Unidos para el espanto

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Propagandistas mentirosos Vs. auténticos impulsores de la paz – Los propagandistas del gobierno israelí no descansan. Ahora, como suelen hacerlo, lanzan las más insidiosas acusaciones y levantan calumnias. Cualquier llamado a la cordura es una defensa del terrorismo, cualquier crítica al gobierno de Nethanyahu es antisemitismo y toda denuncia de los crímenes de guerra que se cometen contra la población civil y las organizaciones humanitarias es propaganda contra el Estado de Israel.

Los heroicos luchadores del gueto de Varsovia se revolverían en sus tumbas, si eso fuera posible, al oír a un lejanísimo vástago, hoy uruguayo, como el mediático Sergio Gorzyczanski (Gorzy), intentando enchastrar al Presidente de la República y al Canciller Almagro.

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Claro que hay antisemitismo en el Uruguay pero las acciones de las organizaciones sionistas y de los diplomáticos israelíes son funcionales al mantenimiento de tan repulsivas manifestaciones. Es más, hay neonazis, neofascistas y nostálgicos de la dictadura que asoló nuestro país, asesinó, robo niños, violó y torturó pero eso ha sido convenientemente ignorado por los presuntos paladines de la anti-discriminación.

La derecha vernácula y sus personeros piensan en las contribuciones de campaña para las próximas elecciones y hacen gala de su reaccionarismo visceral: son las plañideras de los gobiernos estadounidenses y europeos. Los lacayos que quieren enterrar definitivamente los crímenes del pasado naturalmente actúan como complacientes de los crímenes del presente.

Mercenarios televisivos como el Sr. Gorzy saben perfectamente que los presos políticos en manos de las Fuerzas Conjuntas eran frecuentemente más salvajemente torturados, si también esto hubiera sido posible, si a su condición de militantes políticos, sindicales o simples ciudadanos orientales unían su origen judío. No importa donde estuvo este señor entre 1973 y 1985, aunque ya era grandecito como para poder amparar su indiferencia en la ternura de la edad. Lo que importa es su actitud posterior e inane ante los crímenes del terrorismo de Estado, sus secuelas y el crimen incesante de las desapariciones tanto como la alegría de los nietos encontrados. De eso ni palabra.

La ignorancia no sirve para justificar la alevosía y la mendacidad. Los corifeos del gobierno de la derecha ultra-ortodoxa hebrea, de los fanáticos del Eretz Israel, saben seguramente como se ha usado el nacionalismo, el patrioterismo y el temor para manipular a los israelíes. Cuando suenan las lúgubres sirenas todos deben correr a buscar refugio, a ponerse máscaras antigas, en un siniestro ritual que tiene – y lo saben – muy escaso efecto práctico. El sistema anti-misiles intercepta en el aire el 95% de los proyectiles que lanzan los milicianos de Hamas y el resto cae en zonas desiertas o causa algún daño en viviendas incluso de palestinos.

El desvarío militar de los dirigentes de Hamas seguramente no ignora que su acción solo provoca mayores sufrimientos a los habitantes de Gaza y demás palestinos pero ellos también, como los belicistas israelíes, viven políticamente por la guerra y para la guerra, en el mutuo “tanto peor, tanto mejor” que cultivan entre ellos. No es genocidio, claro que no. Es una cadena de horrendos y permanentes crímenes de guerra. Crímenes que permanecen impunes y que el aparato propagandístico del imperialismo oculta tanto como puede y tergiversa permanentemente.

La máquina militar israelí no comete errores como no los cometió durante la destrucción sistemática del sur del Líbano en la década de los 80. Todos los movimientos en la Franja de Gaza son observados como en un microscopio. Los satélites y los drones son capaces de reconocer las caras, las matrículas de los vehículos, los números de las casas en ese gueto cercado por el ejército israelí. No hay bomba, no obús, ni misil que mate por error a cientos de niños.

No se trata de daños marginales entre “los escudos humanos” sino de un ejercicio deliberado de aniquilamiento y terror sobre la población civil y accesoriamente contra las organizaciones humanitarias (Naciones Unidas, Médicos Sin Fronteras). El arrasamiento de Dresde, “la Florencia del Elba” por los británicos y estadounidenses (en febrero de 1945) y las bombas atómicas que borraron a Hiroshima y Nagasaki tampoco fueron errores sino deliberados crímenes de guerra que no tenían efectos militares.

