Del encuentro efectuado el 7 de noviembre en el Palacio del Planalto en Brasilia entre los presidentes José Pepe Mujica y Dilma Rousseff se desprenden una serie de consecuencias sumamente positivas para Uruguay y a la vez para el proceso de integración en la región y el continente. Brasil se comprometió a colaborar en la financiación y construcción del puerto de aguas profundas en el litoral atlántico de Uruguay, y ambos países avanzaron también en aspectos energéticos, en que tienen prácticamente sellado un acuerdo de cooperación recíproca. Ambos mandatarios acordaron asimismo concretar en plazo breve proyectos vinculados al área del transporte, como el nuevo puente sobre el río Yaguarón, la restauración del puente internacional Barón de Mauá, el restablecimiento de la conexión ferroviaria Rivera-Santana do Livramento y la implementación de la hidrovía Uruguay-Brasil.
Mujica felicitó a Dilma Rousseff por su reelección el 26 de octubre, que sucedió a análoga victoria de Evo Morales, reelecto para la presidencia de Bolivia el 12 de octubre, y coincidió con la victoria del Frente Amplio en el primer turno de las elecciones uruguayas, que sin duda se verá complementado el 30 de noviembre con la elección de la fórmula presidencial Vázquez-Sendic para redondear una triple victoria en un breve lapso de las fuerzas avanzadas y progresistas en nuestra América sureña.
Ambos mandatarios destacaron la necesidad de fortalecer las relaciones bilaterales y a la vez con todos los demás países integrantes del Mercosur. En relación con el puerto de aguas profundas, Dilma lo vinculó al proceso de integración, que contempla los intereses de los países de la región y contribuye al crecimiento significativo del mercado regional, “que nos tenemos que ayudar a expandir”. Mujica consideró que en el continente “pasamos muchos siglos sin mirarnos entre nosotros mismos y precisamos avanzar para cambiar ese escenario y unir nuestras fuerzas”. Sobre el puerto de aguas profundas, insistió en su importancia para Uruguay pero también para Brasil, para Argentina y para otros países sudamericanos. En el aspecto de interconexión eléctrica, Brasil se comprometió a finalizar el tramo de obras que corresponde al tendido en su país para que la energía generada en Uruguay pueda llegar al mercado brasileño. Uruguay es el primer país que logra una interconexión eléctrica plena con Brasil.
La importancia para Uruguay de estos acuerdos surge del hecho de que Brasil representó en el último período el 19,5% de sus exportaciones totales, lo que implicó ventas por 1.781 millones de dólares, principalmente de trigo, malta y productos lácteos, en las cuales participan 527 empresas uruguayas. A la vez Brasil es el principal proveedor de bienes de Uruguay, ya que desde ese país se importó en el lapso referido por valor de 1.662 millones de dólares. Siguen en la lista China y Argentina.
En el año 2012 los gobiernos de Brasil y Uruguay acordaron crear el Grupo de Alto Nivel Brasil-Uruguay (GAN) con vistas a consolidar un plan de acción común para el desarrollo sostenible y la integración en distintas áreas, como integración productiva; ciencia, tecnología e innovación; comunicación e información; integración de la infraestructura de transportes; libre circulación de bienes y servicios, así como de personas. Al decir de Mujica, Uruguay colocó un pie en el estribo de Brasil. Esta política ya ha comenzado a rendir sus frutos, y lo que se proyectó en Brasilia es su extensión y profundización, en aras de un proyecto de integración de vasto alcance.
Trascendencia de la reelección de Dilma
Como decíamos, Mujica felicitó a Dilma por su reelección a la presidencia en la segunda vuelta electoral del 26 de octubre, y comentó la falsedad de las versiones de prensa que cuestionaban su gobierno, algo análogo a lo sucedido en Uruguay. En el caso de Brasil, la campaña de prensa contra el PT y en favor de la candidatura de la derecha personificada en Aécio Neves, alcanzó ribetes realmente escandalosos. Basta señalar el hecho de que la revista Veja adelantó su edición, en las vísperas de la elección, para sembrar veneno concentrado en altas dosis contra Dilma y el PT, lo que se sumó a la campaña permanente de la Rêde Globo y muchos medios de difusión masiva, como O Estado de Sâo Paulo.
La muestra de los titulares de prensa a lo largo de esos días es realmente reveladora, no deja la menor duda. Se jugaron el todo por el todo, atentando contra los elementos básicos de la ética periodística. Del mismo modo se comportaron los círculos de la alta finanza, los que controlan la Bolsa de Sâo Paulo y la hacían bajar abruptamente cada vez que se afianzaba la primacía de Dilma, y los círculos del capital internacional, jugados a la causa del candidato tucano (del PSDB de Fernando Henrique Cardoso). Todos juntos fracasaron estruendosamente, y eso realza la significación del triunfo de la reelecta candidata del Partido de los Trabajadores.
