La tercera victoria al hilo

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Escribo estas líneas en la víspera del segundo turno de las elecciones uruguayas, en las que descuento el triunfo de la fórmula Tabaré Vázquez – Raúl Sendic sobre la de Luis Lacalle Pou – Jorge Larrañaga, de manera tal que se asegura el tercer gobierno consecutivo del Frente Amplio y éste alcanza a la vez la mayoría absoluta del Senado (con el acceso del vicepresidente electo a la presidencia de la Cámara Alta y de la Asamblea General), complementando así la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, ya alcanzada en la primera vuelta del pasado 26 de octubre. A la vez, en el ámbito continental, el triunfo en todos los planos del Frente Amplio uruguayo cierra el ciclo victorioso de las fuerzas progresistas y de izquierda en las elecciones efectuadas en el mes de octubre en Bolivia, con el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, y en Brasil, con la reelección de Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores (PT). Tres victorias al hilo, que consolidan a los gobiernos de izquierda en el cambio de época en la nueva América Latina que amaneció con el siglo XXI.

En el caso de Uruguay, el acceso a la presidencia y a la mayoría absoluta en ambas ramas del Parlamento culmina los logros alcanzados en la reciente primera vuelta, algunos de ellos inéditos, como lo hemos destacado. Todo ello enfrentando la campaña mediática más concentrada y falaz que se recuerde en Uruguay, con el agregado de las proyecciones mentirosas e interesadas de las encuestadoras de diversa laya, que tuvieron eco amplificado en los medios de difusión escritos, radiales y televisados. Contra todo este andamiaje edificado por los partidos tradicionales, y que siguió funcionando a todo vapor hasta el día mismo de la elección, el Frente Amplio no solamente fue por cuarta vez consecutiva la primera fuerza política del país, sostenida por el voto de las mayorías ciudadanas, sino que además superó en votos y en porcentaje a la suma de todos los partidos con representación parlamentaria juntos: el Partido Nacional, el Partido Colorado y el Partido Independiente, algo que no acontece en ningún país.

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Por añadidura, el Frente Amplio pasó a ser la primera fuerza política en 14 de los 19 departamentos de la República, tanto en la zona metropolitana como en las distintas regiones, cambiando de raíz la geografía política del país. En el nuevo mapa geográfico, los colores rojo, azul y blanco del Frente Amplio cubren los departamentos de Artigas, Salto, Paysandú, Río Negro, Soriano, Colonia, San José, Montevideo, Canelones, Florida, Maldonado, Rocha, Cerro Largo y Rivera. A la vez, el Frente Amplio logra diputados en los 19 departamentos, sin excepción, configurando de esa manera la mayoría absoluta en la Cámara de Representantes. Ningún otro partido se acerca siquiera a estos logros. Pero hay más aún: un examen minucioso de las cifras, tomando a los departamentos uno por uno, revela que el Frente Amplio ha pasado a ser fuerza principal en una enorme cantidad de pequeñas poblaciones del interior profundo del Uruguay, donde antes prácticamente no existía, transformándose así en un partido de auténtica raigambre nacional y popular, basado en la adhesión de un sector muy vasto y creciente de la población. Ello ocurrió incluso en departamentos de añeja tradición blanca y colorada. Esta nueva realidad se proyecta hacia las próximas elecciones departamentales del mes de mayo 2015, donde el Frente Amplio aspirará a conquistar la titularidad de un conjunto de intendencias y órganos de gobierno locales. Desde luego también en Montevideo, alentado por el hecho de que en la reciente elección, el Frente Amplio ganó en 111 de las 115 circunscripciones en que se divide la capital.

Otro dato de gran interés es que entre los sectores jóvenes, de 18 a 30 años, el Frente Amplio ganó en todo el país, en la capital y en cada uno de los departamentos del interior, incluso en los cinco (Tacuarembó, Durazno, Flores, Lavalleja, Treinta y Tres) en que el Partido Nacional llegó a la cabeza.

Apenas si hace falta agregar que en esta elección la ciudadanía enterró la regresiva propuesta de reforma sobre la baja de edad de imputabilidad penal, impulsada por la mayoría del Partido Nacional y por el Partido Colorado in totum, y rechazada de plano por el Frente Amplio y por un vigoroso movimiento juvenil y popular, por las Redes Frenteamplistas y los movimientos juveniles contra la baja, que hicieron fracasar, también en este caso, todos los pronósticos de la deformadora campaña mediática.

En sintonía con Bolivia y Brasil
Decíamos que esta elección coloca a Uruguay en sintonía con lo acontecido hace unas semanas en los procesos electorales en Bolivia y en Brasil.

En Bolivia, el pasado 12 de octubre la fórmula del Movimiento al Socialismo (MAS) integrada por Evo Morales y Álvaro García Linera arrasó en la primera vuelta electoral, multiplicó por dos ves y media los votos de su más cercano perseguidor, Samuel Doria Medina, y renovó su mandato hasta el año 2020. Aquí no fue necesaria una segunda vuelta electoral, ya que Evo Morales ganó la reelección con 61,04% de los votos frente al 24,49% del gran empresario y dueño de los Burger King, Samuel Doria Medina, que se presentó por la Unión Demócrata (UD). Más abajo vinieron el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga, heredero del dictador Hugo Bánzer, que se presentó por el Partido Demócrata Cristiano (PDC); y con una votación mínima, tanto el ex alcalde de La Paz y tránsfuga del MAS, Juan del Granado, del Partido Sin Miedo (PSM) como Fernando Vargas, del Partido Verde, que perderán ambos la personería jurídica al no alcanzar el 3% de los votos.

