El batllismo es a la política lo que la laicidad a la cultura uruguaya: está en nuestra identidad o, como suele decirse hoy en día: forma parte del ADN de su identidad.
Si bien tiene rasgos típicos de un liberalismo abierto a lo social, no tuvo un corpus doctrinario específico, por trabajado, reflexionado y puesto en teoría. No.
El batllismo fue, además de lo antes dicho, pero especialmente, una ACTITUD, tanto de vida como de servicio a la sociedad.
En ese carácter, y sin desmerecer otras figuras prominentes, que las hubo, a nuestro leal saber y entender fueron 4 hombres que corporizaron esa actitud, con especial énfasis en la Justicia Social y teniendo al otro como ser complementario insustituible y en pie de igualdad, en el camino de una vida con un sentido ético y moral elevado.
Ellos fueron: José Batlle y Ordóñez; Baltasar Brum, Luis Batlle y Amílcar Vasconcellos.
Ya entrados los años 80, quienes estuvimos, desde el llano, en filas del batllismo (en nuestro caso personal, por 3 décadas), nos tocó vivir la hora de la traición política.
La ostensible traición al Batllismo, así escrito: con mayúscula, es ni más ni menos que la traición política más grosera que personificaron capitostes de entonces, algunos de los cuales, juntos con sus personeros, aun deambulan por ahí en busca de cámaras y micró-fonos como narcisos enanos en busca de un espejo de agua donde mirarse.
Entonces, decimos lo siguiente:
Aquí y ahora, el batllismo acampa al descampado. Como lo ha hecho en las últimas 3 elecciones nacionales, decidiendo con su voto, decidido en horas o días previos, la suerte de las mismas. Luego, el Frente Amplio parece ser su morada natural, en la actualidad. Pero siempre en clave crítica, nunca dogmática.
Lo que permanece, entonces, en el partido Colorado es su brazo riverista y/o neoconser-vador.
Por eso entendemos, con el debido respeto para quienes han publicado análisis serios sobre el asunto, que es un error de entidad el decir que el coloradismo está en franco declive o caída.
A lo que asistimos dramáticamente por una cuestión cuantitativa es que, una vez que los batllistas abandonamos el partido colorado, este quedó sólo con la crema y nata del neoconservadurismo, pese al intento aislado y sin fuerzas de algunos dirigentes por permanecer como batllistas en el coloradismo, algo que en sí mismo es una contra-dicción seria.
La actitud de un batllista es crítica, sin cortapisas. Por eso siempre tenderá a sumarse a instancias políticas que, aunque pierdan, o sumen, al número 50, aunque las miserias humanas se hagan presentes, se busque y se encuentre – por ejemplo, con el caso ANCAP – desandar el camino equivocado y volver, como ostensiblemente se ha vuelto, al camino del decoro, del equilibrio, que es el camino de la seriedad y el deber ser.
Una fuerza política que, como el Frente Amplio, tenga un programa serio y bien articulado como plan de gobierno, y al mismo nos atengamos todos, desde el Presidente al resto de los hombres y mujeres que acompañamos crítica y lealmente su puesta en práctica.
En definitiva, un batllista del siglo XXI jamás encontrará acomodo en sombras de caudillos y mucho menos de corporaciones que vivieron a costa del Estado, no.
Un batllista del siglo XXI se vuelve izquierdista, tan natural como reflexivamente. Lejos de buscar utopías buscará tiendas donde la vergüenza no cause risa, sino espanto.
Por Héctor Valle
Un batllista de izquierda.
Foto Portada, Domingo Arena- Juan Pedro Bordaberry
La ONDA digital Nº 812 (Síganos en Twitter y facebook
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.