La pasión de una mujer desprejuiciada que conmovió profundamente la inmutable moral de una sociedad pacata, hipócrita y conservadora es la materia temática que aborda “Carlota Ferreira: retrato de una mujer que se inventó”, el escritor Diego Fischer.
La novela, que fue publicada por Editorial Sudamericana, recrea a un personaje femenino rodeado de una aureola mítica, a quien se relaciona con el pintor Juan Manuel Blanes, célebre por plasmar en el lienzo memorables hitos de nuestra historia nacional.
Partiendo de la tesis que tan apasionante como esta mujer es su peripecia existencial, Diego Fischer construye un relato que mixtura la realidad con la ficción.
Por supuesto, no faltaron las dudas sobre si Carlota Ferreira era un personaje real o una mera leyenda impresa en el imaginario colectivo de una época realmente turbulenta.
Asumiendo que para reconstruir a este personaje se requería una indagatoria tan persistente cuanto rigurosa, el autor hurgó en bibliotecas y archivos históricos.
En ese contexto, Fischer inició la osada aventura de recrear a esta mujer sin dudas controvertida, a quien su primer esposo le cambio el nombre y el apellido para borrar un pasado emparentado con el escándalo.
En efecto, Carlota Ferreira, que en realidad se llamaba Petrona Mercedes Ferreyro, nació en una cuna marcada por la procacidad y la prostitución, de acuerdo a los rígidos cánones de la época.
A diferencia de lo que sucede en el presente, en el siglo XIX el ejercicio del meretricio estaba asociada a la inmoralidad y a la vida licenciosa.
Sin embargo, era una profesión sumamente lucrativa por la afluencia de clientes de alto poder adquisitivo, que frecuentaban los burdeles de la época cuidándose de pasar inadvertidos para prevenir el escarnio público.
Esa era la escenografía histórica en la cual nació la protagonista de este relato, jalonada por la violencia política de la Guerra Grande y la enconada lucha por el poder que se dirimía entre los caudillos.
Corroborando su reconocida vocación por la literatura con trasfondo histórico y biográfico, el escritor apuesta fuerte a otorgar luz a una mujer singularmente enigmática y ciertamente transgresora.
Pese a que no era hermosa para los modelos hegemónicos de la época en materia de estética femenina, su imagen voluptuosa de piel blanquecina solía despertar toda suerte de fantasías eróticas en el sexo opuesto.
Adicionalmente, su vida turbulenta y romances escandalosos la transformaron en una mujer de temperamento desafiante y provocador, que vivió a su modo y según sus propios códigos en un tiempo caracterizado por la represión.
Asumiendo que esta turbulenta historia es indivisible de la del propio Juan Manuel Blanes, el autor encara la reconstrucción biográfica de ambos personajes.
Explotando al máximo la materia novelesca de estas historias entrecruzadas por el destino y la causalidad, el narrador se interna en los entretelones más removedores de la intimidad del pintor y su amante.
Como en otros casos, el disparador de esta obra es el retrato que el artista realizó de esta mujer seductora y de pulsiones desenfrenadas, que tuvo ulteriores consecuencias.
La magistral pieza pictórica condensa la imagen pero también el turbulento espíritu de esta fémina libertina, quien fue amante del artista y se casó con su hijo Nicanor Blanes.
Diego Fischer corrobora su reconocida sensibilidad para capturar con su pluma toda la fascinación de una mujer ciertamente inclasificable, que no en vano ha devenido en un mito.
Por supuesto, también el libro es una suerte de retrato que cobija una historia prohibida, poblada de seres humanos transgresores y no menos conflictivos.
No obstante, el relato no se limita a la mera recreación ficcionada de los personajes sino que se adentra en las múltiples complejidades de un tiempo signado por el encono y la intolerancia.
El escritor intenta responder a las múltiples interrogantes de episodios cargados de enigmas, en el decurso de una narración que destaca por la minuciosa recreación de ambientes y situaciones.
En ese marco, casi todos los sucesos parecen estar cubiertos por una pátina de misterio, acorde con la mentalidad de una época que rendía pleitesía al encubrimiento.
Diego Fischer reúne pacientemente las dispersas piezas de un rompecabezas cuasi ininteligible, rescatando la dimensión eminentemente humana de los protagonistas, más allá de eventuales juicios de valor.
“Carlota Ferreira, retrato de una mujer que se inventó” mixtura la historia con la leyenda, logrando una plausible aproximación a los actores reales de una época peculiar.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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