Ya vendrán a decir que se les critica por ser judíos, en todo caso judeo-orientales como si eso fuera un baldón cuando saben perfectamente que el baldón es ocultar la verdad, lanzar canalladas y aprovechar la exposición televisiva para hacer de su cacareada “cámara celeste” un instrumento al servicio de un gobierno extranjero. ¿Quién dijo que la identidad uruguaya tiene algo que ver con la limpieza étnica?

Se puede ser judío y oriental, afrodescendiente y oriental, amerindio y oriental, tano, gallego, polaco, vasco y oriental. Lo que no se puede es utilizar una parte inalienable de la propia identidad en contra de la otra según los dictados de la conveniencia. Ni más faltaba que desde la derecha israelí, desde sus gobiernos que han sido íntimos aliados y camaradas de armas de los racistas sudafricanos y de cuanta tiranía en el mundo ha sido, particularmente en América Latina, digan interpósitos personajes que el gobierno uruguayo es antisemita.

Es cierto que la mayoría del pueblo israelí apoya estas guerras y está envuelta en este nacionalismo criminal y suicida pero los mediáticos ocultan, cuidadosamente, que en Israel se han levantado y se levantan voces valientes que se oponen a la limpieza étnica, a la ocupación ilegal de territorios, a la condena que pesa sobre los árabes israelíes como ciudadanos de segunda categoría y que reclaman una paz honestamente negociada entre israelíes y palestinos sin bombardeos, muros ni bloqueos.

El Prof. Gerardo Leibner – contemporáneo del Sr. Gorzy – es doctor en historia por la Universidad de Tel Aviv, vive y trabaja en Israel desde que tenía doce años y es un incansable luchador por la convivencia pacífica entre árabes y judíos. Hace poco más de cinco años decía: “Ya sé que la propaganda israelí y en algunos casos los dirigentes de las comunidades judías argumentan que las críticas o protestas contra la política de Israel son expresiones de antisemitismo. De esa forma se busca acallar la crítica, explotando la sensibilidad existente en sectores de izquierda hacia las comunidades judías tradicionales víctimas de prejuicios racistas y víctimas históricas de la peor barbarie del siglo XX europeo. Si les sirve para desinhibirse, para salir a protestar contra la política asesina y cínica del gobierno de Israel, les puedo decir que los judíos-israelíes que nos oponemos a esta guerra y que abogamos por una paz justa israelí-palestina esperamos de ustedes que demuestren vuestra solidaridad y sensibilidad hacia los israelíes, judíos y árabes por igual. Criticar al gobierno de Israel, protestar contra el racismo fuertemente impregnado a las políticas y en las actitudes israelíes no es ser antisemita. Todo lo contrario, protestar es apoyar a una futura existencia pacífica de los judíos-israelíes junto a los palestinos y a los pueblos árabes en general”.

Los sectores fundamentalistas en Israel invocan la religión para justificar sus crímenes pero lo que sucede en esa convulsa región del mundo nada tiene que ver con las concepciones religiosas. Prueba de ello es la lucha que lleva adelante Rabinos por los Derechos Humanos (RHR por su sigla en inglés), organización fundada en 1988. Se trata de un grupo de rabinos procedentes de las distintas corrientes del judaísmo (conservadores, reformistas, liberales y restauracionistas) que no se halla vinculado a ningún partido político y se rige por tres principios básicos: las obligaciones religiosas y éticas recogidas en las escrituras sagradas hebreas, su compromiso constitucional con los valores de la democracia y la justicia y, por último, porque, como judíos, saben muy bien lo que significa la opresión y la persecución. RHR ha denunciado la construcción del Muro levantado por Israel en Cisjordania, el bloqueo de Gaza y ha promovido campañas para suspender la expulsión de palestinos desde Cisjordania a Gaza. De igual modo, RHR ha tenido una participación decidida en la defensa de las tierras palestinas de Cisjordania frente a las apropiaciones ilegales llevadas a cabo por los colonos judíos ultranacionalistas. El rabino Arik Ascherman, dirigente de los RHR, se convirtió en escudo humano para proteger a los palestinos, varias veces fue detenido y golpeado y fue quien promovió la recuperación de las tierras palestinas de la aldea de Qaryout a través de demandas legales interpuestas ante los tribunales de Israel.

Aliados de Israel, cómplices del crimen – Hoy en día proliferan los analistas televisivos que opinan, con mayor o menor versación, sobre la situación en el Medio Oriente. Algunos de esos análisis naufragan en los espejismos de las luchas religiosas. Nadie niega que las facciones sectarias de distintas religiones operan en la región tanto como las pujas tribales pero el reduccionismo que manejan las grandes cadenas y agencias noticiosas sirve para embarullar más que aclarar.

