El Mercosur está acéfalo según todo criterio. Mientras tanto, el mundo se mueve. Este podía ser un resumen de la situación.
El presidente Tabaré Vázquez declaró que la situación del grupo “es grave”; el canciller Rodolfo Nin Novoa, que “Venezuela no colabora mucho”; su par paraguayo Luis Loaiza que “existe la posibilidad que a Venezuela la expulsen del Mercosur, por la actitud hostil de este Gobierno” y que ese país tiene plazo hasta el viernes para ratificar los acuerdos del grupo; el Ejecutivo brasileño ordenó a todas las dependencias boicotear toda actividad convocada por Venezuela; una comisión del Senado de ese país reconoció la Presidencia Pro Témpore del país bolivariano; en el parlamento venezolano muchos piensan distinto; el presidente venezolano Nicolás Maduro dice cosas que es mejor no reproducir, y Argentina espera. Le toca asumir la presidencia en enero.
Luego de una reunión de todos menos Venezuela, que no quedó en nada, los presidentes de Paraguay, Horacio Cartes; de Argentina, Mauricio Macri, y el presidente interino de Brasil, Michel Temer -quienes culpan a Uruguay de la crisis-, se reunieron el fin de semana con motivo de la inauguración de los Juegos. Tabaré Vázquez no se contó entre los solo 45 jefes de estado presentes -la mitad que en Londres y Beijing-. Los tres presidentes mencionados acordaron una nueva reunión para este viernes a la que concurrirán con una lista de los incumplimientos que harían imposible, según ellos, que Venezuela asuma como presidente.
Es difícil hacer un análisis productivo de todo eso.
Uruguay tiene razón, jurídicamente su presidencia venció y la rotación por orden alfabético ya se aprobó por unanimidad. Venezuela quizá no tenga razón, la presidencia no se toma de facto, y es cierto que insultar a todos los que pretende coordinar no ayuda a consolidar un liderazgo.
Paraguay puede tener razón en que Venezuela no aprobó una serie de tratados fundamentales, incluyendo el referido a la democracia. Pero todos los países tienen atrasos en la incorporación de tratados mediante ratificación parlamentaria y, si Venezuela puede intervenir en otros ámbitos, no hay nada especial con la presidencia. Además, no se puede defender que las decisiones deben ser de consenso y expulsar a Venezuela sin que siquiera haya una reunión del grupo completo.
Macri comenzó su gobierno prometiendo precisamente que iba a pedir la expulsión de Venezuela; pero luego su canciller, Susana Malcorra, con más oficio diplomático y aspirante a la Secretaría General de la ONU, moderó los gestos. Temer no quiere al Mercosur y su canciller, José Serra, hace años que tiene como caballito de batalla la salida del grupo.
En resumen, la pretensión de nuestros socios originarios es política. Lo que es una conclusión demasiado pobre.
Una mejor pregunta es si se pierde mucho con todo esto. El Mercosur está prácticamente paralizado desde principios de este siglo. Entró en coma cuando se suspendió a Paraguay y de contrabando se resolvió la integración plena de Venezuela, que el parlamento Paraguayo demoraba. Ahora, seis meses más, hasta enero, ¿se van a notar?
Otra pregunta, ¿algo volverá a ser como antes? Porque los mercados comunes se han formado copiando el modelo europeo. Allí, de una unión sobre carbón y acero tuvo que avanzar hacia una unión aduanera. Pero cerrar un coto impidiendo la importación de terceros países puede ser una trampa si no se avanza en materia de normas, de compensaciones a países o regiones que pierdan con la unión. Se precisó un parlamento común. Y luego, no hay un mercado común solo si cada país toma medidas económicas independientes que favorezcan su competitividad. Hubo de plantearse una moneda única. Y cuando el euro hizo crisis con Grecia en 2010, el camino lógico y ya avizorado era que se pasara a tener un fisco común. Pero allí pararon. Y la CE comenzó a desintegrarse. El brexit quizá sea solo el comienzo.
Las integraciones comerciales son como andar en bicicleta. Si uno para se cae.
Para plantearlo de otra manera: El Mercosur no es el sueño de Bolívar. En todo caso, sería una pesadilla del emperador Pedro I. La idea de que la unificación latinoamericana debe comenzar por una unión aduanera proviene de Manuel Ugarte, conocido aquí por una relación con Delmira Agustini y en el resto de América por una gira de conferencias entre 1911 y 1913, en la que predicó la idea. La había tomado del Zollverein que fue el inicio de la unificación alemana por Bismarck. Es una idea atractiva, pero no probada.
La izquierda tuvo una relación ambigua con esto. En general, influida por Cuba, estuvo contra la Alalc (actual Aladi) en 1960, al punto que era uno de los puntos de la breve declaración Programática del Frente Amplio en 1971. Unificar fronteras sin una liberación previa solo serviría para que las empresas estadounidenses instaladas aquí se hicieran con todo el mercado. Cuando, 31 años después de la Alalc, casi improvisadamente se fundó el Mercosur, la izquierda lo meditó y algunos sectores mantuvieron su oposición a lo largo de la última década del siglo pasado. Y, de hecho, en la apuesta, Uruguay sacrificó a casi todo lo que le quedaba de industria tradicional.
Ahora está de moda el argumento de que el Mercosur se precisa para negociar con terceros con más fuerza. Es un argumento surgido en Itamaratí, en una versión se promete amparo brasileño a los países chicos; en otra, se fundamenta la pertenencia al grupo ante los poderes reales de Brasil. Digamos dos cosas. Si es solo para eso, es poco. Y además, no funciona así. El Mercosur no concreta acuerdos con terceros. Solo mantiene a tozudez una conversación con la Comunidad Europea de la que ya nadie espera mucho (aunque quién te dice).
Más bien, la experiencia indica que si los acuerdos de integración no le sirven a los países, tienden a morir. El Mercosur, como la CE, están en la cola. No han muerto, pero sí se han quedado sin libreto.
Gabriel Oddone dice que para nosotros la integración no es una opción, sino un destino. Un mercado cautivo por las barreras comunes, aunque en teoría no parezca una buena idea, nos puede servir para tener una industria, que precisamos porque ocupa mano de obra.
Desde 2005, la doctrina más o menos oficial uruguaya es el regionalismo abierto. ¿De dónde sale que Bolívar no hubiera querido un acuerdo de los países del Plata con los países “bolivarianos”, como Colombia y Perú? ¿Cuál es el problema con la Alianza del Pacífico? Al parecer, que tienen acuerdos comerciales con Estados Unidos. Parece un reflejo primitivo. Basta con incluir cláusulas sobre normas de origen de las mercaderías para que EEUU no pueda vendernos mediante triangulación. Además, en 1971 el Frente prometía “comerciar con todos los países del mundo”, no comerciar solo con quienes no comercian con Estados Unidos.
Y si en realidad el problema era que sus gobiernos eran “menos progresistas”, digamos que los años han pasado: “nos han igualao”.
Por Jaime Secco
Periodista uruguayo
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