No tenemos miedo. De nada valen las dilatorias. “El jugar a que el tiempo pase” y por fin, el olvido o la resignación lleguen. Tampoco sirve la amenaza, con robo de documentación y fotos extorsivas. Decenas de miles una vez más llenamos 18 de Julio con un silencio estremecedor.
La marcha del año pasada tuvo una presencia también enorme, pero diría que fue de un silencio indignado. Las declaraciones del Ministro Huidobro habían contribuido mucho a ello.
Esta marcha del viernes tuvo componentes distintos, no sé, quizás haya sido un percepción mía, pero fue una marcha profundamente emotiva. Singularmente silenciosa, con una multitud enorme volcada a las calles, autorregulada, sin ningún tipo de estridencia pero de un pedazo enorme de pueblo que no admite la resignación o el olvido.
Es otro capítulo donde a la sociedad uruguaya se le quiere imponer una solución, con la que no está de acuerdo.
Escondidos detrás de otros silencios, de esos que son cobardes, que operan en las sombras como nubarrones en espera sobre la democracia uruguaya. Desde allí cada tanto se animan a amenazar con” acciones terroristas”. No pusieron bombas, pero amenazan, aparecen militares retirados animándose a reclamar auditorías por los gastos que se realizan para buscar los que ellos mismos esconden. Declaraciones que hablan de un gobierno dictatorial con aciertos. Hace mucho que no se atrevían a tanto.
La desaparición fue parte importante en la siembra del terror. Pretenden seguir marcando su vigencia, su presencia. Doscientos desaparecidos siguen allí, esperando que sus familias los encuentren, tengan un lugar a donde ir a rendirles tributo. Eso es lo que nos niegan.
Las decenas de miles que marchamos, de varias generaciones, le dimos un grito de silencio. No hay construcción democrática posible si las heridas del pasado no se cierran. El marco continental parece poco propicio por estos días para reclamos de DDHH. También a eso le dijimos no, no hay marcos más o menos propicios. La pelea por justicia es inclaudicable y miles de orientales no están dispuestos simplemente a aceptar que éste es un capítulo cerrado.
Claro que Ellos están en nosotros.
Por Walter Martinez
Columnista uruguayo
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