Ruegue por el mundo, dice un dramático comentario del Huffington Post, luego del devastador ataque contra quienes celebraban, en el Paseo de los Ingleses, en Niza, un nuevo aniversario de la revolución francesa. Es una respuesta al Ruegue por Niza, que empezó a circular luego de conocerse el atentado cometido en esa ciudad por un chofer de camión, el jueves pasado.
Según datos del ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, al menos 84 personas murieron en el ataque, entre ellas algunos niños. Decenas resultaron heridas, 50 de las cuales se encontraban entre la vida y la muerte, dijo el viernes, horas después del ataque, el presidente francés, François Hollande.
El criminal, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, un francés nacido en Túnez, de 31 años, fue reivindicado como seguidor del Estado Islámico (EI), en un comunicado hecho público por Amaaq, la agencia que el grupo usa para informar de sus acciones. No se ha podido confirmar esa militancia, pero resulta difícil imaginar otra razón para un atentado como el cometido por Bouhlel.
Horas después de que EI se adjudicara el ataque, el ministro de Interior de Francia, Bernard Cazeneuve, dijo que Bouhlel debió haberse radicalizado «muy rápido».
No es Niza la que está bajo ataque, es el mundo, se puede leer en la nota del Huffington Post. Y ha sido así desde hace ya un tiempo. La invasión de Irak, el 2003, viene a nuestra memoria, agrega. Este método de terror nos está quitando la alegría de vivir en una escala global. Algunos rincones del mundo han sido designados como problemáticos. Otras, en lugares distinguidos, donde no se espera que ocurran esas desgracias, cuando ocurren son tratadas en detalle y pedimos a dios que nos ayude a enfrentar las consecuencias de ese horror inesperado.
“Podemos inclinar nuestra cabeza y rezar para que los ciudadanos de Niza puedan superar esta última catástrofe, pero tampoco podemos negar que este virus se ha estado esparciendo hace ya algún tiempo”, dice el artículo.
No es demasiado tarde –agrega– “para que entendamos y respetemos el hecho de que no podemos elegir que naciones honrar porque este nefasto estado de cosas ha superado todos los límites. Estamos oficialmente todos jodidos”.
Nada que aprender
La masacre de Niza se suma a otras recientes, que han conmovido a Francia y causado estupor en Europa.
George Parker, del Newyorker, habló sobre el tema, igualmente en un tono irónico y cínico.
El asesinato masivo de gente común disfrutando de un fin de semana –padres e hijos, parejas, jóvenes, todo tipo de gente disfrutando de la vida– es ya un lugar común, afirmó.
Ha pasado a turistas europeos en una playa en Sousse, Túnez, el verano pasado, a cristianos paquistaníes en un parque de diversiones de Lahore en marzo, y a familias shiítas iraquíes celebrando el fin del Ramadán en Bagdad hace dos semanas. “Nada como la sorpresa causada por el cálculo diabólico del máximo daño posible”.
“Los asesinos de París, en noviembre pasado, y de San Bernardino en diciembre, y de Orlando el mes pasado, eligieron espacios abarrotados, de los cuales era difícil escapar, como lo hizo el chofer del camión en Niza”.
La transformación de un objeto común en un arma de destrucción masiva tampoco es algo nuevo. Basta recordar el ataque contra las torres gemelas de Nueva York, hace ya 15 años.
“No hay novedades en la masacre de Niza. No hay nada que aprender. Es algo con lo que vivimos, con lo que nos estamos acostumbrando a vivir”, concluye.
Doble rasero
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, reaccionó a la masacre pidiendo a Occidente “poner fin a las políticas de doble rasero y luchar seriamente contra los teroristas”. Putin recuerda así el apoyo a los grupos que tratan de derrocar al presidente de Siria, Bashar al-Asad, o a los que derrocaron a Muamar el Kadafi, en Libia, siempre en nombre de la libertad y la democracia, pero que acabaron conduciendo a situaciones mucho más dramáticas que las que pretendían resolver. Lo mismo ocurre en África, donde se multiplican los grupos terroristas.
Reacción mundana
Robert Fisk, periodista británico, corresponsal del The Independent en Oriente Medio, calificó de “mundana hasta el punto de la locura” la reacción política a este crimen de lesa humanidad en Niza.
“Hollande –o general Hollande, como la prensa francesa lo motejó cuando envió a sus legionarios a combatir a los islamitas en Malí– anunció que Francia reforzará sus acciones en Siria e Irak”, recordó Fisk.
Las aventuras en el extranjero tienen un costo terrible, agregó. “Afirmar que no es así, o declarar pomposamente que los bombazos en Londres o París nada tienen que ver con los bombardeos en Irak, es una deshonestidad”.
“No es conveniente sostener esta dolorosa historia como una especie de excusa o causa de raíz de los asesinatos en masa en Niza, pero en algún momento los occidentales tendremos que aprender que si intervenimos militarmente en Malí o Irak o Libia o Siria, o interferimos en Turquía o Egipto, en el Golfo o en el Magreb, entonces no estaremos seguros en casa”.
Fisk recordó también lo que calificó de “tensa historia colonial de Francia en Argelia y Túnez”, donde se conmemora los 60 años de independencia, “así como la creciente y temible presencia islámica en la política de ese país desde la revolución de 2011”.
Es que Túnez, un país de 11 millones de personas, ha producido en años recientes más combatientes extranjeros para la causa yihadista que ningún otro, estimados en seis o siete mil. Una yihad que calza perfectamente en un mundo de jerarquías que se desploman, de instituciones desacreditadas y de medios de comunicación universales, como señaló otro analista.
Escenario patético
Lo cierto es que ver a Hollande y a su primer ministro, Manuel Valls, llamar a la unidad resultaba patético. «Tenemos que mostrar solidaridad y calma colectiva», decía Vals a sus conciudadanos, solo días después de que los franceses hayan mantenido una de las mayores luchas políticas contra la reforma del Código de Trabajo que, sin apoyo suficiente en el Congreso, decidieron imponer por decreto. O de que se revelara, con escándalo, que el peluquero del presidente francés gana casi 10 mil euros al mes.
No era muy distinta la imagen de Jean–Claude Junker, presidente de la Comisión Europea, o la nueva primer ministro británica, Theresa May, apelando a “nuestros valores” para condenar los atentados, sin explicar si esos valores eran los del imperio colonial británico o los de su antecesora en el cargo, Margaret Thatcher. Hace tan solo tres meses, George Monbiot, escritor y columnista británico, escribía en The Guardian un artículo titulado “Neoliberalismo, la ideología que está en la raíz de todos nuestros problemas”. La misma que implantó de manera radical en el Reino Unido la antecesora de May en el cargo. Después que Thatcher y Reagan asumieron el poder, se aplicó el paquete competo, recuerda Monbiot: recorte de impuestos para los ricos, aplastamiento de los sindicatos, desregulación, privatizaciones, outsourcing y competencia en los servicios públicos. Los resultados están a la vista.
El ministro del Interior polaco, Mariusz Blaszczak, fue más original: culpó del ataque a lo que estimó como «muchos años de políticas multiculturales y corrección política» aplicadas en Europa.
Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr
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