El arte es terapéutico, ayuda a muchas personas a superar enfermedades, trances psicológicos difíciles como depresiones y lutos. Las terapias de desintoxicación de drogas incluyen clases de música, literatura pero, sobre todo, artes plásticas. La relación con los materiales, la posibilidad de explicarse a sí mismo con otro lenguaje es muy benéfico. La constancia en el trabajo que deja obras y testimonios materiales de este proceso, alienta a mantener el tratamiento.
George W. Bush, ex presidente de USA, acaba de mostrar al mundo sus obras pictóricas. La crítica y la prensa norteamericana, se lanzaron sobre la oportunidad de destrozarlas. Lo analizaron y juzgaron con más dureza y violencia que la usada para un profesional. El New York Times y su directora de arte Roberta Smith lo atacó como nunca lo ha hecho con uno de sus amados artistas conceptuales VIP que encumbra hasta la hilaridad.
Existen aquí varios factores
Bush tiene tras de sí el ominoso legado criminal de la guerra de Irak de la que él fue responsable, masacró un pueblo que nada tenía que ver con los atentados del 11-S en las Torres Gemelas. Que no haya sido juzgado por esa guerra, no lo exime de su culpabilidad. Por otro lado este señor, ahora retirado, inició una cura alcohólica, y esas pinturas son parte de su rehabilitación física y social. No es pintor, lo que hace no es arte, pero no lo pretende.
La colección de obras está pintada a partir de fotografías de líderes mundiales con los que convivió durante su gobierno. Se titula “El arte del liderazgo: la diplomacia personal del presidente”. Estas piezas no tienen valor artístico, pero lo que sí hizo es una galería del horror neo liberal.
Es revelador que en un proceso de desintoxicación, Bush sacara a la luz estos rostros. Es como si exorcizara su pasado de rey del planeta. Exhibirlas no lo hace artista, demuestra que el poder puede jugar con su pasado, con su imagen y pretender que tiene otro rostro, literalmente, porque hay autorretratos.
Entre la galería de la ignominia está Tony Blair, José María Aznar, Angela Merkel, Hamid Karzai presidente de Afghanistan, y varios personajes que se ambientan con memorabilia, fotografías, objetos y demás suvenires. Estas pinturas, en una terapia de diván psiquiátrico parecen denuncias, Bush en su rehabilitación le dice al mundo “no fui yo solo, estos me acompañaron en el poder, ellos son tan responsables como yo”.
Blair, como Bush, anda libre, millonario y apoyó cada uno de los atentados del ex presidente. Al llamarla “diplomacia personal” hace énfasis en la estrecha relación que mantuvo con ellos, eran “amigos” en el sentido político, es decir, compartían intereses y reglas, se cubrían unos a otros. Una pandilla, una mafia. Le agradezco al sr Bush que con estas obras apoyara al juicio de la Historia. Por eso debería seguir pintando a sus perros, los únicos seres nobles y decentes de esa colección y de su administración.
Por Avelina Lésper
Crítica de arte mexicana
La ONDA digital Nº 673
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