Fue la séptima vez en seis años de gestión al frente de la cartera más política del sistema político uruguayo. Fueron seis años duros desde el inicio mismo, con un trágico incendio de una cárcel en Rocha que dejó 12 víctimas y desnudó crudamente la realidad de un sistema penitenciario que ayudó a refundar el mismo al que volvieron a sentar en el banquillo. Nada importa todo lo hecho, todo lo que cambió en una cartera que es otra -diametralmente otra- algo que ellos saben. Como también saben que vendrán otros hechos tristes, dolorosos, violentos, eso lo saben muy bien.
No necesitan adivinos ni correr ningún riesgo, saben -porque no son tontos y conocen bien el tema- que la sociedad es más violenta, saben que el delito cero es una utopía y que tendrán nuevos motivos para seguir intentando derribar al artífice de los cambios. Lo más triste es que también saben todo lo que hizo este Ministro, que el combate a la corrupción policial es frontal y no en vano ha llegado a picos de más de 300 destituidos en la fuerza por año.
Saben que hoy la ciudadanía confía más en la Policía que cuando ellos fueron gobierno. Saben que hoy la Policía recuperó dignidad desde el recibo de sueldo hasta el uniforme y el armamento que utiliza. Saben que cada $100 pesos que puso la ciudadanía para mejorar la seguridad se ejecutaron $97 en ese destino y -a pesar de lo que argumentan- los datos son buenos. Ellos saben que se acortan los tiempos para ganar una batalla porque la guerra la ganará Bonomi en poco tiempo más. Ellos saben que pronto los resultados serán ostensibles e irreprochables, por eso la premura y la ansiedad. Porque… ellos saben.
Datos y más datos
Hicieron la convocatoria en forma amplia, con lo cual pretendieron abarcar todo lo que pudiera y ocurriera hasta último momento. Si uno fuera paranoico hasta podría pensar que fue un montaje a sabiendas que habrían hechos significativos de violencia en el Estadio a escasas 48 horas de la interpelación, que luego fue postergada por el fallecimiento del ex Pte. Batlle. Pero eso sólo si uno fuera paranoico, conste que no lo soy.
Pero si el argumento para que entrara todo fue ese, la estrategia era efectiva pues ingresaría todo y el capítulo de la violencia en el deporte fue una de las tres partes que expuso el miembro interpelante.
Pero así como él tendría esa posibilidad, el Ministro también tendría la suya de exponer todo lo hecho, sin cortes ni retaceo. Y vaya que expuso, y no con meras intenciones o anuncios futuros como quiso hacer ver el convocante, sino con datos contundentes de factura propia -trabajo del Observatorio sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior- sino también con datos internacionales, de organismos que reconocen a Uruguay como la isla que es en una región que se ha vuelto virulenta en grado extremo.
Así fue que la encuesta Latinobarómetro de este año arrojó guarismos alentadores y -al mismo tiempo- preocupantes. Un artículo de Pablo Bachelet publicado en el Blog Sin Miedos del BID, explica el fenómeno que se viene dando con llamativa preocupación. Es que mientras bajan los índices de victimización en las poblaciones de América Latina, (es decir los casos en que una persona o algún familiar fue víctima de la delincuencia- se mantiene alta la percepción de inseguridad, es decir el miedo a ser víctima aunque la realidad indique que la probabilidad se redujo, según la encuesta.
Países como el nuestro, por ejemplo, donde la inseguridad objetiva es baja, pero la subjetiva nos posiciona en los primeros lugares de la tabla. Algo que el Senador Leonardo de León manifestó en su intervención en cámara una vez abierto el debate, haciendo hincapié en la exposición mediática que se hace de los casos de delitos que ocurren, dando la impresión que esos casos -aislados, por más impactantes que resulten algunos- son representativos de la realidad.
Esto no es echar culpas a los medios, sino contextualizar para poder entender qué nos pasa a los uruguayos entonces. Porque si la probabilidad real de ser víctima de homicidio por un delito es de un 0,03% (es decir tres centésimas de uno), cómo es posible que sintamos tanto miedo. Algo o alguien, nos está inculcando ese miedo en dosis excesiva.
