Vivir más se ha convertido en un problema

Tiempo de lectura: 2 minutos

Todo cambia. Como cada día en el jardín muchas plantas crecen altas, fuertes, voluminosas. En el lado opuesto todavía quedan unos semilleros, no crecen, ni dan brotes y los pocos que lo hacen van a un botánico, donde seguro, tendrán un mejor trato.

Si cada vez nacen menos niños, nuestra esperanza de vida aumenta y los jóvenes se van fuera, cada día de la sociedad tiene 48 horas. Nos hacemos mayores por partida doble. Tiene lugar un estado del bienestar insostenible. Peligran una sanidad, una educación, una vivienda y unas pensiones de todos y para todos.

Vivir más se ha convertido en un problema para empresas y viejo2gobiernos, además de un miedo para trabajadores que no saben si podrán disfrutar de una pensión para la que han trabajado toda su vida. El problema es el miedo, la inseguridad, la incredulidad ante una política llena de casos aislados, que cada cierto tiempo nos muestra la televisión. Es obligación de los gobiernos preparase, hablan de una solución para mañana, se olvidan del medio y largo plazo.

La solución hasta ahora se limita a subir la edad de jubilación. Puede que para ellos, el único modo sea trabajar hasta los 75 años, pero la vida no se limita al mero hecho de trabajar. A menudo nos preguntamos si nos gusta nuestro trabajo o cuánto dinero nos reporta, pero no ¿cuánta vida nos cuesta? Nadie quiere pasar toda su vida trabajando.

No piensan en abrir las puertas a una inmigración sin esa concepción europeísta o de muchos países ricos. Ni deciden tener hijos en función de cuánto o tanto dinero les va a costar. Para algunos tener un hijo nunca es una mala inversión. Tal vez, equiparar el derecho de padres y madres a la hora de criar a sus hijos sea un comienzo. Como muestra de que las sociedades evolucionan y el permiso de paternidad deje de ser algo testimonial. También existen otras medidas sociales como beneficios fiscales y apoyo económico en algunos casos.

Se estima que a mediados de siglo más de 2100 millones de personas serán mayores de 60 años. Tal vez sea entonces y no ahora, cuando empecemos a escuchar la voz de los pensionistas y jubilados. La realidad es que necesitamos un símbolo de esperanza. Niños que corran, rían, bailen y nos renueven. Todo cambia. Nunca seremos más jóvenes de lo que somos hoy, y es cierto que los mayores de hoy no son como antaño. Vivimos más y mejor, pero no lo celebramos, sino que miramos con recelo.

Continuamos a la espera de otro jardinero, que nos riegue cada mañana, que deje los nuevos brotes en el jardín y que nos pode para volver más y más fuertes. Que recupere la ilusión. Tengo nostalgia de escuchar los gritos y alborotos, la inocencia de todas esas plantas y la paciencia de sus mayores.

Gonzalo López Menéndez
Periodista de CCS

La ONDA digital Nº 800 (Síganos en Twitter y facebook)

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.