El lúcido analista Emir Sader, en un brevísimo artículo titulado: “Dilma, una victoria de la izquierda” ha puesto en evidencia lo que se jugaba en esta instancia trascendente de la vida política brasileña (y sudamericana) y cómo se resolvió el dilema planteado. Sostiene que “la reiteración de la polarización entre petistas y tucanos en la segunda vuelta de la elección brasileña refuerza la centralidad de la contraposición entre neoliberalismo y posneoliberalismo en el campo político brasileño, al igual que en otros países de América Latina”. A su juicio, “el enfrentamiento de programas y de las fuerzas en cada campo reitera de forma ineludible la polarización entre derecha e izquierda en la forma que esta asume en la era neoliberal. Especialmente por la claridad de la disputa en la segunda vuelta electoral, además de la gran movilización de la militancia del PT y de los otros partidos de izquierda (incluida la principal formación de la izquierda radical, el Psol), de todos los movimientos sociales, culturales y populares, así como de los medios de información alternativos, permitieron retratar lo que es hoy la izquierda brasileña. El liderazgo incuestionable de Lula fue decisivo en la recta final de la campaña, así como un gran protagonismo de Dilma Rousseff, haciendo que ambos surgieran como los dos grandes líderes populares de Brasil en la actualidad”.
Sader señala también que “la monstruosidad de la campaña, interna e internacional, para intentar ganar las elecciones y cambiar los rumbos de la política brasileña, incluido su papel en los procesos de integración latinoamericana y del sur del mundo, da el tamaño de lo que estaba en juego en las elecciones. La derecha brasileña, latinoamericana y mundial se excitó con la posibilidad de cambiar la política económica, de adueñarse de los gigantescos recursos del Pre-sal, de debilitar el Mercosur, la Unasur, la Celac y muy especialmente el bloque formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), cuyos últimos acuerdos incomodan profundamente a Estados Unidos y a sus aliados”.
Su conclusión es que “la defensa de la continuidad del modelo de desarrollo económico con distribución de renta, de la explotación del Pre-sal por parte de Petrobras con recursos destinados a la educación y a la salud, de la reforma política que termine con los financiamientos empresariales a las campañas políticas, la democratización de los medios de comunicación, han dado el tono de izquierda a la campaña electoral de Dilma. Aún más, ha representado la resistencia a las propuestas de rebaja de los salarios, de alza del desempleo y de reducción drástica de los bancos públicos, como forma de reactivar la economía, con todas las concesiones al gran capital privado. Además del debilitamiento del papel de Brasil en los procesos de integración, del acercamiento estratégico de EE.UU., de entrega de la explotación del Pre-sal a empresas privadas internacionales y de salida de Brasil del BRICS”.
En síntesis final afirma que “por ello el triunfo de Dilma –que es, a la vez, una victoria de Lula y del PT- es una victoria de la izquierda brasileña y latinoamericana”.
No se puede pedir mejor resumen. El mismo se ve realzado por la opinión de Mónica Valente, secretaria de Relaciones Internacionales del PT y secretaria ejecutiva del Foro de Sâo Paulo, para quien la reelección de Dilma significa la derrota de los medios de comunicación y de los conservadores nacionales, así como de aquellos que desde el exterior apostaban al retorno de las políticas de “Estado mínimo”, de privatizaciones y de flexibilización de los derechos laborales. Agrega que el “mercado internacional” pugnaba por la subordinación de la economía brasileña a los intereses de las empresas multinacionales con sede en EEUU, la Unión Europea y Japón, implicando políticas de austeridad y en beneficio de los inversores. Un ejemplo de ello fue la opinión de la revista británica “The Economist” que se pronunció por el voto al candidato opositor Aécio Neves en la semana anterior a las elecciones. Alude también a “los sórdidos instrumentos utilizados por la oposición brasileña, incluidos los partidos neoliberales, una expresiva parte de la gran prensa, sectores del poder judicial y del aparato del Estado”.
En contraposición, la candidatura de Dilma movilizó a millares de personas, fue creciendo y consolidándose. “Para nuestra alegría –dice Mónica Valente- enormes sectores de las juventudes brasileñas se involucraron en la campaña en todo el inmenso país. Además de defender el legado del PT, altamente inclusivo, de protección a los empleos, salarios, y de igualdad de oportunidades para todos, Dilma presentó un conjunto de nuevas propuestas para mejorar la vida de las personas, de combate a la impunidad y la corrupción, de combate a la inflación, de mejora de la salud, de la educación y de la seguridad pública. Destaca un elemento muy importante: “Otros sectores de la izquierda, intelectuales, movimientos sociales, que en un primer momento no estuvieron con Dilma, en la segunda vuelta asumieron claramente el voto contra el retroceso que significaría la victoria de Aécio Neves, ya sea para nuestro país, ya sea para toda la región latinoamericana y caribeña. Así se llegó a las vísperas de las elecciones con un claro ascenso de la candidatura de Dilma en todo el país”.
A esa altura se detiene especialmente en desnudar el golpe mediático de la revistsa “Veja”, que anticipó su edición de salida dominical, y cuyas denuncias, carentes de fundamento y de pruebas, fueron amplificadas en grado mayúsculo por todos los órganos de difusión hasta el día mismo de la elección. Esto no impidió la victoria de Dilma, pero sin duda redujo su alcance. Votaron 112.683.870 electores. Dilma obtuvo 54.501.118 votos (51,64%) y Aécio Neves 51.041.155 votos (48,36%). A esto se suman los votos anulados y en blanco.
“Al final, el pueblo brasileño triunfó”, concluye Mónica Valente. Y destaca que “los festejos de la victoria invadieron la madrugada del lunes, cuando Brasil amaneció con Dilma Presidenta de nuevo, ¡con la fuerza del pueblo! Muchos retos se nos plantean por delante, muchos de ellos similares a los de los pueblos de esta parte del mundo, de América Latina y el Caribe, que vienen dando al mundo un significativo ejemplo de solidaridad, inclusión social y oportunidades para todos”.
Por Niko Schvarz
Periodista y escritor uruguayo
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