La obsesión por lo prohibido, la pasión, el erotismo y la infidelidad son los cuatro disparadores temáticos de “La ilusión de estar contigo”, la agridulce y romántica comedia costumbrista de la realizadora y guionista francesa Anne Fontaine.
El film, cuyo título en francés es “Gemma Bovery”, es una adaptación libre precisamente de “Madame Bovary”, la inmortal novela de Gustave Flaubert, cuya publicación conmovió profundamente a la sociedad gala de hace más de ciento cincuenta años.
Típico exponente del denominado romanticismo tardío, este relato constituye un auténtico referente para el movimiento realista, una vertiente literaria que adquirió singular auge en la segunda mitad del siglo XIX.
La obra, que fue publicada originalmente en tres partes en 1856, constituye un crítico retrato de la sociedad burguesa de la época, que siguió a la Revolución Francesa y al reinado de emperador Napoleón Bonaparte.
Por sus peculiares características “Madame Bovary” se transformó en una suerte de objeto de culto para las mujeres, que se veían a sí mismos representadas en las transgresiones de la protagonista.
No en vano Emma Bovary, que es el personaje central de la novela, tuvo dos amantes pese a ser casada, acumuló cuantiosas deudas y –totalmente desolada- finalmente se quitó la vida ingiriendo arsénico.
Esa conducta, absolutamente inusual y rupturista para los paradigmas de una época tan pacata como conservadora, la transformó en una especie de símbolo de mujer libertina y emancipada, que convivió en un mundo gobernado por hombres.
Sin dudas, uno de los aspectos que más atraía a las lectoras eran las aventuras amatorias de la mujer narradas en el libro y sus encuentros sexuales, que, en buena medida, traducían todos los sueños eróticos de género femenino, en un contexto familiar y social de cruda represión.
“La ilusión de estar contigo” es una interpretación libre de la paradigmática novela, naturalmente con una ambientación contemporánea.
El protagonista de la película es Martin Joubert (Fabrice Luchini), un empedernido amante de la literatura parisino, quien se traslada a un pequeño pueblo de Normandía con el propósito de hacerse cargo, junto a su esposa, de la panadería heredada de su padre.
En ese contexto, su rutina se limita a amasar pan y otros productos de consumo masivo, lo cual imprime a su vida cotidiana de una rutina realmente extenuante.
En el contexto de su ardua tarea de elaboración igualmente reserva algunos momentos para la reflexión, con el foco puesto en los clásicos literarios que lo apasionan.
Empero, ni el tiempo ni el espacio ayudan para lucubrar y fantasear historias o bien parangonar personajes de su entorno con los de los textos que tanto venera.
En buena medida, el propio Martin experimenta la pesada frustración de vivir en un medio chato y nada motivador, que le impide trascender intelectualmente más allá de lo meramente cotidiano.
Toda cambia radicalmente cuando se muda frente a su casa el matrimonio inglés integrado por Charlie (Jason Flemyng) y Gemma Bovery (Gemma Arterton), dos nombres que sacuden al panadero de pies a cabeza.
En esas circunstancias, es absolutamente inevitable que el panadero los parangone con los personajes de “Madame Bovary” y, a partir de esa relación, comience a obsesionarse con la mujer.
En efecto, se trata de una joven de inconmensurable belleza e irresistible poder de seducción, cuya presencia naturalmente conmueve e impacta.
La verdadera “víctima” de esa aparición capaz de remover pasiones ya consumidas es por supuesto el protagonista, quien se dedica a espiar a la mujer y descubre su romance con un acaudalado estudiante parisino, quien funge como ocasional amante.
Esa relación prohibida dispara toda suerte de fantasías, que adquieren renovada complejidad por los encuentros furtivos que son, naturalmente, ignorados por el esposo.
En ese contexto, la directora y co-guionista Anne Fontaine construye una comedia agridulce que enfatiza las semejanzas con la obra original, sin soslayar su costado trágico.
Aunque abunda el humor –particularmente el indirecto y sugerente- el relato destila igualmente una considerable dosis de amargura, por el infausto destino originado en el determinismo literario y, en este caso, también cinematográfico.
Pese a todo, “La ilusión de estar contigo” es una comedia liviana, insulsa y poco consistente, que para nada hace honor a la calidad del texto original en el cual se inspira.
Empero, lo realmente rescatable es la actuación protagónica del siempre talentoso y expresivo Fabrice Luchini, la sugestiva música de Bruno Coulais y algunos subyugantes paisajes de la acogedora Normandía.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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