La decisión del gobierno uruguayo, basada en motivos humanitarios, de acoger a los ex presos de la cárcel militar de Guantánamo, lo mismo que a las familias procedentes de Siria, ha concitado general reconocimiento en el mundo y en nuestro país (salvo algunas “contras” que nunca faltan). A estos últimos, en particular Luis Alberto Lacalle, les ha dado una respuesta contundente el presidente Mujica cuando declaró: “Nosotros no somos carceleros de nadie. Si quieren trabajar acá (se refiere a los refugiados) que se queden, y si se quieren ir que se vayan. Le estamos diciendo al mundo que somos un país abierto. Esperamos que otros se animen y abran las puertas. Pensamos que el gesto nuestro puede servir para ayudar”. En esa misma instancia se exhibió ante los medios de prensa un comunicado oficial del gobierno de EEUU, firmado por Clifford Sloan, encargado por el presidente Obama para el cierre de la cárcel de Guantánamo, el cual asegura que los seis ex prisioneros (un palestino, un tunecino y cuatro sirios) no han estado involucrados en ninguna actividad terrorista contra EEUU o sus aliados. Quedó flotando en el aire la pregunta: ¿Por qué entonces los mantenían recluidos en la cárcel, y por añadidura sometidos a torturas infames? De todos modos, en las últimas horas, y en el marco de la decisión de reanudar las relaciones diplomáticas con Cuba, el presidente Obama anunció la puesta en marcha de medidas tendientes al cierre de la cárcel de Guantánamo. Veremos si ahora cumple esta postergada promesa de su campaña electoral.
Como se sabe, la llegada de los ex presos de la cárcel militar, ubicada en territorio usurpado a Cuba desde hace más de un siglo, coincidió con la publicación de un informe de la Comisión de Inteligencia del Senado de EEUU que alcanzó intensa repercusión, a la vez que por su contenido provocó una ola de indignación extendida al mundo entero. En efecto, el informe detalla las torturas “brutales y mucho peores de lo que se había admitido hasta el momento “ a que eran sometidos los recluidos en la cárcel de la base de Guantánamo, en la prisión de Abu Ghraib en Irak y en las cárceles clandestinas de la CIA situadas en países como Tailandia, Afganistán, Rumania, Polonia y Lituania. La senadora demócrata Dianne Feinstein fue la encargada de presentar este “demoledor informe” (en esos términos ha sido caracterizado) de 525 páginas, que a su vez resume las conclusiones de un estudio minucioso de más de seis mil páginas acerca de las medidas tomadas por el gobierno de George W. Bush después de los atentados del 11 de setiembre de 2001.
Allí se examinan en particular los casos de 119 personas que fueron objeto de detenciones secretas fuera de Estados Unidos. El relator de la ONU para los Derechos Humanos, Ben Emmerson, expresó que “los responsables de esta conspiración criminal deben ser presentados ante la justicia”, y la Unión Europea estimó que las revelaciones plantean cuestiones importantes sobre “la violación de los derechos humanos por parte de las autoridades estadounidenses”. En Estados Unidos mismo, Human Rights Watch expresó a través de su director Kenneth Roth que el informe de la Comisión del Senado debe ser objeto de una investigación penal; varias ONGs defensoras de los DDHH y abogados de los presos exhortaron al gobierno a emprender acciones legales contra los responsables; y la Unión de Defensa de las Libertades Civiles (ACLU) señaló que el gobierno de Obama “puede comenzar a reparar los abusos cometidos” mediante el nombramiento de un fiscal especial. Amnistía Internacional plantea en un comunicado que el informe constituye “un duro recordatorio de la actual impunidad por las muchas abominables violaciones de los derechos humanos perpetrados en nombre de la ‘seguridad nacional’”.
En contraposición, el vicepresidente Joe Biden (el mismo que ahora agradeció al presidente José Mujica por su participación el en el acuerdo entre Estados Unidos y Cuba) justificó las torturas, alegando que habían permitido prevenir atentados terroristas. Esto es falso, porque ha quedado demostrado que estos métodos aberrantes resultaron totalmente ineficaces, no aportaron absolutamente ningún resultado. Por su parte, el ex vicepresidente Dick Cheney, que desempeñó ese cargo durante los gobiernos de George W. Bush padre entre 2001 y 2009, utilizó un lenguaje de baja estofa para referirse al informe de la Comisión del Senado apenas se difundió, señalando que estaba “lleno de mierda”. El presidente Bush dijo que el trato dispensado a los detenidos era legal y humano.
En el informe de la Comisión del Senado, la descripción de los métodos de tortura utilizados por la CIA constituyen lo que sido descrito como un catálogo de horrores, y se insiste en el concepto de que ofrece una visión mucho más dramática que la conocida hasta ahora por la opinión pública norteamericana, incluso peor de lo que se supo tras las revelaciones referidas a la prisión irakí de Abu Ghraib, que en su hora horrorizaron al mundo entero. Se dice también que el trato sufrido por los detenidos fue “más brutal” que el descrito a los congresistas en las pocas ocasiones en que recibieron alguna información de la CIA. El informe completo (el de las seis mil páginas) permanece en secreto, pero el Senado resolvió desclasificar el resumen, lo que se produjo gracias a los votos de los demócratas y con la tenaz oposición de los republicanos y de la CIA. A esa altura los demócratas tenían la mayoría en la Cámara Alta, que perdieron en las últimas elecciones, de modo que en el próximo período los republicanos contarán con la mayoría en ambas ramas parlamentarias. En el informe publicado consta un catálogo exhaustivo de las torturas infligidas a los presos con el objetivo declarado de destruirlos psicológicamente, contando para ello incluso con el servicio de psicólogos profesionales sin escrúpulos, que se embolsaron decenas de millones de dólares.
