El discurso del gobierno tras la derrota en la Cámara baja -a través de los ministros Jaques Wagner y José Eduardo Cardozo- sustentó que el proceso de impeachment en curso es un golpe, y que la presidenta resistirá hasta el fin para demostrar su falta de base jurídica.
Es cierto que en el Senado el ambiento no será el de «palo y a la bolsa» verificado en la Cámara de Diputados, especialmente en lo referido al derecho a la defensa.
Pero lo que está en curso es una lucha de poder, no un juicio propiamente dicho. Por eso, antes de otra batalla sin gloria, Dilma puede ser convencida de aceptar una salida por la vía del pueblo, es decir, la renuncia a dos años de mandato, con reforma política y elecciones presidenciales en octubre, junto a las municipales pautadas para esa fecha.
El presidente del Senado, Renan Calheiros, es un candidato natural a ser el articulador de esta solución y ha considerado la posibilidad.
En el Senado ya existe un ambiente favorable. Este lunes por la mañana, un grupo de senadores independientes, es decir, ni del PT ni del PMDB, defenderán la propuesta «Ni Dilma, ni Temer, directas inmediatamente». En el grupo están los senadores Walter Pinheiro (sem partido, ex-PT), Cristóvam Buarque (PDT), Randolfe Rodrigues (Rede), João Capiberibe (PSB), Lidice da Mata (PSB) y Paulo Paim (PT).
Si el presidente del Senado acepta el desafiante papel de articulador del acuerdo nacional, tendrá que obtener en primer lugar la anuencia de Dilma. La propuesta no puede partir de ella, inclusive para que no parezca que está huyendo del juicio político. Tendrá que ser una iniciativa del Senado, hilvanada por diferentes partidos. El PT debe aceptar, incluso porque tiene un buen candidato, Lula.
La alternativa a una elección sería enfrentar el proceso de juicio político en el Senado, sin garantía de victoria, consumiendo energías con recursos legales ante el Supremo Tribunal Federal y defensas jurídicas que caerán en oídos sordos. Y al final, si pierden, entregar el gobierno en bandera a Temer. Con las elecciones, él y su pandilla verían el dulce golpista caer de sus bocas.
¿Y el PSDB? Si hacen las cuentas, la oposición socialdemócrata concluirá que no tiene nada para ganar si apoya a un gobierno de Temer que cargará la marca del golpismo, que será protestado en las calles y no tendrá autoridad para enfrentar y solucionar la crisis. Con elecciones podría lanzar a uno de sus candidatos.
Después viene la constelación de partidos secundarios: no tendrán candidato, pero podrán nuevamente negociar apoyos para tener lugar en un futuro gobierno. Hablamos de una fórmula que puede tomar cuerpo de aquí en adelante. Su éxito dependerá del desprendimiento de Dilma, que pierde dos años de mandato pero sale en buenas condiciones, librándose de una condena humillante e injusta.
También dependerá de Calheiros, de Lula y mucho del PSDB. Si no, veremos la prolongación de la crisis hasta la conclusión del rito en el Senado y, al final, una solución que no será solución. Dilma, que obtuvo apenas 137 votos en su defensa en la Cámara, si llega a ser absuelta tendrá enormes dificultades para recomponer la gobernabilidad. Y Temer, por todo lo antes dicho, no será garantía de estabilización. Lo máximo que hará será un mandato-fusible, enfrentando un conflicto tras otro.
Por Tereza Cruvinel para «Brasil 247 ES»
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