La mega industria cinematográfica de Hollywood como objeto de desmelenada parodia, con abundantes apuntes políticos y cómplices miradas cinéfilas, es la propuesta de “¡Ave César”!, la flamante comedia de los laureados hermanos Joen y Ethan Coen.
Sin dudas, la filmografía de los Coen es una suerte de clásico para los amantes del cine independiente, que alcanzó hitos memorables con películas de la talla de “Barton Fink”, “Fargo”, “El gran Lebowski”, “El hombre que nunca estuvo” y “Sin lugar para los débiles”, entre tantas otras producciones que están a la altura del paladar de los espectadores inteligentes.
La obra de estos dos cineastas de real fuste, que atraviesa virtualmente todos los géneros –el drama, el policial, la comedia y hasta el western con “Temple de acero”- es una suerte de legado artístico que privilegia la crítica y se mofa despiadadamente de los prejuicios, los mitos y los estereotipos.
Como en otros casos, “¡Ave, César!” se burla -sin ningún pudor -de la denominada era de oro de Hollywood, un tiempo histórico caracterizado por las mega-producciones de alto presupuesto, pero de relativo y en algunos casos inexistente valor artístico.
Ese auténtico fenómeno de masas -que colmó cines y conmovió la taquilla- coincide naturalmente con la prolífica década del cincuenta del siglo pasado y la irrupción de célebres estrellas destinadas a perpetuarse en la historia del cine de industria.
Empero, ese esplendor estuvo también eclipsado por la persecución política a guionistas, directores y actores, perpetrada por la denominada Comisión de Actividades Antiamericanas, en la fase más crítica de la hoy descongelada guerra fría.
Algunos de ellos fueron víctimas de la intolerancia de una sociedad conmovida por una escalada de intolerancia fascista, censurados y prohibidos y marginados de la actividad artística.
Es precisamente en ese espacio temporal que está ambientada esta comedia de humor por momentos sardónico, cuyo protagonista es Eddie Mannix (Josh Brolin), un ejecutivo del Capitol Pictures Studios de Hollywood.
Por supuesto, este hombre, que se confiesa en la iglesia cada 24 horas por nimios deslices pero oculta sus auténticos “pecados”, es un arquetipo del productor que debe resolver todos los problemas que se plantean cotidianamente en una empresa cinematográfica.
Por supuesto, su rutina es mantener prolongadas entrevistas, solucionar imprevistos y, obviamente, conciliar con directores y actores que no sintonizan entre sí, entre otros contratiempos.
Desde las primeras secuencias, el relato brinda las claves de lo que se avecina, cuando Eddie debe convencer al iracundo y meticuloso director Laurence Laurentz (Ralph Fiennes) que acepte en el reparto de un drama a Hobie Doyle (Alden Ehrenreich), un torpe actor de westerns que no es capaz de memorizar un breve parlamento y se limita a balbucear.
También deberá lidiar con la actriz y avezada nadadora DeeAnna Moran (Scarlett Johansson), quien queda embarazada en plena soltería, lo cual constituye todo un escándalo para la mojigata moral de la época y codiciada mercadería informativa para el periodismo de chismes que suele frecuentar los estudios.
No menos problemático será negociar con prominentes referentes católicos, judíos y protestantes, antes de lanzar una superproducción bíblica al mercado llamada precisamente “¡Ave, César!”.
Empero, el desiderátum en materia de problemas es el secuestro de Baird Whitlock (George Clooney), precisamente la estrella de “Ave César”, por parte de un grupo clandestino de guionistas de ideología comunista.
Todos estos ingredientes aportan al film el condimento necesario para transformarlo en una comedia tan aguda como chispeante, en la cual abundan los guiños cinéfilos y las referencias a una época de fuertes conflictos de intereses económicos y políticos.
Una de las escenas sin dudas más memorables es la apacible incursión de un submarino soviético en las costas norteamericanas, que es abordado por uno de los miembros de la presunta organización marxista.
Aunque este film está lejos de la mejor producción de los hermanos Coen, igualmente promueve una profunda reflexión sobre el apócrifo esplendor de una auténtica máquina de sueños, de vanidades y de grandes mentiras, como sin dudas fue y es la industria cinematográfica de Hollywood.
Más allá de eventuales salvedades “¡Ave, César!” es una comedia sardónica y por cierto irreverente, dotada de una cuidada reconstrucción de época que pone particular énfasis en la recreación de los estudios de filmación y cuenta con un reparto actoral altamente competente.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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