“España es diferente”

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En la década de los sesenta del pasado siglo, época calificada como del “desarrollismo español”, un eslogan del gobierno franquista pregonaba por toda Europa, con el objetivo de atraer turismo, que España era diferente. “Spain it’s different” rezaban los carteles en carreteras, bares, y demás locales públicos, junto a fotos de playas, guitarras y trajes de cola. Y los europeos, alemanes, ingleses, y franceses, llenaron nuestras carreteras -todavía no había autopistas, ni hacían falta porque coches españoles apenas si se veían- y poblaron durante el verano nuestras playas atraídos por el sol de España, su comida y, sobre todo, porque los precios eran mucho más baratos que en cualquier otro lugar, con una diferencia abismal favorecida además por la cotización tan baja de la peseta en relación al franco, o el marco alemán. Ciertamente, vista así, España era sin lugar a dudas muy diferente.

Ramón Hdez. de ÁvilaQuizá hoy, después de las elecciones celebradas el pasado día 20, incluidas las de Cataluña, pueda decirse lo mismo, que España era y es diferente. O quizá no, y lo sucedido en este país, esté sucediendo, aunque de manera menos drástica en toda Europa, y es que la hegemonía política no recae ya en dos partidos, sino que están surgiendo otros con una fuerza semejante a los tradicionales europeos, por lo que ya no están tan claros los bandos, derecha o izquierdas, aunque lo estén las posturas, inclinada mitad y mitad, según una u otra ideología basada no tanto en la clásica sino en nuevas tendencias a las que habría que sumar, la ecologista y anticapitalista, es decir, la opuesta a los recortes y a que los bancos y multinacionales sean quienes dirijan la sociedad, se tenga la tendencia que se tenga. Por eso las fuerzas están tan equilibradas tanto dentro como fuera de España. Un equilibrio por el que tanto en España como en Europa, sea difícil de inclinar a uno u otro lado al estar tan igualada la balanza y con tantos matices que si a unos les separa,  a otros les une, pero no siempre ni en todos los aspectos son coincidentes.

Es lo que está ocurriendo con la gobernabilidad del país entero, tras les elecciones generales del 20-D, donde nadie ganó por mayoría absoluta, y sea preciso, si un partido quiere gobernar, que busque alianzas y pactos.

Los presidentes (Rajoy y Mas) no tienen quien los voten
Ningún partido, ni siquiera los que se podrían considerar afines a su ideología (Ciudadanos en ambos Parlamentos) y la CUP (Candidatura d’Unitat Popular) les dan su apoyo.
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Lo mismo ocurre con el plebiscito por la independencia de Cataluña. La asociación de partidos que clamaba por el sí a la independencia (Junts per el Sí) no obtuvo los resultados suficientes como para proclamar su independencia, y el presidente en funciones, y promotor de dicho plebiscito, Artur Mas, sigue estando en funciones después de más de dos meses sin hallar un acuerdo para su investidura. Sobre el tablero podía tenerlo más fácil que el sr. Rajoy, pero hasta los independentistas se han dividido y la CUP; que tenía la llave para hacerla posible e inclinar la balanza a su favor, se le ha vuelto en contra.

“En busca del voto perdido”
Ni el PP aliándose con C,s alcanza la mayoría absoluta, ni el PSOE aliándose con el que mayores afinidades mantiene, como podía ser PODEMOS, la logra. Los resultados de las pasadas elecciones generales y catalanas parecen puestos adrede por una mente maquiavélica, como se han calificado. Y no es para menos. Por eso los principales líderes del PP y del PSOE andan buscando alianzas que cada vez ven más dificultosas cuando no imposibles, bien porque los minoritarios se nieguen, como C,s con el PP, o bien porque les pongan unas condiciones que no pueden aceptar, como es el caso del PSOE y PODEMOS. Son las famosas “líneas rojas” que ha marcado Podemos para llegar a un pacto de investidura con el PSOE. Entre dichas líneas rojas está la eliminación de la reforma del artículo 135 de la Constitución que prima el interés de las entidades financieras sobre el bienestar social -los recortes-, la anulación de las privatizaciones así como la transparencia en contratos y financiación de partidos; el reconocimiento de la pluralidad de España, con sus diferentes comunidades y soberanías, así como el derecho a decidir de cada una de ellas; el reconocimiento constitucional del interés social sobre las empresas, como por ejemplo los servicios fundamentales de agua, y energías eléctricas o de gas… Líneas que el PSOE no acepta, por lo menos así lo ha manifestado su líder.

No faltan politólogos y empresarios que aboguen porque se haga un gran pacto de Estado con todos los partidos, pero es un planteamiento que lejos de mejorar las cosas, no provocaría sino más discordias y posiblemente manifestaciones en plazas y calles semejantes a las del 15-M, de donde surgió el gran “movimiento de indignados” contra las políticas neoliberales y el grito de “no nos representan” que llevó a conformar el partido hoy emergente, llamado PODEMOS, que tanta aceptación está teniendo en la sociedad española; hoy por hoy, es el triunfador indiscutible de las elecciones del 20-D, y el que puede decidir quién gobierna o no gobierna en estos cuatro años.

Si no hay ninguna solución, España está abocada a la celebración de unas nuevas elecciones de aquí a mayo.

Por Ramón Hdez de Ávila*
(Corresponsal de La ONDA digital en Madrid)

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