Más que un relato de miedo
Bonomi hizo énfasis en datos -contundentes e irrebatibles- para derribar cuatro mentiras expuestas como verdaderas y hasta chequeadas y dadas por buenas por organismos que se dedican a verificar contenidos como verdaderos o falsos. Organismo que por otra parte quedó en evidencia tras este mentís expuesto por el Ministro en relación a la cantidad de Policías cada 100 mil habitantes o sobre la tasa de homicidios que ostenta Montevideo. En este último caso con el argumento de haber basado sus dichos en un observatorio que funda sus estudios en artículos de prensa. (Metodológicamente insostenible tanto el observatorio como el dar por verdadero un dato basado en esa fuente).
Lo cierto es que mientras los organismos internacionales -que basan sus estudios en criterios metodológicos verificados y consensuados académicamente para ser posible su comparación con otros datos y elaborar así una base confiable- dan a Uruguay lugares de privilegio en confianza en una institución como la Policía, a la que rankea en primer lugar en eficacia policial y respeto a los DDHH, por ejemplo, desde adentro se critica y ningunean los logros. Y lo que es peor, se siembra miedo, sensación que paraliza y se convierte en enfermedad antes que remedio.
Ellos saben
Desde el interpelante hasta los que firmaron la moción de censura a Bonomi -para la que se sabía desde siempre que no habían votos- saben muy bien que no hubo administración comparable con esta desde la recuperación democrática. Claro que basan sus críticas en el aumento de los homicidios, pero no se detienen ni un instante en analizar las causas precipitantes de esos homicidios. De hacerlo tendrían que reconocer que los crímenes entre delincuentes se han disparado, producto de conflictos entre estos, que tiene como una de sus causas las restricciones al mercado de la droga impuesta por el combate duro que viene desplegando la Policía, que le ha reducido la oferta en circulación (se cerraron más de 1212 bocas desde marzo 2015 a la fecha, en todo el país, y se desarticularon 28 organizaciones criminales). O la creciente violencia social y familiar que lleva a la resolución violenta de conflictos interpersonales que terminan muchas veces con resultado muerte.
Ellos saben que no es solo la cartera que dirige Bonomi la responsable única de la seguridad -por más que reclamen, griten, pongan cara de malo y hagan el mejor acting que puedan para las cámaras y micrófonos- también les caben responsabilidades. Como -por ejemplo- no hacer una cuasi apología de la no denuncia cuando se es víctima de algún delito, como hizo el interpelante en la que fue la sexta convocatoria de Bonomi al Parlamento, en febrero de este año. Esa actitud además de irresponsable, socava la confianza que debe promover un legislador en una institución como la Policía a la que le reclama eficacia y resultados. Si su arenga es a no denunciar cuando ocurran delitos, entonces vamos muy mal.
Porque es la denuncia, la notitia criminis, la que permite atacar una de las fases del delito que es la represión una vez consumado el mismo. Es que ellos saben que los resultados están llegando y la ansiedad los está matando.
Argumentar con hechos trágicos sufridos por víctimas de la delincuencia es un recurso efectista -que cuenta con la complicidad de los medios que hacen del morbo su caldo de cultivo marketinero- pero que se apaga prontamente y no genera resultados positivos. Porque la mera renuncia o censura no soluciona nada, salvo el celebrar como una victoria haciendo caer al Ministro que más hizo en materia de seguridad desde el año 85 a la fecha, mal que les pese.
Ellos saben -por más que no lo reconozcan- que las rapiñas están en baja; saben que el PADO (Policías de Alta Dedicación Operativa), desplegados por los barrios más conflictivos está combatiendo la rapiña en el frente mismo de batalla, con disuasión, prevención y represión en el territorio. Saben que los cambios legislativos promovidos en la mesa de diálogo también impactarán pronto; y saben que se vienen las cámaras de videovigilancia. Ellos saben que es así, seguirán insistiendo hasta que los datos y la realidad les pegue en la cara.
Ellos saben que pronto el impacto será fuerte en resultados, saben que se vienen las cámaras de videovigilancia y como saben que en Ciudad Vieja la realidad cambió no quieren que esté Bonomi al frente de la cartera para llevarse los méritos. Lo que no saben es que no importan los méritos, nunca importaron. Importó siempre mejorar la calidad de vida de los uruguayos, de los que trabajan y estudian, los que se esfuerzan por hacer de este país un mejor lugar para vivir.
Por todo esto es que están preocupados en echar a Bonomi, porque saben lo que se viene. Ellos saben, y por eso es el apuro.
Ellos saben que lo mejor está por venir.
el hombre esperaba tranquilo,
el perro, también…
Por Julio Fernando Gil Díaz
“El Perro Gil”
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