Los datos hablan por sí solos. En el año 1971 en Afganistán todavía se utilizaba la castración en los niños. En 2002 la cadena británica BBC denunciaba que en Níger todavía se emasculaba a los esclavos en determinadas áreas rurales. En 2012 varias ONG denuncian la mutilación de los genitales de los albinos para ser utilizados como ingredientes en pócimas de brujería en países como Tanzania, Mali, Camerún y otros países.
Una práctica salvaje que se remonta al año 5.000 antes de Cristo, cuando el hombre mutila los genitales de otro hombre por primera vez, dando lugar al primer eunuco de la historia. Un dato recogido en el libro, Eunucos (Ediciones Almuzara), del periodista y escritor José Antonio Díaz Sáez.
Un repaso histórico y geográfico por la historia de los castrados, y su influencia en determinadas civilizaciones en todos los tiempos, hasta la actualidad, donde en países como India los pasaportes tienen tres casillas: Hombres, mujeres y eunucos.
Díaz Sáez, que ha tardado cuatro años en reunir la documentación necesaria para esta obra, sitúa el origen de esta práctica en el momento en el que el ser humano abandona la vida nómada y se hace sedentario, en el neolítico y alrededor de la zona conocida como el creciente fértil. Una zona bañada por los ríos Nilo, Jordán, Eufratis y Tigris, que ahora ocupan países como Egipto, Israel, Palestina, Siria o Irak.
Eunuco en China (Eunucos, Editorial Almuzara) En ese contexto el hombre comienza a capturar animales, a domesticarlos y a controlar su reproducción. Algo que proporcionaba un control de los alimentos y facilitaba otras materias primas.
Para consolidar el dominio del hombre sobre sus bestias se comienza a realizar actividades para reducir la agresividad del animal. Así comienza la mutilación de otro ser vivo por parte del hombre, que originariamente era de tres tipos: el descuernado, el anillado de hocico, y la castración.
Fue esta última la que se extendió al percatarse de que no sólo se eliminaba la peligrosidad de la bestia, sino que también se reducía su apetito sexual y anulaba su capacidad de reproducirse.
Tras la aceptación de esta práctica el hombre demostró una vez más que es un lobo para el hombre y decide, en el año 2.000 antes de Cristo, castrar también a sus esclavos. Si los animales se vuelven más dóciles ¿ocurrirá lo mismo con las personas humanas?
Surge así la figura del eunuco, que centrará las más de 400 páginas del libro de José Antonio Díaz Sáez. Una figura alejada del mero castrado, con un componente social más rico. El eunuco comienza a convertirse en una persona de confianza de las altas esferas, en el protector del harén, en el mediador entre el rey y sus inferiores.
Esta figura surge en diferentes rincones del mundo, y en cada uno de ellos tiene un nombre propio: kurgarru para los sumerios, assinnu para los acadios, ishtaritu para los babilonios y galli para los romanos entre otros muchos para definir una misma realidad: aquellos que habían sido privados de sus genitales por orden de los gobernantes (aunque algunos llegaron a hacerlo por voluntad propia, o incluso para salvar económicamente a una familia que nunca volverían a ver).
A cambio de todo lo que se les quitaba se les otorgaba mucho poder y privilegios. Ellos, a cambio se convertían en leales hombres de confianza de reyes y emperadores. El libro de Díaz Sáez cita a Lewis Coser para describir cuál era la función real del eunuquismo: cortar el ascenso al poder de la burocracia. Gracias a los eunucos se crea un grupo de funcionarios que no pueden dejar sus cargos en herencia a sus descendientes, evitando luchas y conspiraciones por el poder.
A pesar de su fidelidad, los eunucos también intentaron sus propios motines. Uno de los más importantes tuvo lugar durante el reinado de Assarhaddon (Rey de Asiria) entre los años 671 y 670. Allí, los mutilados dieron un golpe de estado para colocar a su jefe.
Este intento de cambiar las normas establecidas no funcionó, y terminó con el jefe eunuco ejecutado y con una purga de aquellos que se encontraban sirviendo al rey en aquellos momentos. Desde ese momento la concepción del eunuco cambio por completo y deja de ser el hombre poderoso al lado de los gobernantes.
Eunucos en la Biblia
No sólo en los libros de historia ha ido apareciendo la figura del eunuco. En el texto fundamental del cristianismo, La Biblia, se hacen constantes referencias al “tercer sexo”. Exactamente 47 menciones.
Ardhanari, deidad hinduista andrógina (Eunucos, Ediciones Almuzara) Una de las más importantes figuras castradas es Noé, cuyos órganos sexuales fueron amputados por su propio hijo Cam, y eso que la castración está rechazada con fuerza en dos de los libros del Antiguo Testamento: el Levítico y el Deuteronomio, en este último de manera muy explícita: “El hombre que tenga los testículos aplastados o el pene mutilado no será admitido en la asamblea de Yahveh”.
La ley de Moisés alejaba a los eunucos de Israel, aunque más tarde les pidió que no se alejarán de la fe cristiana.
Muchos han visto en el gran número de referencias a los eunucos en la Biblia una intención de evitar llamar por su nombre a la homosexualidad, como ha publicado Faris Malik en su libro Homosexuality in the bible como cita José Antonio Díaz Sáez en su obra.
España también tiene su momento ominoso en la historia de los eunucos, ya que los primeros Castrati no pertenecen, como todo el mundo presupone, a Italia, sino a Huesca en el siglo XII.
Aquellos niños que eran castrados para conservar su angelical voz fueron castrados por la Iglesia para rentabilizar la inversión que se había desembolsado en su educación musical. Esto se popularizó en el siglo XV, cuando se popularizan las prácticas polifónicas, que requieren de voces femeninas, y la mujer no puede cantar en un coro eclesiástico. Por lo que comienza a requerirse la voz de falsetistas y castrados.
La España del Medievo, como apunta Díaz Sáez, tiene el dudoso honor de ser el primer país europeo que recurrió a la castración de niños para fines musicales.
Por Javier Zurro
Periodista del Confidencial es
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