La hora política uruguaya sufre de tensiones que se expresan en todos los partidos políticos, pero particularmente en el Frente Amplio.
Blancos y colorados han establecido un nuevo escenario político, ya sea por pura casualidad o por tener una estrategia.
Me estoy refiriendo a lo que es la lucha para impedir la baja de la imputabilidad, que necesariamente debe contar con la convergencia de dirigentes de todos los partidos políticos.
Cuanto más amplio sea este encuentro, las posibilidades de impedir que se concrete en ley es cada día menor. Por eso es imprescindible que el abanico que se opone a este golpe regresivo, cuente con la mayor amplitud posible. Y en este sentido es necesario que esta movilización abra puentes y ventanas para el ingreso de nuevas corrientes.
Por cierto que algo de esto está pasando y hay que verlo con optimismo y buenos ojos. Hoy tenemos batllistas y wilsonistas encuadrados en sus estructuras partidarias que igualmente salen a la intemperie y gritan a coro: “No a la baja” de la imputabilidad.
A este fenómeno, por cierto, hay que saludarlo, pero sin caer en ingenuidades, por parte de la izquierda.
Es sabido que trabajar contra la baja de la imputabilidad, es severamente contradictorio con aquellos blancos y colorados que van a seguir votando a sus correligionarios que apuestan a estas políticas regresivas que quieren bajar la edad de la imputabilidad.
Es así que descubrimos a diario que hay dirigentes blancos y colorados que están contra la baja de la imputabilidad, pero que a la vez votan con fervor a Pedro Bordaberry y a Luis Lacalle Pou, promotores de la criminalización de la adolescencia.
Este fenómeno puede tener varios factores en su base. Por un lado puede ser que estos dirigentes medios del Partido Nacional y Colorado estén sensibilizados por el estado de opinión de la ciudadanía y quieran quedar bien con ellos, pero también puede ser que estén poniendo una pata en el canasto del progresismo y por ello votan contra la baja, pero no se atreven o no se animan a salir del lema al que pertenecen. Es una suerte de oportunismo o, si uestes quieren, es una muestra de que no han evolucionado los suficiente para tener una postura política que los integre al Frente Amplio.
Ante esta situación la dirigencia del Frente Amplio no parece darse cuenta del comportamiento de estos dirigentes medios de los partidos tradicionales que se muestran “progres”, pero que votarán conservador en octubre, a la hora de elegir al próximo Presidente de la República.
Sin limitar al magnífico movimiento contra la baja de la imputabilidad, la izquierda tiene la obligación de dar la batalla ideológica, mostrando que esos dirigentes que votan a la vez con la derecha y con la izquierda están viviendo un contradicción o – si usted quiere-, inventaron una postura política que no los aísle de los que se expresan contrarios a la baja de la imputabilidad.
Estamos, entonces, ante la necesidad de que la izquierda tenga brazos extendidos para hacer crecer el movimiento de “No a la baja”, pero al mismo tiempo acumular fuerzas para ganar las elecciones nacionales en octubre. Porque lo primero es lo primero: el gobierno nacional con mayorías parlamentarias es la prioridad.
Por Raúl Legnani
Periodista y maestro uruguayo
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