La desintegración del poderío otomano al final de la Primera Guerra Mundial afectó severamente a los Balcanes y al Medio Oriente. En esta última región las potencias imperialistas vencedoras, Inglaterra y Francia, manejaron a su antojo las antiguas provincias, generaron países, modificaron límites y fronteras de acuerdo con su conveniencia petrolera y también con sus rivalidades y el control de la navegación desde el Mediterráneo al Índico. En todos estos procesos ni las confesiones religiosas ni los nacionalismos jugaron un papel decisivo.

Ahora la situación merece un repaso a alianzas que operan desde hace tiempo pero que, en este momento, resultan decisivas. Desde 1956, cuando la fallida incursión anglo-francesa sobre el Canal de Suez, el papel rector en la región lo ha jugado los Estados Unidos. Israel no podría enfrentar un despliegue militar sostenido sin el prolongado y enorme apoyo en armamento y fondos que le otorga la potencia imperial. Sin embargo, desde hace un par de décadas un participante discreto e insidioso completa el triángulo del poder en la región: el reino feudal de Arabia Saudita. Los sauditas son en este momento los cajeros y aprovisionadores de las fuerzas israelíes y se dice que el ataque de estos a la Franja de Gaza es el primer operativo de gran envergadura que ambos socios llevan adelante en conjunto.

La situación geopolítica presenta para sauditas e israelíes varios puntos importantes de acuerdo: en primer lugar, ambos regímenes consideran a Irán como su enemigo principal. Israel ha intentando que Estados Unidos bombardee las instalaciones nucleares de Irán y la distensión entre ambos países no es de su agrado. Tanto israelíes como sauditas estarían dispuestos a sabotear y atacar a Irán.

Arabia Saudita e Israel están detrás de la guerra civil en Siria y apoyan activamente a quienes intentan derrocar a Bashar al Assad que por otra parte es respaldado por Irán y Rusia. Los servicios de inteligencia saudíes e israelíes estuvieron profundamente involucrados en el golpe de Estado contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes en El Cairo. Aunque el gobierno elegido por los egipcios no era decididamente aliado de Irán tanto los señores feudales sauditas como los derechistas israelíes preferían un gobierno militar pro-estadounidense. Finalmente ambos socios se proponen erradicar completamente a Hamas de Palestina por medio de las armas y se preparan para intervenir en Irak.

Los caricaturistas estadounidenses siguen pintando a los israelíes como un David acosado por unos gordos jeques pollerudos y con turbante pero esa cómica imagen ha sido desplazada en la realidad por una fraternidad equiparable a la que mantenían los israelíes con los criminales racistas sudafricanos. La trayectoria de esta siniestra sociedad puede rastrearse muy bien en los medios internacionales. No debe creerse que los saudíes son solamente fabulosamente ricos. Su dinero ha comprado las armas más sofisticadas y sus servicios de inteligencia tienen medios ilimitados.

Prototípico es el príncipe Bandar bin Sultan bin Abdul Aziz Al Saud, actualmente de 65 años, que es hijo del heredero al trono saudita. Fue el embajador saudí en los Estados Unidos entre 1983 y 2005. Es íntimo amigo de los Bush, padre e hijo, y según parece asesoró al último Bush respecto a los planes para invadir Irak en el 2003. Ha intervenido en enormes negociados de compra de aviones para su fuerza aérea (fue piloto durante 17 años). Sostienen fuentes británicas que se embolsó comisiones por muchos millones de dólares.

Actualmente es Secretario General del Consejo de Seguridad Nacional de Arabia Saudita, nombrado por su tío, el Rey. Desde el 2012 y hasta principios del 2014, Bin Sultán dirigió los servicios de inteligencia saudíes y coordinó la financiación, transporte y abastecimiento en armas y municiones de los muyahidines opuestos al gobierno sirio en la guerra civil iniciada en 2011. Su gestión estuvo marcada por acusaciones de autoridades de Damasco y libanesas de promocionar el extremismo sunní en Siria. Ahora Bandar estaría nuevamente en su salsa canalizando suministros para las fuerzas israelíes y comprando misiles chinos (Dong Feng 3) en Pakistán, país este que le proporcionaría las ojivas nucleares.

Visto lo anterior los propagandistas israelíes no podrán hacerse los distraídos ni eludir la responsabilidad de su gobierno si la guerra sigue rugiendo en la región.

Por Licenciado Fernando Britos V.

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