Estamos en guerra; el mundo lo está. No ha habido ni habrá anuncios altisonantes. El teatro de operaciones no es uno sino varios y alternativos. Escenarios móviles, con estrategias y tácticas variables según revisiones aperiódicas como periódicas dependiendo de reacciones no sólo del o de los enemigos sino y a partir de las múltiples apariciones de nuevos focos de actividad bélica, sea esta o frontal y clásica.
Ahora bien, la calificación de “clásica”, no refiere a el enfrentamiento puntual de ejércitos de tierra, aire o mar, ni tampoco cibernéticos, que los hay y en pleno desarrollo de guerras frontales y transversales.
La categoría de “clásica” refiere, más bien, a lo que está en curso desde hace, por lo menos, diez a quince años y progresa, en el sentido de que varía sobre sí misma en función tanto de las experiencias en los diferentes campos de acción, bien como en lo relativo a la composición, descomposición o variaciones tácticas de las fuerzas que ambos bandos – sean estos bilaterales o multilaterales – despliegan según estrategias que los diversos centros neurálgicos van modificando sobre la marcha..
Conflictos y compromisos (combates) persistentes.
Por persistente debemos entender que vino para quedarse pero no necesariamente que perdura durante todo el tiempo y así indefinidamente. Tal extremo debiera haberse llamado, entonces: permanente, algo que no sucederá.
En lugar de esto, la calificación de persistente está dada en la determinación de considerar cada lucha como aquella que irá variando en el transcurso mismo de los enfrentamientos directos como indirectos y en la resultancia de estos, bien como de las diversas negociaciones geoestratégicas dicten sobre cómo seguirla y desde qué ángulo. Las pausas no serán meramente estratégicas ni tampoco tácticas sino de despliegue, repliegue y vuelta a la acción en el mismo lugar como en otros.
En todo caso, o mejor dicho en algunos muy específicos casos neurálgicos, sí hay permanencia pues al repliegue táctico o final de ejércitos de soldados, los sustituyen o permanecen, los cuerpos de contratados privados, esa otra modalidad operativa usada en Irak y que también la vemos desplegarse del “otro lado”, es decir del ruso, en Ucrania, por ejemplo.
Quede dicho, pues, que las guerras las pelean abierta y permanentemente soldados y contratistas, por llamarles de algún modo. En este sentido, es cierto que determinados conflictos son persistentes para los ejércitos de Estados-Nación, pero permanentes en realidad cuando se valen de fuerzas-puentes, digámosle, constituidas por fuerzas privadas a sueldo.
Así, entonces, el carácter de movilidad, siempre persistente, es algo permanente, valga la aparente contradicción. Es decir que hay la visión y determinación estratégica de qué y quiénes componen el “enemigo” y, además, las tácticas que por el carácter mismo del enemigo, no definible espacialmente en un territorio fijo sino cambiante y también móvil, lleva a que todo transcurra desde una persistencia estratégica para una guerra que no tiene fin. Tiene metas, finalidades y vuelta a rever estrategias y modos de acción.
El señor Barack Obama, Presidente de los E.U.A., lo ha dejado bien claro en su pedido de apoyo al Congreso de la nación norteamericana para declarar la guerra, en condiciones particulares, específicas, contra el llamado Ejército Islámico. En ese documento no deja mayores dudas respecto del modus operandi cívico-militar en los conflictos globales en los que de una u otra forma su país se encuentra comprendido.
La reciente designación del nuevo Secretario de Defensa norteamericano, señor Ashton Carter, también avala lo antes dicho.
El nuevo jefe de Pentágono tiene una vastísimo experiencia en cuestiones de Defensa, con conocimientos específicos en materiales bélicos, desde sus costos hasta la especificidad de la real potencia efectiva de los mismos. El señor Carter es, asimismo, un hábil cabildante que acaba de contar con el abrumador respaldo del Senado (93, a favor, 5, en contra).
