemalteco escaló puntos de importancia en la administración. La posición dominante lograda con sus habituales maniobras en el movimiento sindical fue, sin duda, la base de esas penetraciones administrativas, pese a no ser como partido, sino una escasa minoría en el país. Mientras el comunismo, con su adhesión interesada, daba un tinte sospechoso a este gobierno a los ojos de los observadores demócratas, daba también pie a las dictaduras vecinas para hacer méritos ante los Estados Unidos cercándolo con una política inamistosa de aparentes celosas defensoras del continente.”

El Congreso, en respuesta, aprobó lo siguiente:’
“El XXX Congreso del Partido Socialista declara su solidaridad con el pueblo guatemalteco en su lucha contra la dictadura de Castillo Armas, impuesta por el capitalismo reaccionario y el imperialismo norteamericano.”
El Congreso también se ocupó de la gestión cumplida por Eduardo Jaurena en la Secretaría de Cultura. Decidió censurarla, por 381 votos contra 0 (cero).

Dos espectaculares acontecimientos sacudieron a los socialistas en el 56. El Partido Socialista francés, gobernante, desató una feroz represión contra los guerrilleros argelinos que luchaban, entonces, por la independencia. Ese mismo gobierno, con otros aliados, desató una agresión criminal contra Egipto para recuperar la posesión de Suez.

Emilio Frugoni debió pronunciarse
El 16 de marzo escribió sobre Argelia:
“Un llamamiento de Guy Mollet a los trerroristas para que cesasen en sus desmanes y no lo obligasen a tomar contra ellos el peso de nuevas fuerzas represivas, no dio resultado (…) Verdad es que los vínculos de Francia con Argelia llegaron a constituir una verdadera transfusión de sangre y espíritu; que por algo se la pudo llamar “la otra Francia”.” (EL SOL: “El socialismo en Argelia”).

El 3 de agosto del 56 escribió sobre Suez:
“Sería entretanto imperdonable que, por no haberse buscado a tiempo una solución adecuada al problema del Canal de Suez en sus relaciones con la soberanía de Egipto, la humanidad asistiese al retroceso que sería un control nacionalista exclusivo y odioso de una de las vías de comunicación más importantes de que dispone el mundo contemporáneo para su intercambio marítimo. (…) La internacionalización a cargo de una comisión delegada de todos los países que utilizan este pasaje sería la solución pacífica más deseable.” (EL SOL: “De nuevo el Canal de Suez”).

La justificación para los opresores del pueblo argelino y el consejo para que los egipcios fueran despojados del control de lo suyo. Vivian Trías debió contestar en EL SOL, la semana siguiente: “Actualmente, en un mundo dividido entre metrópolis explotadoras y pueblos explotados, no puede hablarse de una verdadera internacionalización. Creemos que la mejor solución es confiar en Egipto. (…) No hay derecho a desconfiar de antemano. Y menos por naciones que son maestras en el arte de violar tratados y estafar legítimas aspiraciones de los pueblos dependientes.” (10/8/56)

El trigésimo primer Congreso del Partido, celebrado en diciembre del 57, debió afrontar entonces esta situación:
— La resolución de unidad sindical, había sido incumplida por la resistencia de dirigentes que se parapetaban en el divisionismo de la Confederación Sindical “amarilla”;
— La línea independiente en lo internacional había sido burlada decenas de veces por Emilio Frugoni.

El Congreso, abrumadoramente, dio su veredicto.
Con respecto a la Central Obrera declaró:
1) Que reafirma, por mantener su total vigencia, las resoluciones de XXX Congreso Ordinario… en favor de una Central Única de estructura interna democrática y programa clasista, y que incluya a todas las tendencias sindicales.
4) Que luchará para que se establezca un programa de clase, encaminado no sólo a la elevación material, moral y cultural de los trabajadores, sino también a su emancipación integral del yugo capitalista.
Denunció además expresamente a la Confederación Sindical del Uruguay:
“a) Por sus constantes ataques a todo esfuerzo a favor de la unificación de las fuerzas gremiales del país;
b) Por la conducta asumida al separar de sus filas al Sindicato de Obreros Arroceros, en momentos en que este gremio era víctima de brutales represalias patronales, respaldadas con la presencia de fuerzas de la policía y el ejército;
c) Por los esfuerzos permanentes que realiza para traducir en el campo de las actividades gremiales del Uruguay, la política internacional del imperialismo yanqui.”

Denunció también claramente a la ORIT (la regional interamericana de trabajadores) “por servir a los intereses del bloque imperialista encabezado por Estados Unidos”.

“En consecuencia, decidió “someter a una Comisión de Disciplina a los miembros socialistas que integran la dirección de la Confederación Sindical del Uruguay, como asimismo a todos aquellos afiliados que han cometido actos graves de indisciplina o reiteradas violaciones de la línea política partidaria”. La Comisión, integrada por Trías, Sendic, José Díaz, Germán D’Elía y Damonte, decidió la expulsión de los dirigentes amarillos.

Con respecto a la política internacional, el Congreso del 57 ratificó la concepción triunfante del 55. En resoluciones expresas, declaró: “reafirmar su tradicional posición antiimperialista de lucha por la liberación nacional de nuestros países, en coordinación con las demás fuerzas socialistas y nacionalistas revolucionarias, a las que llama a un sólido frente unificado por la creación de la Federación Latinoamericana Socialista”, “condenar sin reservas la política seguida por el Partido Socialista francés” y “expresar su firme adhesión al pueblo argelino en la lucha cruenta que libra por la consecución de su independencia nacional”.

