El 11 de setiembre (¡qué fecha, por partida doble!) se presentó en la sala Hugo Balzo del Auditorio Adela Reta del SODRE la reedición del libro “Tocando el cielo. El viaje final de mi padre, Wilson Ferreira”, escrito por su hijo Juan Raúl. Esta edición cuenta con palabras preliminares de Gerardo Caetano y un prólogo del Reverendo Joe Eldridge, capellán de American University. En el acto hablaron Milton Fornaro, el decano de la Facultad de Humanidades Álvaro Rico, Alejandro Camino y Gonzalo Reboledo, del Instituto de Publicaciones Oficiales, IMPO.
La asistencia fue muy numerosa y calificada. En primera fila, el presidente José Mujica junto a Susana Sienra, la viuda de Wilson Ferreira, y a la intendenta de Montevideo, Ana Olivera. En su oratoria, Juan Raúl Ferreira resumió el saludo a todos en tres personas: el presidente Mujica, el presidente del Directorio del Partido Nacional, senador Luis Alberto Heber, y la presidenta del Frente Amplio, Mónica Xavier. Estaban presentes además ministros como Luis Almagro y Ricardo Ehrlich, otros integrantes y ex integrantes del Ejecutivo y directores de empresas públicas, numerosos legisladores de ambas cámaras y otras figuras políticas, con la particularidad de que en su gran mayoría pertenecen al Frente Amplio, junto a reducido número de legisladores y ex legisladores del Partido Nacional. El Partido Colorado estuvo totalmente ausente.
Tabaré Vázquez anunció que haría lo posible por concurrir, pero debió desistir por compromisos de la campaña electoral, y estuvo presente su esposa María Auxiliadora Delgado. Estaba en el ánimo de todos la declaración de Susana Sienra en que expresa su simpatía por el Tabaré Vázquez, y la misiva con la cual el ex presidente le retribuyó cálidamente sus conceptos, un hecho particularmente valioso ante la andanada de críticas por parte de sectores retrógrados que debió soportar la viuda de Wilson por su valerosa actitud. En el acto se leyó una emotiva nota de adhesión del vicepresidente Danilo Astori, que recordaba los tiempos en que trabajó junto a Wilson Ferreira Aldunate en el Ministerio de Ganadería y Agricultura durante el segundo gobierno del Partido Nacional, entre los años 1963 y 1967.
Leí el libro de un tirón. No conocía su primera edición, publicada hace cinco años. Es apasionante. Registra la historia minuciosa del último tramo de la vida de Wilson Ferreira Mejor dicho, de su lucha incesante, por todos los medios, en Uruguay y en los Estados Unidos, por superar la enfermedad, que finalmente lo doblegó, el 16 de marzo de 1988. Hay capítulos de buena literatura, como el de la apuesta por un dólar con Barry Lindembaum, su compañero de habitación en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, en pleno Manhattan, sobre quién sobreviviría a quién. El episodio final, con el billete de un dólar envuelto en un sobre en la carta de despedida, queda en el recuerdo. En el relato aparecen varias de las personalidades de primer plano de la vida política internacional de aquellos tiempos, desde François Mitterrand y Felipe González a Shimon Peres y muchos otros, que tomaban partido junto a Wilson en su lucha por la vida. También, desde luego, figuras de la vida política nacional, empezando por el presidente Julio María Sanguinetti, de conducta impecable en este caso. Y la trayectoria paralela con Lalo Paz Aguirre que, no lo olvidemos, fue quien presidió la sesión del Senado en la noche y madrugada del golpe de Estado del 27 de junio de 1973, en que Wilson Ferreira pronunciara su memorable discurso minutos antes de la irrupción de las tropas al mando del Goyo Álvarez.
