El proyecto sería revocar la política exterior que nuestra diplomacia viene llevando en los doce años de gobierno del PT y poner a Brasil en completa sumisión a los Estados Unidos y a otras potencias tradicionales.
Por todo lo que vimos hasta ahora, por lo que dijeron o incluyeron en sus planes de gobierno, el candidato a la presidencia por la alianza entre el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el Partido Demócratas (DEM), Aécio Neves, y la candidata por la coalición liderada por el Partido Socialista Brasileño (PSB), Marina Silva, tienen un mismo proyecto de política exterior. Este sería revocar la que nuestra diplomacia viene llevando en los doce años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) y poner a Brasil en completa sumisión a los Estados Unidos y a otras potencias tradicionales.
Marina y Aécio representan la discontinuidad del proyecto de política exterior activa y altiva seguida por el país desde el primer año del gobierno de Lula.
Ellos aluden a la vuelta de la sumisión y a la vinculación de Brasil a las potencias tradicionales —Estados Unidos y algunos países de Europa— y justifican el retroceso con el miedo de una fuga de capitales. Sin embargo, esto no ocurre, como ya vimos por la experiencia de doce años de gobiernos del PT con política exterior independiente.
Por lo que afirmó hasta ahora, Aécio concibe su política exterior, en el caso de que llegue al gobierno, con un Brasil aislado del mundo, sin socios y desconectado de temas globales importantes. En su concepción y en la de sus compañeros de partido, la única forma de actuación de Brasil en el sistema internacional es el acercamiento a los Estados Unidos y a las viejas potencias europeas, y la aceptación de las imposiciones de estos países.
La percepción de política exterior de Aécio está basada en la mirada estadounidense hacia Brasil (podemos hasta usar el término en el idioma del tío Sam perception o, para ser más exactos, misperception).
La excusa del riesgo de la fuga de capitales
Para hablar francamente, al leer el plan de gobierno del PSDB en el capítulo de política exterior, da la impresión de que no estuvieron en Brasil en los últimos años. Dicen que es necesario incluir al país en temas globales como cambio climático y sustentabilidad. ¿Se olvidan de que el país fue la sede, en 2012, de la Conferencia Río+20 de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable?
Afirman, incluso, que la acción diplomática que Brasil necesita debe ser más amplia en la cuestión de los derechos humanos, pero olvidan que el año pasado el exministro Paulo Vannuchi fue elegido miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (OEA); que el brasileño José Graziano, creador del programa Hambre Cero, es hoy director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO); y que el embajador de carrera brasileño, Roberto Azevedo, fue elegido el año pasado director general de la Organización Mundial de comercio (OMC).
Hasta se le puede restar importancia al protagonismo desempeñado por Graziano; en definitiva, tal vez el PSDB no entienda la lucha contra hambre como una cuestión de derechos humanos.
El PSDB promete, también, construir una nueva política de comercio exterior para promover la creciente integración de Brasil en el comercio internacional. No vieron que en los últimos doce años Brasil se diversificó respecto de sus socios comerciales. O únicamente consideran el comercio con las potencias tradicionales. Todo indica que tampoco leyeron la noticia de que Roberto Azevêdo es el nuevo director general de la OMC.
Con Aécio o Marina, Brasil corre el riesgo de retroceder
En entrevistas, Aécio se declara en contra de las actuales prioridades del Itamaraty.
«Deben merecer atención especial Asia, en función de su peso creciente, los Estados Unidos y otros países desarrollados, al mismo tiempo en que deberá ampliarse y diversificarse la relación con los países en desarrollo», propone el programa de política exterior del PSDB.
Cabe recordar que la atención especial a Asia ya la dio el gobierno del PT en las prioridades otorgadas a China. Este país es el socio comercial más importante de Brasil y deja a los Estados Unidos en segundo plano.
Un nuevo acercamiento a los Estados Unidos representaría la pérdida de todos los esfuerzos que hizo el gobierno de Lula para aproximar a Brasil a los países que más crecen en el mundo y de iniciar la inserción del país como potencia en ese escenario.
La consolidación de dos nuevos bloques en el contexto de la política exterior, el IBSA (India, Brasil y Sudáfrica) y el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y la fundación del banco de desarrollo y del fondo de reservas de los BRICS significa para Brasil mayor espacio en el escenario internacional y más poder de negociación en este ámbito.
Si Aécio gana, todo eso puede ponerse en riesgo. Este candidato propone, también, redirigir las políticas de integración regional.
En relación con el Mercosur, ostensivamente lo desvaloriza y propone que Brasil priorice sus negociaciones con países fuera del bloque para «no arrodillarse» ante los vecinos. En una conferencia en Porto Alegre con la militancia del PSDB, hasta llegó a proponer la extinción del Mercosur. Quiere, simplemente, que nos arrodillemos frente los Estados Unidos y a la Unión Europea.
Aécio llegó a defender la extinción del Mercosur
También tenemos que reflexionar con atención a la idea de que el senador tantas veces defendió acercar a Brasil a los países de Asia y del Pacifico. La idea de una profundización en las relaciones con los países del Pacifico nos remite a una reedición de lo que fue el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Claro que Brasil, a primera vista, tiene estructura para firmar una alianza con los países del Pacífico y esta opción hasta puede discutirse entre esos países.
Pero lo que el candidato parece haber olvidado es que los países miembros de la Alianza del Pacifico —Chile, Colombia, Costa Rica, México y Perú— tienen tratados de libre comercio con los Estados Unidos y una integración con este país puede ser devastadora para la producción nacional.
No fue en vano que el presidente Lula enterró en 2005 la posibilidad de la creación del ALCA, proyecto muy discutido durante el segundo mandato de Fernando Henrique Cardoso y que tenía la simpatía de su gobierno.
Lula no solo sepultó el ALCA, sino que pasó a concentrar esfuerzos diplomáticos para crear la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que congrega a los países de las Américas sin que los subyugue la mayor potencia del continente.
Por Joana Saragoça
Analista internacional (brasil247 com)
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