Me van a permitir que opine sobre un aspecto de la gestión de la FIFA en el Mundial de Brasil que a todos nos incumbe. Si en este país, como se ha dicho, somos tres millones los comentaristas y críticos de fútbol, reivindico para mí también ese derecho. Aunque es probable que la mayoría de los que lean estas líneas sepan más que yo al respecto, igual me interesa consignar mi opinión, después de haber visto por TV todos los partidos del Mundial que culmina este fin de semana, tras el pasaje previo por las semifinales.
De chiquilín jugué al fútbol en la calle, con pelotas de goma que costaban 25 centésimos. El drama era cuando iban a parar a una azotea, y había que hacer otra colecta para seguir el partido, que a veces era barrio contra barrio. Jugábamos en la calle Joaquín Requena y en Rivadavia. Por ahí cerca vivía el famoso arquero Pereyra Nattero. En la esquina de Joaquín Requena con Isla de Gorriti estaba el almacén y bar La Bomba, que fue adquirido por Erebo Zunino, el cual se mezclaba a pelotear con nosotros. Zunino Integraba nada menos que la línea media (en aquella época se jugaba 2-3-5) de Peñarol, junto con Gestido y Chanes. Antes, a Álvaro Gestido lo vi jugar muchos domingos en la cancha de la Escuela Militar, un estadio techado que quedaba cerca, por Garibaldi, y donde se realizaban partidos de la Liga Universitaria.
En los terrenos que llegan hasta Bulevar Artigas (donde después se erigieron los bloques de viviendas de Bello y Reborati) en aquella época había una serie de canchas de fútbol de clubes de Intermedia, donde nos pasábamos los domingos viendo partidos y jugando. En la zona había dos cuadros de fútbol, el Rivadavia y el Nerón, que a veces jugaban en la cancha del Dryco, y hasta allí los seguíamos en camiones de la hinchada. También estaba cerca el club Sud América.
Se preguntarán de qué cuadro era hincha. Les contesto con una anécdota. Creo que era por el año 1933, un domingo se enfrentaban Peñarol y Nacional. Nacional iba al frente de la tabla, no solamente invicto sino con cero gol en contra. Tenía un triángulo final imbatible, con el flaco Eduardo García en el arco y la pareja de backs integrada por Nasazzi (¿será posible?, aquí me entra una gran duda) y el negro brasilero Domingos da Guía. A cierta altura, en el primer tiempo, Eduardo García despeja desde el arco, la agarra Pedro Young de boleo en el medio de la cancha y la mete adentro. No sé, porque aquí los recuerdos se mezclan, si ese fue el gol de colgada, en que el balón quedó incrustado en las mallas. De todos modos, gol y fin del invicto, seguido de otro gol de Young, que era famoso por la violencia de sus disparos.
Yo nadaba en felicidad. Pero en el segundo tiempo, Nacional hizo dos goles seguidos, el último del puntero izquierdo Labraga, el Nº 11, y empató el partido. Me puse a llorar desconsolado. Es la primera vez en mi vida que recuerdo haber estallado en llanto. El partido lo escuchábamos por radio en la casa de una vecina, en los departamento de al lado de mi casa. A veces con la barra íbamos al Estadio en los tranvías 18 y 23 el domingo de tarde, llenos hasta los topes, nos hacíamos la coladera, algunos iban en el techo, al lado del trolley. Cuando había pasado un cuarto de hora del segundo tiempo, más o menos, los porteros nos dejaban entrar.
Es con estos pergaminos que me permito opinar sobre la decisión de la FIFA respecto a Luis Suárez, y compararlo con la que adoptó en el caso de Neymar. Sobre lo primero, pienso igual que la inmensa mayoría de los uruguayos de todos los pelos, y de lo que se ha opinado en todo el mundo. Es, por decir lo menos, de una injusticia flagrante, de una desproporción monstruosa. Es además, como lo han destacado juristas uruguayos, una violación descarada de los derechos humanos del futbolista, entre otros de su derecho al trabajo.
Es una condena a la muerte civil, invadiendo jurisdicciones que no le pertenecen a la FIFA. Una encuesta efectuada entre juristas, integrantes de la justicia, dirigentes políticos y parlamentarios, demuestra en forma contundente y unánime que la FIFA impuso sanciones contrarias a la legislación uruguaya y al derecho internacional. En esencia, lo que ha dicho el presidente Mujica a su respecto corresponde a la realidad. Con el agregado de que en este caso la FIFA actuó de oficio, ya que el juez del partido no sancionó la falta de Suárez contra Giorgio Chiellini. Y la FIFA lo hizo en forma inmediata, notificándolo en la noche del mismo martes en que se jugó el partido contra Italia, sin dar tiempo prácticamente a la adopción de recursos que suspendieran o dilataran en el tiempo las medidas draconianas adoptadas e impidiendo así que Suárez pudiera jugar el partido contra Colombia (que Uruguay perdió).
