La vida en sociedad requiere un mínimo de consensos.Carls Sagan nos ilustró sobre la primacía del hombre de cromañón sobre los físicamente mejor dotados neandertal basada en la colaboración. Colaborar, que es también ayudar al otro, facilitarle la vida, no ponerlo en riesgo, vale para el tránsito vehicular. Y no tiene que ver solo con la velocidad, también con la forma de manejar. Atravesarnos, frenar de improviso, cambiar de senda sin aviso, son factores de riesgo, aunque proporcionales en magnitud, independientes de la velocidad de los vehículos.
Las rutinas sociales
Las rutinas en las actividades cotidianas, las costumbres colectivas asumidas por la mayoría remiten a determinaciones institucionales, que se traducen para el caso, en normas y señales. Llegan a formarnos reflejos condicionados cuando frenamos sin pensarlo al ver por delante una luz de freno roja, un cartel de PARE. Un componente de la seguridad es la confianza en que todos circulamos con referencias comunes. Así, cuando se establece un máximo de velocidad se asimila en la mente y memoria de la los conductores para obrar, incluso inconscientemente, en función del mismo. El efecto inmediato de cambios irracionales en las costumbres, contrariamente a lo buscado, genera inseguridad! Ello no invalida los cambios para contemplar nuevas costumbres pues la seguridad en el manejo de los vehículos y su velocidad crecieron simultáneamente y deben fijarse límites distintos a los de tiempos pasados. Pero en similares vías para transito rápido como la Rambla y Avenida Italia un solo máximo. Sin desmedro sino a favor de la seguridad, pues ahora la lentitud causa riesgo a los demás. Y si existe una sola curva a tener en cuenta, es mejor rectificar la curva!
Hay otras
El contemplar las costumbres es también válido para otras prácticas en la relación entre el Estado y los ciudadanos. Todos internalizamos los horarios de atención anunciados en invierno y verano. Concurrir a una oficina, comunicarse, es una práctica cuyos horarios son una referencia asumida. Romper con esto, como empezó a ocurrir con los entes públicos cuyos servicios adoptan horarios diferentes dentro del mismo ente, favorece a sus funcionarios. Pero perjudica a los verdaderos destinatarios del servicio que son los ciudadanos. Si abren a las 11 de la mañana, todas las oficinas deben abrir a esa hora. Y cerrar al público a la vez en una misma hora.
Siguen otros ejemplos como los horarios del transporte público. Para las empresas que atienden el servicio importan flujos y frecuencias, pero sobre todo respetar horarios pues, en definitiva, son la referencia tangible para el usuario.
En resumen
Cada vez que entro a una vía de tránsito debo atender _ para arterias similares como Av. Italia (75 km de max.) y la Rambla (60 km/h )_ velocidades distintas. Cada trámite con horarios distintos en el mismo edificio estatal. Cada desplazamiento por la ciudad pasa a ser una carrera contra reloj con duración indeterminada. La saturación de condicionantes evitables rompen las rutinas y llevan, inexorablemente, al aumento del estrés en la vida actual. Los resultados directos de adoptar o no los parámetros reseñados en la función pública hacen a la optimización de los servicios para funcionarios y usuarios. Y los beneficios intangibles, con actividades más simples y llevaderas, a una vida mejor para todos.
Por el Arq. Luis Fabre
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