En dicho catálogo figuraban el “submarino” (waterboarding), ampliamente utilizado en su época por la dictadura uruguaya; técnicas de “rehidratación rectal” que no eran otra cosa que una violación practicada en forma agresiva; amenazas incalificables a las madres y a los hijos de los detenidos; privación de sueño durante 180 horas (una semana); encierro en un ataúd; amenazas con un taladro eléctrico durante los interrogatorios. Se registraron casos de muertos por hipotermia.
Al tiempo que se conocen estas monstruosidades en materia de torturas, en Estados Unidos se siguen produciendo otras tremendas violaciones de los derechos humanos, como el asesinato de afrodescendientes en Ferguson, estado de Missouri, y en otras localidades, lo que ha suscitado una oleada de manifestaciones y protestas de considerable magnitud desplegadas simultáneamente en decenas de ciudades.
Cabe agregar que estas técnicas especializadas de torturas eran inculcadas por los instructores yanquis a los aspirantes a dictadores de los países latinoamericanos y caribeños en la Escuela de las Américas, instalada bajo su dominio en la zona que ocupaban en el Canal de Panamá y de donde han sido expulsados en buena hora por la voluntad independentista del pueblo panameño.
Esta referencia aproxima el tema a nuestra región, e incluso a nuestro país. Las torturas practicadas por la CIA nos traen a la memoria el caso de Dan Anthony Mitrione, un experto en torturas que ejerció en Uruguay durante años y que en su hora fue ajusticiado por el movimiento tupamaro.
En una nota publicada en LA ONDA la semana pasada se alude al tema en estos términos: “Han llegado al Uruguay algunas de las muchas personas que fueron secuestradas, transportadas clandestinamente a otro país, encarceladas sin juicio ni condena y torturadas en un programa desarrollado por el gobierno de Estados Unidos, que funcionó a lo largo y ancho del mundo durante varios años y que en estos días está siendo muy debatido (…) El ex presidente Bush (hijo) y otros de los funcionarios y políticos y oficiales de la CIA que impulsaron este plan monstruoso y disparatado hace más de una década, acuden en estos días a la prensa para defender a los ‘patriotas’ que cometieron estos crímenes. José Rodríguez, por ejemplo, el jefe de la CIA al mando del programa de torturas, acaba de publicar un artículo tratando de justificarse en el Washington Post del 5 de diciembre (…) Uno de sus argumentos principales es que la tortura (a la cual denomina ‘interrogatorio especial’) contaba con la aprobación del más alto nivel. Y como habían dicho antes los nazis en Nüremberg, afirma que él y sus agentes solamente cumplían órdenes”.
Luego se agrega este párrafo fundamental: “No olvidemos que ya mucho antes nos habían enviado un experto en tortura para entrenar a la policía uruguaya en técnicas de ‘interrogatorios especiales’, también entonces ocultando la actividad y justificándola con argumentos falsos, reproducidos por la mayor parte de la prensa (…) Su nombre era Dan Anthony Mitrione, y organizaba sus cursos en Brasil y Uruguay, torturando a veces a personas que ni eran peligrosas ni eran sospechosas de delito alguno”. Esto último es una referencia directa al libro “Pasaporte 11333. Uruguay. 8 años con la CIA” escrito por el cubano Manuel Hevia y publicado en La Habana en 1978.
En realidad, Manuel Hevia era un agente infiltrado en la CIA por los servicios de inteligencia cubanos. En su libro relata detalladamente algunas de las lecciones de tortura que Mitrione organizó en el sótano de su casa para la policía montevideana, utilizando hombres y mujeres secuestrados, algunos de los cuales no sobrevivieron a las lecciones.
Sobre este tema, la investigadora uruguaya Clara Aldrighi publicó en Montevideo en el año 2005 su libro “La estación montevideana de la CIA”, en el cual identifica a Dan Anthony Mitrione como integrante de la CIA en Uruguay.
Así lo establece asimismo el libro del ex agente de la CIA Philip Agee en un libro que conoció amplísima difusión: “Inside the Company. The CIA diary”. En el periódico The New York Times se resumió una charla del director de operaciones clandestinas de la CIA, Michel Sulick, según el cual el libro de Philip Agee constituye la mejor descripción, la más realista y veraz, de lo que significa trabajar para la CIA en el extranjero.
A este respecto se ha recordado también, a justo título, la película “Estado de Sitio”, del director griego Costa Gavras, con Yves Montand en el papel principal, representando a un torturador estadounidense ejecutado por un movimiento guerrillero, en notorio paralelo con la peripecia de Mitrione en Uruguay. Todo esto vuelve a salir a la luz ahora.
Por Niko Schvarz
Periodista y escritor uruguayo
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