Al tratar la gestión de Frugoni como Secretario General del Partido, el Congreso votó la censura.

Pronunciado el Partido sobre el enfrentamiento de las dos concepciones anotadas arriba, fue posible que tomara contornos precisos otra fisonomía. A través del marxismo, se revisó la historia para hallar la raíz de la revolución nacional en la revolución artiguista. Fue posible además concebir a la revolución uruguaya como un solo proceso ininterrumpido, de la liberación al socialismo. Fue posible también advertir que sería necesario estructurar un frente en que hubiera lugar para todas las clases y capas que están explotadas. Fue evidente, por fin, que la militancia socialista pasó a desempeñar un papel de vanguardia en el largo proceso de unificación sindical.

El Congreso del 59 marcó un nuevo jalón. Se resolvió la desafiliación de la Internacional (convertida en reducto de partidos ajenos a las concepciones revolucionarias) y se obtuvo enseguida, por el voto directo de los afiliados, la derrota del pequeño sector dirigido por Emilio Frugoni en la elección del nuevo Comité Ejecutivo. Frugoni quedó relegado al décimo primer lugar entre quince integrantes electos. Nunca se incorporó al trabajo en ese Comité, al que definitivamente dejó de concurrir. Interrogado por el periodista Mario César Fernández en la revista quincenal “Reporter”, contestó, sin embargo: “Nada me aparta en lo fundamental de mi Partido.”

La tramitación del proceso de acuerdos que llevó al Socialismo a integrarse en la Unión Popular, se efectuó con el conocimiento de todo el Partido y con la aprobación expresa de los afiliados, de modo abrumador, tanto en las asambleas como en los congresos.

Nadie quiso negar un pasado que supo de aciertos. En EL SOL se escribió que el partido, en la etapa anterior, “cumplió, por muchos años, un rol cuya importancia es imposible de exagerar. Inauguró en el país un nuevo estilo y una nueva conducta política: el estilo y la conducta de una política de principios, de ideas renovadoras, de programas, de soluciones para los grandes problemas. Fue el primer partido que planteó las cuestiones de fondo que se agitan en el turbulento proceso histórico de la República y entre ellas, la cuestión primordial, la de la tierra…”

“Se convirtió en la vanguardia, en la avanzada del progreso social. Leyes obreras esenciales (Ley de ocho horas, Comités de Salarios, Seguro de Paro, etc.), derechos civiles para la mujer, sufragio universal y secreto, etc., fueron jalones de su fecunda acción…”

“Ese papel fue evidentemente fecundo, en la época en que la sociedad uruguaya avanzaba en su conjunto; era el tiempo de la siembra propicia, cuando la simiente encontraba terreno fértil y tanto proyecto o iniciativa socialista se abrieron camino con el peso gravitante de las buenas razones… Eso ya no es posible. Ahora podemos convertirnos en factores del progreso nacional o social, solo en la medida en que podamos disputar el poder político”.

De allí la conclusión: “Lo importante es que la lucha por la liberación nacional exige la alianza de todas las clases explotadas por la oligarquía y el imperialismo: proletariado industrial, peones, clases medias del campo y la ciudad… La alianza de las clases populares sólo puede expresarse cabalmente en un Movimiento, que es una realidad política más laxa, más amplia y ágil que un Partido”.

Ni Emilio Frugoni ni quienes lo acompañan, aparecieron en ese proceso a decir su opinión.

Si el distanciamiento pareció agravado porque Emilio Frugoni sacó cinco votos (5) en las elecciones para el Ejecutivo efectuadas el 26 de marzo del 62 y Eduardo Jaurena recogió solamente dos votos sobre ciento cinco, si el mismo Jaurena logró solamente dos votos para el tercer puesto (sobre ciento doce) cuando se eligieron las candidaturas de los socialistas dentro de la U.P., no pudo por eso esperarse que los que no vinieron a decir su palabra cuando fueron llamados, con todo el Partido, para discutir, procedieran poniéndose al margen del propio Partido.

Es cierto que hicieron saber, por la vía del rumor recogido por los que difunden siempre su palabra, opiniones discordes.

Pero Frugoni le escribió a Quijano que había que votar y que había que seguir al Partido.

Fue recién a la tarde de las elecciones del 62, que Frugoni anunció desde “EL PLATA” (alborozado en recogerlo en su primera plana) que estando en desacuerdo contra su Partido había votado “en blanco”. Lo que no discutió donde tuvo derecho a hacerlo, lo llevó a las columnas de toda la prensa luego del resultado de las elecciones. Jorge Andrade Ambrossoni, primer candidato de la Unión Popular de las listas de Salto, descubrió, de repente, que todo se trató de “un pacto torpe e indigno”. Siguieron los agravios y las mentiras. Nació la versión de que Emilio Frugoni se fue del Partido para serle fiel al Socialismo que, según tal versión, otros abandonamos.

Estas páginas prueban que eso no es verdad. Demuestran que Emilio Frugoni y los que lo utilizan como portavoz quedaron marginados luego de un proceso en que las discrepancias en todos los planos arrancan desde lejos y no tienen que ver con la U.P., ni con los resultados del 62 sino con otras hondas divergencias (en lo nacional, en lo gremial y en lo internacional). Divergencias que ponen de un lado a Frugoni y al Partido Socialista del otro. Al único Partido Socialista.

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