OMS: España y los 25 gramos de azúcar

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Hasta ahora la OMS recomienda que el consumo de azúcar no exceda del 10%, una cifra que se utiliza en todos los países para establecer el etiquetado de los productos. Una sola lata de refresco contiene el 39% de la Cantidad Diaria Orientativa de azúcar para un adulto, con las nuevas directrices pasaría a suponer un 78%.

En enero conocimos un borrador de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el que se sometía a consulta pública unas nuevas recomendaciones dietéticas para reducir la ingesta de azúcares añadidos a un 5% o menos del total de energía (la mitad de lo recomendado hasta ahora). De aprobarse estas nuevas recomendaciones no deberíamos tomar más de 5 cucharillas de azúcar al día o, lo que es lo mismo, 25 gramos.

Se trata de una cantidad que en España superamos con creces. A día de hoy, según el Estudio de Nutrición y Riesgo Cardiovascular en España, los españoles consumimos de media cuatro veces más, 112 gramos al día.

Es por ello que la ONG VSF Justicia Alimentaria Global, con el apoyo de otras asociaciones (como la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos, la Confederación de Consumidores y Usuarios o Ecologistas en Acción) y la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, lanza hoy la campaña 25Gramos y el informe Planeta Azúcar, que piden por primera vez en nuestro país lo que ya es una realidad en muchos países de nuestro entorno: controlar la venta y publicidad del azúcar.

Según explica a El Confidencial Javier Guzmán, director de VSF Justicia Alimentaria Global, “para la OMS el primer factor de preocupación en cuanto a la salud es la dieta, por encima del tabaco y el alcohol, y recomienda aplicar medidas urgentes para restringir el consumo de azúcar porque estamos sufriendo una pandemia de sobrepeso infantil”. Unas medidas que en España, por el momento, son inexistentes, pese a que el 55% de la población tiene sobrepeso y somos el primer país de la UE en términos de obesidad infantil.

¿Tenemos un problema con el azúcar?
La campaña 25Gramos afirma que el incremento en el consumo de azúcar está directamente relacionado con el incremento de la obesidad. Una acusación que rechazan de plano desde la industria alimentaria. Antes siquiera de que se haya presentado de forma pública la campaña, la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas se ha posicionado al respecto, asegurando que “supone una grave irresponsabilidad”.

Isabel Vasserot, directora del Instituto de estudios documentales del azúcar y la remolacha, es tajante. En su opinión se trata de “una campaña llena de falsedades y contraria a la evidencia científica y el conocimiento que existe sobre el azúcar a día de hoy, plenamente rebatible desde el punto de vista técnico”.

Mucha gente no sabe que dentro del tomate frito, el caldo de pollo o los pepinillos hay azúcar

Vasserot cree que no es posible afirmar que el incremento del consumo de azúcar esté detrás del aumento de la obesidad: “En este país no tenemos una encuesta dietética nacional que recoja cuánto azúcar se consume, pero todo apunta a que el consumo es estable, porque no hay más producción ni hay más importaciones”.

El informe presentado hoy por VSF reconoce que el azúcar no es el único responsable de la epidemia de mala alimentación, pero asegura que “ha sido y sigue siendo un importante contribuyente”, entre otras cosas, porque resulta invisible. “La gente cuando piensa que consume azúcar es cuando va a tomar un café, coge el azucarillo, y lo echa”, explica Guzmán. “pero el 75% del azúcar está invisibilizado en los alimentos procesados. Mucha gente no sabe que dentro del tomate frito, el caldo de pollo o los pepinillos hay azúcar”.

Para Vasserot el azúcar no tiene nada de invisible: “Ahora mismo tenemos el reglamento europeo 1169/2011 en el que se exige a todos los fabricantes de alimentos que declaren el contenido de azúcares del alimento en su tabla nutricional. Hasta el año 2011 no era legal indicar esto. Si hay azúcares tiene que decir el tipo de azúcar que ha añadido. Nunca ha habido tantos controles”.

Para los promotores de la campaña 25gramos, que el azúcar esté etiquetado no significa que la gente entienda cuánto está consumiendo, ya que según su informe el 77% de la población no entiende este tipo de etiquetas. Por ello una de sus principales propuestas es aplicar un etiquetado de tipo “semáforo” (presente ya en Reino Unido, pero también en nuestro país, en los supermercados Eroski), que indica qué alimentos son “malos”, “buenos” o “regulares”. Un tipo de etiquetado al que siempre se ha opuesto la industria alimentaria ya que considera, como explica Vasserot, que provocaría una mayor confusión en los consumidores y una demonización injusta de determinados alimentos. “Entraríamos en un mundo en el que la justicia sobre la bondad del alimento haría injusticia”, apunta.