Me interesó particularmente el último capítulo, Epílogo y El último lustro (transcurrido desde la primera presentación del libro). Allí se aborda un tema esencial, que se resume en la cita de una frase: “Wilson cometió dos grandes errores: la Ley de Seguridad del Estado, por la que pidió perdón, y la Ley de Caducidad que lo enfermó”. Juan Raúl da su versión de los hechos, y también señala sus responsabilidades propias, en esta nueva versión del libro. En el acto efectuado días pasados, dos de los oradores, Milton Fornaro y Álvaro Rico, abordaron este tema, valorando la autocrítica de Juan Raúl en referencia a la posición favorable que mantuvo respecto a la Ley de Caducidad (de la pretensión punitiva del Estado). Rico señaló: “He admirado la sinceridad y la capacidad autocrítica de Juan Raúl con relación a varios temas, en particular a la Ley de Caducidad. Veo que esa sinceridad asume otra dimensión en esta segunda versión del relato sobre la muerte de su padre, por su sinceridad y su valentía”. Así es, en efecto. En el capítulo final, bajo el subtítulo “El momento de su muerte” se lee: “La noche que se votó la Ley de Caducidad fue el momento más triste que recuerdo de la vida de Wilson. Y de la mía”. En la página siguiente se estampa esta definición categórica: “Algunos de los que la votamos (la Ley de Caducidad) sentimos que fue un gravísimo error”. Unas líneas más abajo explica las causas de su actitud de entonces y a la vez aporta un dato desconocido, en estos términos: “Influyeron muchas cosas, quizás también que voceros del gobierno que sostenían que la no votación traía aparejado un golpe de Estado, al otro día de la elección sostuvieron que ‘nunca estuvo en riesgo la estabilidad institucional’.
Incluso la caja fuerte donde supuestamente el general Medina había guardado en su despacho las citaciones judiciales, no existía. No hay en ese despacho una caja fuerte. El Viejo murió sabiendo eso. Y por eso, aclarando públicamente que no sabía qué posición tendría Wilson si viviera, decidí integrar la Comisión pro Anulación de la Ley de Caducidad. Agrego hoy, sin esgrimir para ello su nombre e ignorando cuál hubiera sido su posición, que lo hice en su memoria y honor”.
La conclusión es relevante: “En el proceso me di cuenta que la Ley de Caducidad había sido algo más que un error jurídico. Había contribuido la ley, a una cultura de impunidad que llevará años erradicar de nuestra idiosincrasia política. Y había roto el Frente antidictatorial. Fue lo más grave de todo haber roto una acumulación de fuerzas que tenía un potencial tremendo a partir de la lucha contra la dictadura”.
Reitero que ésta es a mi juicio la conclusión fundamental. Para explicar conductas del pasado y para avizorar el futuro. Este punto de vista se profundiza en las líneas siguientes. Bajo el subtítulo Una herida abierta recuerda una serie de hechos muy significativos, empezando por el acuerdo con el Frente Amplio para elegir al Toba Gutiérrez Ruiz como presidente de la Cámara de Representantes. Escribe: “¿No fue (esta elección) con los votos de su sector del Partido Nacional y del Frente Amplio y los votos en contra del Partido Colorado y de los sectores conservadores del Partido Nacional? ¿Y la reelección del Toba?”. Al efecto reitera palabra por palabra su conclusión fundamental: “Lo más grave de todo fue haber roto una acumulación de fuerzas que tenía un potencial tremendo a partir de la lucha contra la dictadura”.
En este mismo orden de ideas, menciona brevemente en la misma página a la Convergencia Democrática en el exilio, conformada en México en el período de lucha contra la dictadura. Se pregunta: “¿Quiénes fueron los compañeros de lucha de Wilson en el exilio? ¿Cómo se conformó la Convergencia Democrática en el exilio?”. Yo lamento profundamente que este aspecto no se haya desarrollado con mayor amplitud. Porque la Convergencia Democrática fue un instrumento extremadamente valioso en la lucha por acabar con la dictadura. Estaba integrada con máxima amplitud por todas las fuerzas opositoras al régimen dictatorial, que operaron en todo el mundo en la más estrecha unidad y con una gran eficacia. Constituyó un factor activo para la apertura del período de recuperación democrática en el país. Anhelo que en una próxima reedición de “Tocando el cielo” este aspecto cobre la dimensión que merece.
Por Niko Schvarz
Periodista y escritor uruguayo
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