Durante el horror del Holocausto crearon arte, poesía y música

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“Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie” dijo Theodor W. Adorno al final de la Segunda Guerra Mundial. Estaba equivocado, durante el horror del Holocausto miles de cautivos de los campos crearon arte, poesía, música, se negaron a rendirse, resistieron gracias a la creación. La exposición The LastExpression: Art and Auschwitz curada por David Mickenberg, realizó un catálogo editado por David Mickenberg, Corinne Granof y Peter Hayes que incluye todas las obras expuestas, una serie de investigaciones que describen la perversa organización burocrática de los campos y varios ensayos sobre las terribles condiciones en las que se gestaron las obras.

La naturaleza humana conoció sus propios extremos en los campos de concentración, lo inimaginable y lo inenarrable sucedió en esas barracas, día tras día, sin pausa porque una vez que el ser humano se permite la crueldad ésta no encuentra límite. Los campos tenían dos funciones, imponer el sufrimiento, la humillación y la tortura para lograr la completa deshumanización y degradación en los presos y finalmente el exterminio. Nunca hubo la posibilidad de salir de ahí con vida, se entraba a padecer y a morir. En esta tragedia cotidiana el arte se manifestó en conciencia del ser, dibujar clandestinamente, con materiales robados, cartones, papeles sucios, rotos, pedazos de informes, fue un acto de rebeldía, crear los reencontraba consigo mismos, les salvaba de sucumbir a la degradación, los hacía cada vez más humanos. El arte fue más que una necesidad, fue un asunto de vida o muerte, mantener el talento, recordarlo, preservarlo fue el rechazo frontal al verdugo, el grito de libertad. Los materiales adquirieron un valor incalculable, fueron tan importantes como la escasa y asquerosa comida que recibían, lograr un pedazo de papel, un color, les abría la puerta a otra realidad, los separaba de ese horror.

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Algunos artistas eran reclutados para hacer mapas, manuales de la logística del campo, trabajos en la imprenta, les comisionaban retratos familiares, esto les permitió tener acceso a materiales, otros cautivos buscaron con sus propios medios dónde plasmar lo que veían. Testimonios de la interminable pesadilla, los artistas se obstinaron en no ser olvidados, testigos conscientes de que iban a morir dejaron una narración visual de su propia supervivencia y la describieron, con esos dibujos denunciaron que esa monstruosidad la habían planeado y llevado a cabo seres humanos y lo habían soportado seres humanos. El arte se convirtió en denuncia y en memoria. Nos dejaron la innegable lección de que podemos ser más fuertes que el mal, que hay algo superior en cada persona que le empuja fuera, que la salva. El contraste entre los verdugos y los presos nos obliga a pensar en la condición humana, en la opuesta y contradictoria manifestación de la abyección y la resistencia. En esos campos los nazis ostentaban el poder absoluto, no “banalizaban el mal” al contrario, era lo más serio que podían hacer, estaban volcados en eso, no eran seres comunes y corrientes, la industria de la muerte les dio una superioridad que ejercieron hasta el final de la guerra.

Obras abstractas, realistas, expresionistas, paisajes, retratos, caricaturas, bocetos amateurs, imprescindibles y urgentes para decir que ellos no eran parte de esa barbarie, que dentro de ellos sobrevivía intacto el ser humano que se educó en el arte, que sus existencias aun reconocían a la belleza. La añoranza de un paisaje, los dibujos de un libro infantil, que un ser humano recurra a la imaginación, imponga la belleza sobre esa atrocidad manifiesta su indomable voluntad. Las investigaciones de la vida en las barracas de Auschwitz I y II, Birkenau, dimensionan que hacer el retrato de un compañero significaba una proeza, la irrenunciable emancipación de existir más allá de la realidad y de su circunstancia. Las caricaturas de los kapos, en ese sufrimiento, alguien tenía el valor de reír.

Los nazis, enceguecidos por su arrogancia no veían que nunca iban a ganar la guerra porque cada vez que esos artistas cautivos dibujaban, escribían un poema, demostraban que la barbarie no puede acabar con la creación y el arte, demostraron que eran invencibles.

Por Avelina Lésper
Crítica e investigadora de arte

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