Evo Morales ganó en 8 de los 9 departamentos del país, y también obtuvo amplísima mayoría entre los bolivianos residentes en el exterior, que votaron por primera vez y lo hicieron en 33 países. Venció en Chuquisaca, Cochabamba, La Paz, Oruro, Pando, Potosí, Tarija y Santa Cruz. Se atribuye especial significación a la votación en este último departamento, el más extenso y de mayor poderío económico, que históricamente fue un bastión de la oposición y el epicentro de un movimiento de claro sesgo secesionista, tendiente a separarse del poder central. En esta región Evo obtenía antes apenas el 3% de los votos y le estaba prácticamente vedado el acceso a su capital, y ahora alcanzó el 49,01% de los votos. El único departamento en el cual no ganó el MAS fue el del Beni, en la región amazónica del nordeste, que también forma parte de los departamentos de la llamada “media luna”, que pugnaron por separarse y constituir repúblicas autónomas. De ellos, Evo ganó en dos: Santa Cruz y Pando, perdiendo en el Beni.

El MAS obtuvo además supremacía plena en la Asamblea General Legislativa Plurinacional, al alcanzar 25 de los 36 escaños del Senado (69,44%) y 80 de las 130 bancas de la Cámara de Diputados (61,53%). En estos casos se cumplió a plenitud la cuotificación de un 50% de mujeres en la composición de las listas a la Asamblea Legislativa, al tiempo que se destacó la participación femenina en la concurrencia a las urnas, así como la presencia activa de los pueblos originarios, distintivo típico de la sociedad boliviana.

Evo Morales dijo, al comentar el resultado de las elecciones, que “los que han perdido son los privatizadores”. Se señaló, en efecto, que el mandatario reelecto recogió los frutos de una política que, mediante bonos y ayudas sociales, abatió la miseria a mínimos históricos y acrecentó la demanda interna; que impulsó una serie de nacionalizaciones “que nos han liberado económicamente de la dominación y el chantaje imperial”, según manifestó, y que se expresan en un patrimonio público de 23 empresas de gas, petróleo, minas, telecomunicaciones, electricidad y servicios aeroportuarios, antes en manos de empresas extranjeras y que facturan más de 10 mil millones de dólares anuales. Todo ello con superávit en los últimos 9 ejercicios, reservas internacionales récord y una inflación controlada. Sobre estas bases el presidente declaró que “después de las nacionalizaciones viene la industrialización”.

Veamos ahora la situación en Brasil. Dilma Rousseff ganó la reelección en el ballotage del 26 de octubre (la misma fecha que el primer turno en Uruguay), al derrotar por 3,5 millones de votos al opositor Aécio Neves, a quien de poco le sirvió la adhesión a su candidatura de Marina Silva, candidata en el primer turno por el Partido Socialista tras la muerte por accidente de su secretario general, Eduardo Campos. La campaña electoral para este segundo turno fue particularmente áspera y agresiva. El poder económico, la Bolsa, el monopolio de los medios de comunicación escritos, radiales y televisados jugó de manera desaforada y abierta en favor del candidato opositor y contra la reelección de Dilma, en una campaña que se desplegó hasta el día mismo de la elección, con una edición de la revista Veja repleta de calumnias infamantes contra la presidenta. El resultado final de la elección fue resumido por la BBC de Londres en los siguientes términos: “La presidenta Dilma Rousseff, con 51,6% de los votos, ganó la segunda vuelta de las elecciones brasileñas por delante del opositor Aécio Neves, que obtuvo 48,3%. La mandatario, con 54,5 millones de votos, se impuso con una diferencia de casi 3,5 millones de votos, sobre todo gracias al apoyo obtenido en la región de mayor arraigo electoral de su partido, el menos desarrollado nordeste del país. La presidenta compareció para agradecer a los suyos por la victoria y llamar a la unión de los brasileños, señalando que el diálogo es el primer compromiso de su segundo mandato y que “el fragor de la disputa puede ahora ser transforma en energía constructiva de un nuevo momento”.

En la primera vuelta electoral del anterior 5 de octubre, la mandataria había quedado por delante con 41,59% de los votos frente al 33,55% para Aécio Neves, a lo que se agregó un 21,32% para Marina Silva como candidata a última hora del Partido Socialista. En el segundo turno la ventaja de Dilma fue menor. El destacado analista Emir Sader dijo en vísperas de la segunda vuelta que en la misma habría de dirimirse la controversia entre “el Brasil de Lula frente al Brasil de Fernando Henrique Cardoso”. Señalaba que “ambos personifican dos diagnósticos y dos propuestas de país radicalmente distintas. Cardoso asumió el viraje de la socialdemocracia europea hacia el neoliberalismo. Lula ganó la lucha contra la desigualdad”. Recuerda asimismo que para Lula era preferible que la elección se dirimiera en la segunda vuelta, “con una contraposición más clara y directa entre los dos proyectos de país”. Eso es lo que se dio efectivamente, y se produjo con una participación en primer plano del propio Lula en la campaña desplegada en todo Brasil por la reelección de Dilma.

Con la elección uruguaya del 30 de noviembre se cierra el periplo en esta región sureña de la América Latina. Su signo es la consolidación de los gobiernos de izquierda y progresistas, así como las perspectivas abiertas para una extensión de su influencia positiva en el convulsionado mundo de hoy. No hay más que pensar en Ayotzinapa en México, en la crítica situación europea, en el convulsionado Medio Oriente o en la región de Ucrania, en los sucesivos actos de barbarie inaudita que conmueven la conciencia colectiva, para aquilatar el papel que puede desempeñar la nueva América Latina en la defensa de la paz mundial y de un curso civilizatorio y progresista en el concierto internacional.

Por Niko Schvarz
Periodista y escritor uruguayo

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