Los socialistas franceses han votado en sus internas en dos ocasiones. Finalmente, el ala popular que mantiene las banderas de siempre ha resultado vencedora frente al aparato del Gobierno secundado por no pocos de sus diputados.
Evidentemente, no podemos extrapolar experiencias por ser circunstancias diferentes, pero, en lo esencial, podríamos sí sacar algunas conclusiones y compartirlas a ver ustedes qué piensan al respecto.
En primer lugar, que ni el peso del aparato del Estado (nos referimos al candidato perdedor, el ex primer ministro Manuel Valls) ni el apoyo de la estructura principal del Partido Socialista, pudo contra el candidato opositor, el ex ministro de Educación, hasta el 2014, Benoit Hamon, ni tampoco contra el sentir de la gente que, en gran número (1.650.000, en la primera vuelta; 2.000.000 en esta segunda) se expresaron en favor de propuestas socio políticas acorde con la gente, por ser para la gente.
Nada pudo, entonces, la estructura gobernante para revertir la obviedad de lo simple: la gente vota propuestas, la gente, entonces, no es ganado que pace en el corral de Juan o en el de Pedro.
¿La lección? En caso de haberla habido dice relación a que quienes creen tener votos en los bolsillos, quizá sólo tengan pañuelos sucios o viejas cuentas nunca saldadas.
Que las cúpulas, cuando se encierran en sí mismas, volviéndose sobre su ombligo, se convierten en meras canicas que a la postre rodarán sin destino ni fin claro. No al menos para que el soberano los escuche. Porque se olvidaron de mirarles a la cara, hablarles y colocarse al juicio de la gente y no de su gente, ese grupúsculo que grita sin hablar, y oye sin escuchar.
Por: Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo
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