Rosa Luxemburgo: los derechos de la mujer

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El movimiento moderno femenino, al margen de sus disputas teóricas, sufrió –como durante la Revolución Francesa- persecuciones sangrientas, que constituyeron acicates para las estudiosas como Simone De Beauvoir e inspiración vibrante para todos los que anhelan un progreso humano sin fracturas. Veamos un ejemplo conmovedor.

En la noche del 15 de enero de 1919, en Berlín, la capital de Alemania a comienzos de la República de Weimar, un conjunto de soldados de los “freikorps” (grupo paramilitar de las derechas germanas) reprimió a una mujer indefensa, en la vía pública, arrancándola del hotel donde se alojaba a fuerza de golpes brutales, para luego asesinarla de un tiro dentro del carruaje en la que iba sangrante y detenida. La mártir que se llamaba -y así ha pasado a la historia- Rosa Luxemburgo, había nacido el 5 de marzo de 1871; fue dirigente del Partido Socialista Alemán en su versión espartaquista, en definitiva comunista, desde fines del s. XIX. Socialista, feminista, pacifista e intelectual, alzó en aquella jornada luctuosa berlinesa su frente ante la multitud –narran las crónicas- y con ojos negros y orgullosos miró a los soldados y a los curiosos que se burlaban de ella. Esos hombres en sus uniformes desiguales, soldados de la nueva unidad de las tropas de asalto, se sintieron ofendidos por la mirada desdeñosa y casi compasiva de Rosa Luxemburgo, “la rosa roja”, la también calificada como “la judía”, cuando no “la puta roja”. Al día siguiente todo Berlín sabía ya que la mujer que en los últimos veinte años había desafiado en todo a los poderosos y al poder, la que había cautivado a los asistentes de innumerables asambleas, estaba muerta, después de ser martirizada y asesinada por los augurantes adelantados de la criminalidad sexisto-falocrática y la práctica racista ejercida por los regímenes nazis o filonazis.

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“¡Qué extraordinario es el tiempo que vivimos!”, escribía Rosa Luxemburgo en 1906. “Extraordinario tiempo que propone problemas enormes y espolea el pensamiento, que suscita la crítica, la ironía y la profundidad, que estimula las pasiones y, ante todo, un tiempo fructífero, preñado”. Sus compañeros intentaron construir el socialismo que entrañaba la vigencia de la igualdad de derechos femeninos y el respeto al derecho específico de género: licencias de maternidad, acceso al aborto higiénico asistido, al divorcio, así como la facultad plena del ejercicio cívico, etcétera. Más allá de la tendencia marxista indoblegable de la mártir, tenemos reflejada en ella la capacidad de sacrificio, el idealismo y la profundidad de sus intervenciones en los debates que tuvo contra las posiciones revisionistas de Eduardo Bernstein (1850-1932) que nos muestran una personalidad de talento singular y de capacidad intelectual superior. Ello no obsta a que hoy día se analice con detenimiento y espeto las posiciones del que podríamos llamar padre de la social-democracia, porque al fin de cuentas, el evolucionismo sostenido por él y algunas de sus críticas a la ortodoxia marxista, están siendo aceptadas en gran parte aun por las fuerzas calificadas de progresistas.

Formuló Rosa Luxemburgo un lema que se hizo famoso: “Socialismo o barbarie”. La luchadora y heroína tuvo empeños espirituales más allá de lo común; apoyada en ellos dedicó su vida a la política revolucionaria combinada siempre con su profundo respeto por los valores humanos y la cultura y por su amor a la causa femenina, a la que consideraba integrada al socialismo que anhelaba y con el que soñaba. Clara Zetkin (1857-1933) otra gran revolucionaria alemana -que puso un mayor acento en el feminismo- y compañera de Rosa durante décadas dijo, rindiéndole homenaje: “El socialismo era una pasión dominante que absorbió toda su vida, una pasión a la vez intelectual y ética. Ella era la espada, era el fuego, de la revolución. Rosa Luxemburgo seguirá siendo una de las figuras más importantes en la historia del socialismo internacional”. Fue a su vez Zetkin, precisamente, la mayor impulsora de la Internacional de las mujeres. Terminó sus días exiliada en la Unión Soviética por su terminante adhesión a la paz, a los derechos femeninos y a la causa socialista.

El día internacional de las mujeres se celebra porque Rosa y Clara, junto a otras compañeras feministas, mocionaron que el 8 de marzo de cada año se celebrara la lucha de la mujer por la igualdad y la justicia. Y fue en 1910, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Trabajadoras celebrada en Copenhague que más de 100 mujeres aprobaron declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. (Se eligió ese día en virtud de que en 1909, un 8 de marzo 129 obreras textiles habían fallecido en el incendio de una fábrica de ese rubro en los Estados Unidos, víctimas de la incuria y del hacinamiento con los que se explotaba a las obreras en los establecimientos de labor).

*Intelectual y escritor argentino, ex ministro del presidente Arturo Frondizi

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