El pasado 1 de febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la emergencia sanitaria global por enfermedades neurológicas asociadas al zika. La declaración, que ha causado alarma en diversos lugares donde el zika ha sido diagnosticado, es consecuencia de la identificación en Brasil de una relación entre la infección por el virus en mujeres embarazadas y una severa malformación en recién nacidos conocida como microcefalia. Desde la identificación de esta asociación, sin embargo, se ha podido relacionar también el avance del zika con el aumento de casos del síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad autoinmune severa que puede llevar a la muerte.
Las políticas del gobierno de Brasil hacen responsable a la población de tomar las precauciones necesarias.
Aunque el primer caso de fiebre del zika fue diagnosticado ya en 1954 en Nigeria, se trata de una enfermedad de la que todavía se conoce muy poco, y dichas relaciones aún ahora se empiezan a investigar en profundidad.
Aunque no se conozca con exactitud el mecanismo a través del cual el zika está asociado a los casos de microcefalia y síndrome de Guillain-Barré, según el médico brasileño Carlos Brito, uno de los principales investigadores dedicados al tema, la relación está establecida con suficiente seguridad.
Dado que no todos los casos de diagnóstico de zika llevan al nacimiento de bebés con microcefalia, los investigadores ponen como hipótesis que la presencia de otros factores, ambientales o no, puedan contribuir. “No vamos a reinventar la rueda. (…) Estamos utilizando el mismo modelo que usamos para asociar la toxoplasmosis, el citomegalovirus y la rubéola con la microcefalia”, afirmó Brito en una entrevista a la BBC.
Los casos de microcefalia en Brasil han pasado de menos de 200 al año a más de 5.079 en 2015
La falta de información disponible sobre una enfermedad que apenas empieza a ser estudiada ha llevado a la rápida proliferación de rumores, como los que asociaban los casos de microcefalia a una vacuna administrada a las madres durante su niñez, o al larvicida pyriproxifen, utilizado por algunas municipalidades para prevenir la proliferación del mosquito. Este rumor ganó popularidad después de que una web ecologista citara erróneamente el comunicado de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (Abrasco), criticando el uso de químicos como estrategia de prevención, puesto que los larvicidas como el pyriproxifen pueden comprometer la potabilidad del agua y no constituyen una estrategia para mejorar las condiciones estructurales del urbanismo brasileño que llevan a la proliferación del mosquito transmisor. Aunque el uso de químicos puede tener otras consecuencias para la salud que han de ser estudiadas, no hay ninguna evidencia científica que relacione el pyriproxifen con los casos de microcefalia, como ha clarificado la misma asociación en otro comunicado.
Como suele pasar con muchas otras enfermedades, también la emergencia sanitaria por el virus del zika revela mucho sobre las estructuras y relaciones de poder en una sociedad. A medida que las infecciones por zika se extienden con casos confirmados en 31 países del continente americano, según datos de la OMS a 24 de febrero de 2016, se vuelven todavía más evidentes cuestiones como los derechos reproductivos y el acceso a una vivienda y a un barrio con condiciones adecuadas de alcantarillado, recogida de basura y tratamiento de aguas residuales, dos problemas sociales centrales para el continente, pero que no aparecen en los programas de estos países para intentar controlar su transmisión.
Microcefalia, cuidados y aborto
Hasta el momento, son dos los países en los que se ha observado una relación entre el zika y el aumento de casos de recién nacidos con microcefalia: la Polinesia Francesa y Brasil. En Brasil, puerta de entrada del virus en Latinoamérica y, por el momento, el país más afectado, la alarma ha saltado tras un incremento gigantesco en los casos de microcefalia, que hace años estaban estabilizados con menos de 200 al año y en 2015 han llegado a los 5.079, según datos del Ministerio de la Salud. La mayoría de éstos se concentran en el nordeste de Brasil, primera región donde ha llegado el virus, pero ya se empiezan a notificar en otras regiones, como Río de Janeiro.
1,3 millones
Desde que fue detectado en mayo de 2015, el virus ha infectado a más de 1,3 millones de personas sólo en Brasil. El aumento en la transmisión puede deberse a la llegada del virus a un nuevo territorio, donde la gente no ha tenido exposición previa al patógeno.
Al hablar de microcefalia no hay que olvidar que la vasta mayoría del trabajo de cuidado de los hijos recae sobre las mujeres. Para las madres de bebés con microcefalia, esto implica demandas todavía mayores, y muchas de ellas se ven obligadas a dedicarse exclusivamente al cuidado de los bebés. Además, en Pernambuco, la región brasileña con más casos de microcefalia, médicos han relatado a un periódico nacional que una gran parte de los padres abandona a los bebés y a sus madres cuando reciben el diagnóstico de la malformación, incrementando todavía más la vulnerabilidad en la que se encuentran.
