Después del pan, la educación

Tiempo de lectura: 3 minutos

Para enseñar hay que saber; pero para educar hay que ser.

¿Qué podemos hacer para que en Uruguay los estudiantes tengan acceso a una educación de calidad que asegure los valores y conocimientos necesarios para este nuevo mundo en el cual les toca vivir?

Hay que rescatar la dignidad. La dignidad del profesor y la dignidad del estudiante. La dignidad de la labor cumplida y la satisfacción de tener la oportunidad bendita de poder progresar a través del estudio y del trabajo. Debemos fomentar en los jóvenes el orgullo de no ser un “ni-ni”.

Para ilustrar este problema recordamos que en el año 2013 un 33% de los alumnos reprobó el primer año del Ciclo Básico.

En primer lugar, aunque resulte obvio, la profesión de maestro y profesor debe ser valorizada, reconocida como uno de los trabajos más respetables que sembrarán las semillas del futuro. No es una frase linda, ni es una frase discutible. Es una idea que se debe permear en toda la sociedad, en todos los sectores, en todos los ámbitos, y, sobre todo, al interno de cada familia uruguaya.

2-COLUMNISTA-CCCLa familia, que es el pilar de cada niño y de cada joven, debe reconocer el lugar que ocupan los docentes en la formación de sus hijos. Deben trabajar en forma conjunta para llegar al objetivo de educar en valores a través del ejemplo.

En segundo lugar, la educación no debe terminarse inexorablemente en el ámbito escolar, debemos educar en el día a día a nuestros hijos para que aprendan a dar valor a algunas conductas y comportamientos que les ayudarán a convivir de mejor manera y a sentirse bien en el ambiente en que se encuentren.

Un niño que sabe respetar a los demás, será más fácilmente respetado, y así con todo.

En tercer lugar, el desafío consiste en crear continuamente nuevos escenarios donde docente y alumno a partir del contacto con el conocimiento  y las  distintas realidades sociales se expresen, participen  y se posicionen, implicándose afectiva y cognitivamente, comprometiendo su opinión aprendiendo a valorar valiéndose de los procedimientos críticos propios o sea, aprendiendo a argumentar moralmente y a actuar en consecuencia, único medio de potenciar su formación como ser humano apto para vivir en democracia. Debemos educar en la ética desde la primera infancia.

Como podemos intuir, este desafío no se soluciona con una computadora por niño.

Ni se soluciona con paros, ni con disminución de días de clases, ni con falta de respeto hacia los que opinan diferente. No se soluciona con partidas presupuestales miserables y mal gestionadas, ni destruyendo los locales de estudio. No se soluciona negando la realidad creando como alternativa nuevos organismos.

Por último, en Uruguay menos de un 40% de cada generación culmina la educación media superior. Este dato nos ubica al final de la lista de los países en términos de jóvenes con educación secundaria terminada y con posibilidades de acceso a la educación terciaria. Este dato nos da una pauta irrefutable sobre las posibilidades de un futuro digno para nuestros jóvenes.

Analizando el estudio más reciente, referido a los principales desafíos de la educación en nuestro país, en materia educativa, el “Informe sobre el estado de la educación en Uruguay 2014”, vemos que en él se plantea cuáles son los retos más importantes a superar, entre los cuales figuran, en primer lugar, aspectos relacionados a la actual estructura curricular, seguido de las prácticas de evaluación en las aulas, el vínculo entre las instituciones educativas y los adolescentes, las condiciones de ejercicio de la profesión docente, la gestión de la educación secundaria, y finalmente, la inversión en educación.

Las acciones que se tomen de aquí en más tienen que poner énfasis en motivar al estudiante y al docente, en generar un espíritu inquieto que sienta la pasión por pensar y por saber unido a un espíritu de servicio hacia la comunidad. Debemos trabajar para que no persista el “divorcio” actual entre docentes, autoridades gubernamentales, directivos y la sociedad uruguaya en general.

La crisis actual de valores es una oportunidad que desesperadamente debemos aprovechar para reflotar la sana y sabia cultura del trabajo y del esfuerzo.

 

Por Lic. Gabriela Tambasco Ramos
Master en Integración Regional y Relaciones Económicas Internacionales, Universidad de Barcelona. Master en Integración y Comercio Internacional, Universidad de Montevideo.

La ONDA digital Nº 767 (Síganos en Twitter y facebook)

 

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.