Una de las reclamaciones principales de la campaña 25gramos, y quizás la más polémica, es la aplicación de medidas impositivas para favorecer una alimentación saludable. Se trata de un debate de largo recorrido. Ya existen diversos países de la Unión Europea en los que se han creado impuestos especiales para los dulces o bebidas azucaradas, como Francia o Reino Unido, una medida que los impulsores de esta iniciativa consideran indispensable para desincentivar el consumo de azúcares. Con esta campaña queremos abrir el melón desde la sociedad civil para reclamar que el azúcar tenga una regulación como en su día tuvo el tabaco

“En España no existe absolutamente nada, ni distinción de buena dieta, mala dieta, ni alimentos saludables…”, explica Guzmán. “La industria vive a cuerpo de rey. El Gobierno está haciendo las regulaciones que estrictamente quiere la industria y con esta campaña queremos abrir el melón desde la sociedad civil para reclamar que el azúcar tenga una regulación como en su día tuvo el tabaco”.

En opinión de Vasserot, este tipo de imposiciones están destinadas al fracaso, pues sólo la educación puede enseñar a las personas a comer de forma saludable. El argumento de la industria es siempre parecido: los impuestos no ayudan a desincentivar el consumo, pero hacen un enorme daño a la economía.

La directora del Instituto de estudios documentales del azúcar y la remolacha pone como ejemplo el caso danés: “Hace un año y pico, después de poner una medida impositiva a los productos azucarados la tuvieron que quitar, porque las ventas interiores bajaban pero los daneses se iban a la frontera de Alemania a comprar los mismos productos y se puso en riesgo la continuación de cierta industria alimentaria en el país. Esto tiene derivadas insospechadas, que podrían hacer más daño que bien”.

¿Podemos fiarnos de la industria alimentaria?
La industria alimentaria ha tratado de frenar los ataques hacia sus productos argumentando que lo importante no es la composición de los alimentos en sí, si no los hábitos de vida saludable, que no sólo incluyen la dieta, sino el ejercicio. Un aspecto que Vasserot considera importante no olvidar: “Hace poco se publicó un documento de consenso sobre los hábitos de sedentarismo en este país: los niños españoles, no corren, no juegan, están pegados a una consola… Eso no lo está regulando la industria alimentaria, eso lo debería regular la disciplina familiar, la responsabilidad e padres y colegios. ¿Por qué no se hace nada de una manera global en este sentido y se nos ataca directamente a la industria alimentaria?”

Para el director de VSF esto no es más que una cortina de humo, y es algo que también denuncian en su informe: “Para elaborar esta campaña hemos hablado con muchos nutricionistas y médicos. Todos nos apoyan, nos dicen que hay alimentos malos y buenos, y alimentos muy perjudiciales para salud, y hay estudios independientes que lo dicen, pero la industria insite en que todo depende de la composición de la dieta y la cantidad que hagas de ejercicio”.

La industria tiene todo tan bien atado, según Guzmán, que su ONG ha sido incapaz de conseguir el apoyo de ninguna asociación de médicos o nutricionistas: “Hemos contactado con varios de ellos y nos dan el apoyo de forma individual, pero colectivamente no se suman a la campaña porque muchos de sus foros, congresos, publicaciones y viajes los paga la industria. Hacer una denuncia como esta supone un ostracismo profesional importante”.

“La industria tiene un poder inmenso para pagar estudios científicos”, asegura Guzmán. “Nosotros decimos que a toneladas de papel van a ganar siempre, pero estudios independientes no tienen ni uno. Son todo estudios que realizan para que salga consecuentemente el resultado buscado”.

Para Vasserot este argumento, muy recurrente de parte de los críticos de la industria alimentaria, no se sostiene: “¿Debería la industria abstenerse de participar en el mundo científico? Entonces no habría ni el 80% de los avances en el conocimiento de micro y macronutrientes en la última década. La industria va a seguir invirtiendo en I+D, pero al menos el sector azucarero publica los estudios independientemente del sentido de sus resultados. Esas mismas exigencias éticas se deberían pedir a cualquier organismo internacional, para valorar qué opiniones están generando los informes que están publicando. Hay que exigirles la misma transparencia”.

Por Miguel Ayuso
Periodista del Confidencial

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