Frente a este escenario, los gobiernos de Brasil, Colombia, Ecuador, Honduras y Jamaica se han apresurado a recomendar a las mujeres –no a la población– que eviten el embarazo en los próximos meses e incluso durante más de un año. En El Salvador, donde la pena por abortar puede llegar a los cuarenta años de cárcel, las autoridades han demandado a las mujeres que eviten el embarazo hasta 2018. Son recomendaciones que podrían incluso clasificarse como delirantes en un continente donde más de la mitad de los embarazos (56%) no son planificados, según datos del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), en que los métodos contraceptivos no siempre están disponibles y donde los hombres a menudo rechazan el uso de preservativos. A esto se suman los embarazos que son producto de las violaciones. No es factible, por lo tanto, creer que la recomendación llevará a una disminución de los embarazos aunque las mujeres estén dispuestas a dejar que sus planes de vida se vean determinados por este tipo de orientaciones.
Al mismo tiempo, el Tribunal Supremo Federal de Brasil tramita una acción para permitir el aborto a las mujeres embarazadas que hayan contraído el virus del zika. La acción, sin embargo, pone el foco en las mujeres que, embarazadas, contraen el virus y deciden terminar la gestación, pero falla en considerar el cuadro amplio de los derechos reproductivos en el país, porque no demanda el acceso universal al aborto. Actualmente, se estima que en Brasil se realizan más de un millón de abortos inseguros al año, según datos del Grupo de Estudios del Aborto (GEA).
Estas mujeres se enfrentan a infinidad de riesgos al buscar un aborto clandestino –encarcelamiento, complicaciones de salud al hacer el procedimiento en condiciones insalubres e incluso riesgo de muerte–, la posibilidad de abortar tras contraer el virus del zika se convertiría, paradójicamente, en la solución más segura para acceder a un aborto. Por negar a las mujeres el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, se añadiría la enfermedad al conjunto de riesgos posibles que tienen que enfrentar actualmente para hacer valer su decisión de interrumpir una gestación. Cabe preguntarse entonces, cómo se podría esperar que estas mujeres siguieran las recomendaciones de prevención de la enfermedad, si ésta pasase a ser una alternativa más en el entramado cálculo de peligros que conlleva la decisión de terminar una gestación en un escenario que criminaliza esta decisión.
2007
Desde 1954 sólo se habían documentado casos aislados de zika. Fue en 2007 cuando se confirmaron por primera vez casos de una epidemia en la Isla de Yap, Micronesia. Después surgieron brotes en Melanesia, Polinesia y en la Isla de Pascua, Chile.
Desigualdades sociales
El aumento de casos de infección por virus del zika y de microcefalia ha llevado a una reactivación del debate sobre el acceso al aborto en Brasil, en un momento en el que el país tiene el Congreso más conservador de su historia reciente. El debate se ha ampliado también a la falta de apoyos con que se encuentran los niños con necesidades especiales, ya que las escuelas, instituciones de salud y seguridad social no están preparadas para darles las condiciones para que puedan desarrollar plenamente su potencial ni para protegerles de la discriminación que sufren las personas con necesidades especiales.
Pero en el centro de la cuestión se encuentran las profundas desigualdades sociales que caracterizan al país –y a todo el continente latinoamericano–. Si bien el aborto está criminalizado en Brasil y las estructuras de apoyo a los niños con necesidades especiales son precarias o inexistentes, las mujeres de clase media-alta y sus familias sí pueden acceder a estos servicios en los sistemas privados, o incluso en el extranjero. Para las más pobres, el escenario es de acentuación de su vulnerabilidad, que se suma al mayor riesgo de infección por el virus, dadas las precarias condiciones de las viviendas y de los barrios. Como la mejor forma conocida de prevenir el avance de la enfermedad es disminuir la proliferación del mosquito transmisor, que se reproduce en depósitos de agua estancada, es urgente traer al debate cuestiones urbanas que marcan las ciudades brasileñas, como los depósitos de basura a cielo abierto en las favelas o la ineficiencia de los sistemas de alcantarillado y tratamiento de aguas residuales.
Responsabilidad individual
La estrategia de prevención del Gobierno brasileño, sin embargo, se centra en combatir los focos de proliferación del mosquito dentro de las residencias.Con el mensaje, de implícito tono nacionalista, “un mosquito no puede ser más fuerte que un país entero”, y utilizando 220.000 efectivos del ejército para la distribución de panfletos, la campaña llama a que las personas vigilen sus viviendas en busca de espacios donde pueda haber agua estancada, pero no se preocupa por los depósitos de agua en el espacio público. Como respuesta, algunos vecinos han utilizado las redes sociales para denunciar depósitos de agua estancada de responsabilidad estatal, como los originados por la falta de recogida adecuada de basura o el abandono de estructuras estatales como piscinas o depósitos de agua en los barrios.
Son cuestiones que demandan respuestas estructurales a nivel urbanístico y una articulación entre la prevención individual y los cambios en el espacio colectivo, ya que para el mosquito, las distinciones entre los espacios privados y el espacio público son inexistentes y permeables.
Por Rosa Jiménez
Fuente: diagonalperiodico.net
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