Lo que hay que entender, y esto es lo grave, es que desde 1985 los blancos ya no tienen épica. No porque no la tengan: es formidable, por ejemplo, la tarea modernizadora desde el gobierno entre 1990 y 1995. Pero no hay quien la narre. Al contrario: quienes narran esos años, mayoritariamente afines a la izquierda, lo que hacen es contar una historia que deja mal parados a blancos (y a colorados también)
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Quienes se interesan por la vida política del país deben hacer un estudio detallado de los resultados electorales. Seguramente será tarea de La Democracia en las próximas entregas. Pero desde ya, hay una dimensión importante que quiero destacar: el tema del relato identitario partidario que explica cómo votan los partidos.
Me explico mejor. Hace ya muchas elecciones que el FA llega primero. Hace tres, que llega además con mayoría absoluta en Cámara de Diputados. Y en 2004, contando toda la izquierda posible, hubo un diputado menos que en 2014. Hace tres elecciones también que el PN está en un eje de 30% y algo, promediando, sin cambios muy grandes. Y lo mismo con el Partido Colorado: está en un promedio de 13%, más menos 3% aproximadamente, desde 2004.
Estas cifras hablan de una estructura de partidos que tienen apoyos que van más allá de la coyuntura electoral concreta.
Me explico mejor. El peso partidario, en sus agrupaciones, sectores, liderazgos, etc. se ha mantenido estable. Hay una identidad de largo aliento que se ha mantenido estable –es cierto que con tendencia a decrecer, cuando se la mira en perspectiva más larga aun, tanto para el PN como para el PC-.
¿Qué es lo que está atrás de esa estructura larga? El relato. La identidad. La socialización política que no es una cosa racional ni varía con la coyuntura de opciones de tal o cual elección. Es lo que hace a la inserción social de un partido. Su explicación del mundo. Su sensibilidad. Su llegada en el entramado social para generar una adhesión histórica, que se pasa de generación en generación. Que se narra, se vive, se siente.
Claro, nada de eso es racional o es frío. Bueno, obviamente, uno no vota solamente con la razón. Cuando deposita la confianza en alguien y en una organización partidaria, hay símbolos, hay ideas del fondo del alma que todas ellas vienen a ayudar a elegir.
Para formar esa dimensión que no es racional pero que importa tanto al momento de votar, importa cómo se va delineando esa adhesión. Es la socialización política. Importa en ella los valores que traen consigo las familias. Pero también, el grupo de pares, los amigos, las historias contadas y las epopeyas y las épicas que se cuentan y se viven como propias, aunque sean históricas y lejanas.
Por ejemplo: no puede entenderse que haya un partido que haya conservado tanto peso electoral como el PN a lo largo de la primera mitad del siglo XX, estando tanto tiempo alejado del mando mayor de las políticas públicas del Ejecutivo nacional, si no es a partir de este relato, de esta vivencia colectiva que hundía sus raíces en el siglo XIX.
Pues bien. Si todo esto es cierto, y cualquiera que hace política sabe que es así, es elemental darse cuenta que los relatos vigentes y queribles de cada uno de los partidos, en este siglo XXI, se agotan en tiempos distintos.
Me explico mejor. El relato del FA, arranca lejos para quienes sean más de izquierda (socialistas o comunistas). Pero tiene una épica mayor con la dictadura, la oposición popular luego de 1985, etc. etc. No digo que sea justo, bello o siquiera real. Digo que es un relato que llega hasta nuestros días. Con sus épicas y sus identidades de las cuales se sienten orgullosos muchos ciudadanos.
El relato del Partido Colorado, al que le va peor en las elecciones desde hace 15 años de los tres grandes partidos, se acaba con Luis Batlle. Con una derrota histórica en 1958. Tiene para contar Maracaná. Pero se acabó hace más medio siglo. Y no porque no pueda tener una historia propia y épica para contar. Sino porque nadie la cuenta: ni en la escuela, ni en las familias, ni entre los pares… se agotó la reivindicación de líderes de los cuales sentirse orgullosos en épocas tormentosas, con la figura de Luis Batlle.
Insisto: no digo que esté yo de acuerdo con eso. Constato que es así.
El relato del Partido Nacional se salva de sufrir el mismo itinerario que los colorados, y tiene su épica excepcional, gracias a Wilson.
Hasta 1985 al menos, tiene una identidad que reivindicar. Formidable, guerrera, libertaria. Preciosa. Hecha de injusticias y de amor a la Patria. Y como este asunto de votar es también confiar en un relato y en una identidad, los blancos tienen algo muy importante para exhibir. Perdura hasta hace muy poco, es muy fuerte y es reivindicada.
Pero lo que hay que entender, y esto es lo grave, es que desde 1985 los blancos ya no tienen épica. No porque no la tengan: es formidable, por ejemplo, la tarea modernizadora desde el gobierno entre 1990 y 1995. Pero no hay quien la narre. Al contrario: quienes narran esos años, mayoritariamente afines a la izquierda, lo que hacen es contar una historia que deja mal parados a blancos (y a colorados también).
Me explico mejor. Si hace 30 años que ya no tenemos épica como partido, la evolución está cantada: alcanza con mirar lo que le pasa al Partido Colorado hoy en día, cuando hace más de medio siglo que no tiene relato identitario orgulloso de ser tal. La diferencia, hoy, todavía es Wilson, sobre todo cuando se mira al Partido Colorado.
Nos salva el itinerario maravilloso (y tan cruel también) de la vida política de Wilson. No es poco. Ha permitido, en esta dimensión tan importante de la confianza y la identidad, subsistir con un tercio de electorado. Pero por delante hay enormes problemas.
Si la izquierda es la que se apodera, como lo ha hecho en todos estos años, de la narración histórica, lo que terminará ocurriendo es que nos quedaremos sin narración orgullosa de tal, generadora de fidelidades y de enamoramientos.
Esta dimensión será también, como tantas otras, la del peronismo a la uruguaya que se va forjando, en donde pasará a ser importante qué tipo de peronista sos, pero siempre antes que nada peronista. Traduzco: será importante de qué parte de la izquierda sos, pero siempre de izquierda.
Fíjense cómo votaron los jóvenes. Verán que ya no alcanza con el relato sobre Wilson para forjar esa identidad colectiva mayor, que hace a la identidad de un partido. Sin duda, es la enseñanza más grave y más acongojante de esta elección de octubre.
Por Francisco Faig
Fuente Semanario La Democracia – 21.11.14
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