A ocho décadas de una gran catástrofe ambiental, el emporio agrícola de California parece encaminado a repetirla. Si la gran sequía que afecta al oeste de los Estados Unidos se perpetúa puede producirse un Tazón de Polvo del siglo XXI y la última vendimia podría ser la de las uvas de la ira.
Durante el siglo XIX el centro del continente norteamericano fue colonizado por descendientes de europeos y hacia principios del siglo XX ya estaba cubierto de granjas de agricultura familiar. Luego de eliminar o desplazar a los habitantes anteriores, los inmigrantes europeos y sus descendientes adoptaron una agricultura con mucha mecanización y eliminaron las praderas naturales para cultivar granos. Sus cosechas crecían y todos creían que esa forma de producción era racional y eficiente. Todos pronosticaban un futuro magnífico. Pero no era una agricultura sustentable. La tremenda crisis financiera desatada por la implosión del mercado finanaciero, en setiembre de 1929, entró en conjunción con una gran sequía y todo se vino abajo en pocos años. En Estados Unidos muchos recuerdan el golpe final: the Dust Bowl (expresión que se podría traducir como El Tazón de Polvo).
Al principio de esa terrible crisis, mientras en las ciudades quebraban las empresas y aumentaba la desocupación y la miseria, en el campo los campesinos todavía podían sobrevivir de lo quedaba: la tierra y ya bien instalada la Gran Depresión, muchos millones de personas seguían viviendo en sus granjas, más o menos como antes. Entonces comenzó una gran sequía (prácticamente no llovió entre 1932 y 1939). Los campesinos siguieron arando sus tierras profundamente, excavando pozos cada vez más hondos para poder seguir regando, fertilizando y extrayéndole tanto como podían a una tierra cada vez más debilitada, sin otro límite que la necesidad de dormir algunas horas por día. A principios de los años 30, justo cuando el precio de los granos estaba muy bajo porque casi nadie podía comprar pan, estos agricultores consiguieron la mayor cosecha de trigo de la historia.
Poco después, la combinación de la crisis financiera, la sequía y la superexplotación conseguida con las técnicas agrícolas ”eficientes” arrasó las granjas. Primero desapareció el pasto y con este, el ganado; el viento comenzó a llevarse la tierra de a poco, en ráfagas de polvo cada vez más grandes. Se secaron los árboles y comenzaron a morir los niños y los viejos, los más débiles. Luego se dispersaron las familias y las granjas, estériles, fueron abandonadas. Un ejemplo entre tantos de las consecuencias de la agricultura no sustentable, como podría ser la que ahora se impone en Uruguay.
Al perder su tierra de modo tan inesperado, millones de personas emigraron a otras regiones buscando tierras para trabajar y muchos tuvieron la suerte de llegar a California, la tierra de promisión. El escritor John Steinbeck (1902 – 1968) los visitaba en sus campamentos de refugiados para alentarlos y entrevistarlos. Escribió una de sus mejores novelas, Las Uvas de la Ira, inspirado por los testimonios de esas experiencias dolorosas y la rabia de la gente empobrecida y expulsada de sus granjas.
El libro generó inmediatamente grandes debates y al año siguiente John Ford estrenó su película con el mismo título, con Henry Fonda en el papel principal yJane Darwell interpretando a una madre migrante (ganó el Oscar a la mejor actriz por ese rol), que luego de pasar varias penurias dice unas frases memorables: ”Pero nosotros seguimos caminando. No pueden aplastarnos (…) Seguiremos siempre (…) somos el pueblo” (But we keep a-comin’.We’re the people that live. Can’t nobody wipe us out. Can’t nobody lick us. We’ll go on forever. We’re the people).
Una de las muchas consecuencias de esta catástrofe ecológica y social fue que durante el programa estatal de recuperación económica llamado ”New Deal” – promovido por el presidente Franklin D. Roosvelt – una oficina estatal contrató artistas y fotógrafos para documentar el éxodo de los pobres del campo. Dorothea Lange (1895 – 1965) fue una fotoperiodista encargada de esta tarea y consiguió algunas de las imágenes más impresionantes y famosas de la historia de la fotografía. Sus maravillosas fotos nos siguen interpelando y se exhiben en exposiciones y museos. Sus imágenes muestran a menudo familias de campesinos migrantes viviendo en carpas y asentamientos a la vera de los caminos, chiquilines con cara de mucha hambre, hombres y mujeres mirando hacia el oeste.
El Tazón de Polvo terminó mal para algunos y bien para otros. La mayoría de los campesinos que migraron al oeste consiguieron establecerse en la tierra prometida, Steinbeck recibió el premio Nobel de literatura, Ford un premio Oscar y Lange una beca Guggenheim y tal prestigio que aún hoy se organizan exposiciones de sus fotos de migrantes.