Las guerras se pelean en función de intereses estratégicos y específicos. Luego, la geoeconomía, sea en fuentes de recursos, sea en la presencia productiva y/o directriz de empresas trasnacionales con cabeza en capitales tanto de los E.U.A, cuanto de países de la Unión Europea, pesa y mucho. Como así también en la otra u otras facciones en pugna, sea Rusia, Irán, el llamado Ejército Islámico, como asimismo los múltiples intereses.
Digamos, de paso, que China no es ajena a estas disputas, ni tampoco Arabia Saudita con su doble o triple juego que parece ir camino a ser desvelado en algunos de sus más sórdidos e históricos aspectos.
Las cuestiones que llevan al sostenimiento de acciones bélicas nunca son ni binarias ni lo suficientemente claras o enmarcables en tal o cual precepto, sea éste ideológico, religioso, cultural o étnico. Más bien, una multiplicidad de factores y de sus momentos de mayor o menor predominio, suelen conjugar las ecuaciones que terminan por determinar enfrentamientos bélicos. Y no pocas veces supuestos factores son meros pretextos para desplegar acciones en virtud de intereses jamás confesados a la luz pública.
Y de esta controversia, como de sus múltiples, hediondas y controversiales facetas, ninguno de nosotros es ajeno ni puede considerarse tal, pues ahora la guerra es total.
Esto es lo que vino para quedarse, guste o no, en la vida de los pueblos que habitan este mundo.
Francia, una potencia global en expansión
A partir de los trágicos hechos acaecidos en Francia en marzo del año 2014, la que supo ser potencia colonial, emerge, cual ave Fénix, de entre las aparentes cenizas para desplegarse como potencia global que sigue siendo, en los hechos, pero con discreción gala.
La República francesa cambia sus presidentes, sus congresos, ora a la izquierda, ora a la derecha, ora al centro, pero lo que medularmente nunca cambia es la política ultramarina. Francia sigue participando activamente, sea en lo militar, como en lo económico y en lo social en vastas regiones del mundo. Especialmente, en África y Asia. Y ahora lo hace con renovado vigor y determinación.
Egipto, por ejemplo, acaba de celebrar un acuerdo con la nación gala que le proveerá de 24 aviones de combate Rafale, así como también misiles aire-aire y hasta una fragata. Esto como muestra.
Así como Alemania domina Europa con su política económica, así Francia de alguna manera representa a Europa en varios continentes con su poderío militar, empresarial y sociocultural.
De la vigencia y expansión de tales representaciones se ve un reforzamiento de las relaciones entre Francia y los Estados Unidos, una vez que ambos, como también Alemania y el resto de Europa Occidental, representan intereses geoeconómicos y por ende geoestratégicos, compartidos.
Francia será, a no dudarlo, actor nada secundario en el primer cuarto de este siglo XXI.
Una aclaración final
Hasta nosotros nos hemos percatado que ni siquiera presentamos el “conflicto” en Ucrania o lo que a partir de Ucrania comienza a desatarse. Tampoco nos hemos detenido en la “guerra” contra el Ejército Islámico, su Califato, y mucho menos en la cuestión siria ni tampoco en la más compleja situación del Medio Oriente.
¿Y China? Es ajena a todo esto o forma, hoy sí, mañana no tan claramente y así sucesivamente, un eje junto con Irán y Rusia? ¿Cuál es su verdadero juego?
Por otro lado, ¿es tan claro el compromiso “europeo” (léase, Alemania) junto a los Estados Unidos de América o, sería mejor considerar un eje primero constituido por E.U.A – Francia y el Reino Unido?
Muchas y muy serias preguntas para las cuales sólo hay, eventualmente, más hipótesis que certezas por respuesta.
Pero, seguiremos, “persistentemente” la senda aquí trazada: ocuparnos de la guerra sin fin y sin victorias con finales a pura trompeta.
Convengamos, finalmente, que el resultado de una guerra trae consigo destrucción, muerte y desolación. Todo lo cual alienta el empobrecimiento de lo humano en el hombre. Venga de donde venga la violencia y sea por la razón que fuere.
(Continuaremos)
Por Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo
La ONDA digital Nº 706 (Síganos en Twitter y facebook)
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