“La resurrección de Cristo”; crónica de un profeta martirizado

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La extraña desaparición del cadáver de Jesucristo como disparador temático es la novedosa propuesta de “La Resurrección de Cristo”, la nueva adaptación del drama bíblico del realizador Kevin Reynolds.

Esta es una nueva versión del calvario del fundador del cristianismo, que tantos dividendos ha redituado a la industria cinematográfica en el decurso de la centenaria historia del denominado séptimo arte.

Sin dudas, los títulos más exitosos y representativos de esta vertiente que reproduce la versión universalmente aceptada, son “Rey de Reyes” (1961), de Micholas Ray, “La más grande historia jamás contada” (1965), de George Stevens, y “Jesús de Nazareth” (1977), del cineasta italiano Franco Zeffirelli.

RisenEn cambio, más austeras y menos espectaculares y convencionales son “Nazarín” (1958), de Louis Buñuel, “El evangelio según San Mateo” (1964), del realizador marxista Pier Paolo Pasolini –que tal vez sea la lectura más honesta y fidedigna sobre la historia del líder religioso- y la muy controvertida “La ultima tentación de Cristo” (1988), de Martin Scorsese, que propone una ruptura radical con los dogmas instalados por la liturgia cristiana en el imaginario colectivo.

En la acera de enfrente también deberíamos situar a “La pasión de Cristo” (2004), de Mel Gibson, que generó ácidos rechazos por su exacerbado maniqueísmo y la extrema crudeza de algunas de sus escenas.

En el caso de esta película, la propuesta es inicialmente diferente, en tanto se sostiene en la mirada de un militar romano acerca de la pasión, muerte y ulterior resurrección del nazareno.

No en vano el relato comienza no antes sino después de consumado el martirologio, deviniendo en una suerte de intriga digna de un relato policial.

En ese contexto, el protagonista es Clavius (Joseph Fiennes), un tribuno romano a quien el gobernador de Judea Poncio Pilato (Peter Firth) le confía la misión de restablecer el orden en la provincia tras la muerte de Jesús.

Obviamente, luego del deceso de profeta reina el desencanto y la confusión, particularmente entre sus fieles que se resisten a aceptar tan dramática contingencia.

Esa situación es potenciada por la promesa del líder religioso de que resucitará al tercer día de su muerte, lo cual genera una lógica expectativa tanto en sus seguidores como en los religiosos hebreos que lo condenaron y en el propio gobierno imperial.

Las primeras secuencias trasuntan la profunda conmoción provocada por la ejecución de Jesucristo, que aparece crucificado en el momento de su agonía.

Esta escena, que en poco difiere de lo que se pudo observar en films precedentes, es, sin embargo, el punto de partida de una pesquisa destinada a determinar el paradero del desaparecido cuerpo del fallecido.

En buena medida, el sellado de la tumba que guarda los restos del martirizado es un símbolo del acuerdo rubricado entre el invasor romano y los sacerdotes judíos, quienes aceptan sumisamente la humillación con tal de preservar sus privilegios.

Esta es la primera referencia política que aporte esta película, que sugiere –sin ambages- que el asesinato del nazareno se originó en  una conspiración que involucró a dos poderes.

No obstante, la película evoluciona en una investigación destinada a esclarecer el misterio de la desaparición del cuerpo supliciado y ultrajado del profeta.

Por supuesto, la pesquisa está a cargo del severo militar romano, quien interroga a seguidores y allegados con el propósito de develar el misterio y evitar un eventual alzamiento de los fieles del líder religioso crucificado.

Naturalmente no faltan operaciones de remoción de tumbas, con el propósito de hallar el cuerpo y así desactivar el clima de agitación que se va apropiando de la provincia romana.

Risen

Una de las mayores virtudes de la película es la riqueza del personaje de Clavius, un ambicioso soldado hastiado de la guerra y con aspiraciones políticas, cuyo único propósito es cumplir con su misión de restablecer el orden y regresar a Roma.

Empero, la tensión de la primera hora del relato no se sostiene, en tanto la historia luego deviene en una de las tantas reproducciones del cine de propaganda cristiana a las cuales nos tiene acostumbrados el cine de industria.

Más allá de una atinada reconstrucción de época y de los plausibles desempeños actorales de Joseph Fiennes y Peter Firth, esta película está lejos de colmar las expectativas de los incondicionales del cine histórico.

Se trata de un producto de fácil digestión que para nada confirma lo que inicialmente insinúa, transformándose en una extensión del ya nutrido y recurrente catálogo de cine bíblico.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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