El Tazón de Polvo sigue presente en la cultura estadounidense y el año pasado, un hijo del gran escritor (Thomas Steinbeck, también escritor) le entregó a Ken Burs el ”Premio John Steinbeck” por su documental The Dust Bowl.
Pero Steinbeck también estaba preocupado por la posibilidad de que la gran sequía llegara a sus pagos. En su libro Al este del Edén, escribió sobre los ciclos de la lluvia en el valle de Salinas, donde se crió y escribió varios de sus mejores libros. Steinbeck ya no está para verlo, pero una gran sequía ha llegado a California y las fuentes que abastecen al río que irriga su querido valle, una de las principales regiones de la agricultura californiana, están casi vacías.
En los ochenta años que han transcurrido desde el Tazón de Polvo, los migrantes y sus descendientes en California siguieron dedicándose a la agricultura y hoy este estado produce casi la mitad de las frutas y hortalizas consumidas en todo el país. Un dato que parece extrafalario: si bien California produce de todo, el cultivo de mayor crecimiento (y el segundo en importancia, después de las uvas del libro y la película) es la almendra porque ”da mucho dinero”, a pesar de que también es el cultivo que exige más regadío; hasta el año pasado California era el principal productor mundial de almendras y su cosecha generó 4.350millones de dólares (1). Una de las principales fuentes de plusvalía en este maravilloso desarrollo económico ha sido la explotación de millones de braceros ingresados clandestinamente desde regiones al sur de California, donde la pobreza incita a emigrar hacia el norte. Así que también ahora existe un fuerte componente migratorio en esta mezcla explosiva de crisis financiera, sequía y agricultura no sustentable.
Usando mano de obra barata de inmigrantes del sur, los descendientes de los migrantes del este que entrevistó Steinbeck y retrató Lange se empecinan en ayudar al clima a destruir la tierra, bombeando agua para regar sus cultivos, usando tractores y maquinarias para arar, plantar, fertilizar y cosechar la tierra más allá de los límites y cubriendo enormes superficies con venenos para controlar las plagas que inevitablemente prosperan de la mano de ese tipo de agricultura ”eficiente” y ”desarrollada”, como si sus abuelos no les hubieran hablado del Tazón de Polvo y nadie los hubiera puesto al tanto sobre los resultados de cientos de estudios de ecología hechos durante las últimas décadas.
Muchos de esos estudios han sido resumidos en el libro One with Nineveh (2) por Paul y Anne Ehrlich, dos universitarios que han estudiado la relación entre la ilusión de aumentar la producción agrícola por medio de desarrollos tecnológicos sin tener en cuenta las consecuencias catastróficas de explotar los recursos másallá de los límites ecológicos, desde épocas babilónicas.
En nuestro siglo, la gran sequía actual que se registra en California también se agrava por el uso de una nueva tecnología: el ”fracking”. Este nuevo método de extracción de gas y petróleo no solo puede contaminar el subsuelo y a veces los embalses sino que siempre y necesariamente consume muchísima agua. Su uso masivo en varias regiones de los Estados Unidos, incluso en Texas y California, donde el agua no sobra ni siquiera en épocas normales, ya está generando tensiones entre ambas actividades (3).
Hace unos meses el gobernador de California decidió declarar a su estado en emergencia por sequía y poco después el presidente Obama viajó hasta allí para mostrar su solidaridad y prometer ayuda federal. Las promesas del presidente fueron amplias y generosas (4), pero si los granjeros siguen cultivando y no llueve pronto y mucho y si las empresas petroleras siguen bombeando agua desde reservas y napas freáticas cada vez más profundas y exhaustas, para continuar la extracción de hidrocarburos por medio de ”fracking”, el viento se llevará la tierra y los agricultores deberán abandonar sus parcelas desertificadas por la erosión y arrasadas por incendios.
Esta vez no hay adonde escapar y si esto ocurriera tampoco habrá un John Steinbeck para dar testimonio de la catástrofe en una gran novela o una Dorothea Lange, para perpetuar tanta penuria en fotos.
Por Rafael Cantera
La ONDA digital Nº 672
(1)http://www.marketwatch.com/story/almond-crunch-california-drought-withers-world-supply-2014-03-11
(2)http://www.amazon.com/One-With-Nineveh-Politics-Consumption/dp/1597260312
(3) http://www.theguardian.com/environment/2014/feb/05/fracking-water-america-drought-oil-gas
(4)Dicho sea de paso, casi al mismo tiempo, con el auge de la crisis en Ucrania, Obama también le prometió a Europa disminuir su dependencia de los hidrocarburos rusos sustituyéndolos por petróleo extraído mediante ”fracking” en los Estados Unidos. (http://www.theguardian.com/environment/2014/feb/05/fracking-water-america-drought-oil-gas). Ni la Unión Europea ni Rusia tomaron en serio semejante disparate.
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