No se quiso oír voz de Uruguay. Esto lo aclara en detalle un reportaje al presidente de la Asociación Uruguaya de Futbol (AUF), Esc. Wilmar Valdez. Uno de los críticos más contundentes de la actitud de la FIFA contra Luis Suárez fue el Diego Maradona, integrante de las selecciones mundialistas argentinas, ex capitán y técnico de las mismas. Maradona tiene a su cargo, junto con el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales, un espacio televisivo diario de gran nivel en Telesur, denominado “De Zurda” que se extiende desde las 22 y 30 durante una hora a lo largo de todo el Mundial. Pues bien: la FIFA acaba de retirarle la acreditación para acceder a los espacios reservados de los estadios mundialistas, a los que concurría para realizar sus tareas. El diario Folha de Sâo Paulo señaló que el motivo que encontró la FIFA para adoptar esta decisión contra Maradona fueron “sus recurrentes descalificaciones” a la entidad madre del fútbol internacional, la última de las cuales consistió en su reprobación a la sanción disciplinaria que le aplicaron al delantero uruguayo Luis Suárez por su incidencia con el defensor italiano Giorgio Chiellini en pleno partido. Este hecho mezquino y degradante termina por dibujar el verdadero rostro de la FIFA.
La descomunal injusticia cometida contra Luis Suárez se acrecienta aún más si se compara con la actitud adoptada por la FIFA en el caso de la agresión perpetrada contra Neymar, figura estelar del combinado brasileño. Esta agresión fue sin duda la más grave de todas las que se cometieron a lo largo del campeonato. La vimos una y otra vez por TV. Lo que hizo Camilo Zúñiga contra Neymar fue una verdadera bestialidad. Se le tiró encima para masacrarlo, para sacarlo de la cancha (y del campeonato). Fue una agresión con saña y premeditación. Basta decir, con un criterio rigurosamente objetivo, que la agresión provocó fractura de dos vértebras, lo que da una medida de la brutalidad del impacto. Esto no pasó en ningún otro caso a lo largo del campeonato.
El juez ni siquiera le sacó tarjeta amarilla a Zúñiga. A Neymar lo retiraron en camilla, y al rato se confirmó la doble fractura de vértebras. ¿Y qué hizo la FIFA? Al principio, absolutamente nada. Al contrario de lo que sucedió con Suárez, en que actuó de oficio en forma inmediata, con inusitada precipitación. Pero hay más. Cuando no solamente los brasileños, sino el mundo entero estaban juzgando críticamente la omisión de la FIFA en pronunciarse, ésta lo hizo tardíamente. ¿Para qué? Para decir que no había pasado nada y para lavar de culpa y pena al jugador colombiano Camilo Zúñiga, diciendo que había actuado con total normalidad y de acuerdo con las normas.
Esto, después de una agresión que ocasiona doble fractura de vértebras es sin duda la mayor aberración de este campeonato mundial. Pinta de cuerpo entero a la FIFA. Lava de culpa al causante de lo que fue sin duda la falta más brutal en todos los partidos disputados hasta ahora.
El gran futbolista brasileño Ronaldo lo dijo con total claridad, en estos términos: “Hubo una intención de Zúñiga de lastimar. No fue una actitud normal. No sé si lo planificó antes del partido, pero fue muy agresivo, muy violento”.
Esto se complementa con las expresiones de solidaridad con Neymar, que estará impedido de jugar la semifinal y eventualmente la final del certamen. En el caso de Brasil, estas muestras de apoyo van desde la presidenta Dilma Rousseff y Pelé a toda la afición. “Tu cara de dolor ayer en el gramado del estadio Castelâo hirió mi corazón y el de todos los brasileños y brasileñas”, le dice la presidenta en el mail, y agrega: “Pero lo que vimos también fue la fuerza descomunal de un gran guerrero que no se deja abatir, aunque esté herido”. Pelé recordó que su propia salida de la Copa de 1962 por una lesión no impidió a su país conquistar la segunda de sus cinco estrellas, pero que “le duele en el corazón” que Neymar no pueda defender a Brasil en las instancias finales de la Copa.
Por Niko Schvarz
Periodista y escritor uruguayo
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