El pasado 5 de marzo no fue un día más en la Unidad N° 6 Punta de Rieles, ese día dejaba la dirección del establecimiento el Magíster en Psicología Social, Rolando Arbesún y tomaba la posta el Educador Social, Luis Parodi. Precisamente este último fue quien hizo referencia al título de esta columna, cuando -en ocasión de un evento organizado en dicho centro de detención- manifestó que aquel era un lugar distinto. Decía aquel día, en que rendían cuenta de lo actuado, que “… de mucha gente presa aprendimos que «la vida» entra por las rendijas, nosotros decidimos que «la vida» entrara por las puertas, por las ventanas. Y cuando «la vida» entra… entra. (Luis Parodi, 26 de junio 2013)
Universidad del delito
Sé que para muchos es difícil entender que hay que invertir en los privados de libertad. Muchos esperan que paguen su castigo por haber infringido la ley, por haber convertido en víctima a alguien, por haber ocasionado un daño -muchas veces irreparable- a otra persona. Pero vivimos en un Estado de Derecho que establece en su Constitución que en ningún caso las cárceles servirán para tormento o para el suplicio de quienes allí habiten.
A pesar de ese mandato, el sentido común indica que cuando se habla de seguridad pública es inevitable atender el tema penitenciario. Más aún cuando nuestro ordenamiento jurídico no establece la prisión indefinida o perpetua, razón por la cual todo privado de su libertad recuperará -en algún momento- la libertad. Resultaba imperioso cortar con el círculo vicioso que generaba delincuentes más peligrosos al salir de las cárceles uruguayas devenidas en verdaderas “universidades del delito”, incumpliendo el mandato del constitucionalista que obligaba a que la estadía en prisión fuera con un fin rehabilitador.
Un modelo a seguir
La vieja cárcel de Punta de Rieles ya es historia. Allí pasaron hechos de la historia más triste que recuerda nuestro pasado reciente, donde se privó de libertad a gente por el solo hecho de pensar distinto.
Hoy es otra la realidad, allí están quienes rompieron un día el compromiso de respetar el pacto social. Gente a la que la sociedad le impuso un castigo no sin darles una segunda oportunidad. Que de eso se trata, de cumplir con el mandato constitucional y que las cárceles sean un instrumento de rehabilitación y no otra cosa. Que las mismos se constituyan en un camino hacia la reinserción social de quienes por allí transcurren.
Punta de Rieles se ha ido convirtiendo -lentamente- en un sitio de referencia mundial que encarna el proceso socializante e inclusivo de buenas prácticas penitenciarias que preparan a los internos para el día posterior a la libertad. Un recorrido por el cual comiencen a vivir experiencias similares a la vida libre, donde recuperen la autoestima y se preparen para encarar el despúes con dignidad y autonomía. Que aprendan a sobrevivir sin recurrir al delito como medio de vida. Que entiendan que la sociedad -esa a la que agredieron un día- los necesita para compartir y generar desarrollo.
El compromiso está, y es evidente, no lo vulnera la ocurrencia aislada de algún episodio negativo -que los hay- porque es aplastante la relación mayoritaria de quienes están comprometidos con el nuevo sistema. Un método aplicado desde la asunción de Arbesún y Parodi, que no cambia en lo absoluto con este cambio de titularidad. Por el contrario, la experiencia de Punta de Rieles se replicará a otros establecimientos para seguir transformando una realidad penitenciaria que empieza a ser objeto de admiración mundial.
Hoy se acumulan pedidos de prensa internacional que quieren visitar el establecimiento penitenciario donde no hay ocio, donde se estudia o se trabaja al tiempo que, también, se aplican prácticas ciudadanas tan simples y tan comunes para todos menos para quienes cumplen privación de libertad en una cárcel. Hoy el modelo penitenciario uruguayo es tomado como modelo a seguir, y Punta de Rieles tiene una porción importante de responsabilidad en ello.
Es que este centro se parece mucho más a un pueblo o ciudad que a un establecimiento de reclusión. Y lo es porque la vida entró y lo hizo para quedarse. Ahora es tiempo que esa experiencia se multiplique en otros establecimientos para brindar oportunidades y generar ciudadanía responsable que los devuelva a la vida más allá de las rejas.
En Punta de Rieles hay emprendimientos laborales y/o culturales consolidados, pilares de un modelo que está pensando agregar más iniciativas a pesar de las limitaciones propias del sistema. Allí no parece una cárcel, se respira confianza, pero nada es gratuito ni por casualidad. Se precisó de un tiempo largo de romper códigos carcelarios para generar otras prácticas que sustituyan los vicios que traían consigo quienes llegaban de otros lugares de reclusión.
Aquí se dio la primera gran división de un sistema nuevo, que separó a penados de procesados. Aquí llegan para recorrer el último tramo de un proceso que tiene a la rehabilitación como eje principal.
En la Unidad N° 6 se ve cartelería callejera, se ven locales con emprendimientos gastronómicos, se ve gente ocupada, se respira trabajo, compromiso, responsabilidad y esperanza. Aquí llega gente que acompaña el compromiso y lo hace sin esperar nada pero ofreciendo todo lo que tiene para dar.
Hay una radio, hay una murga, hay estudiantes, trabajadores, hay empresarios, hay obreros, hay gente que se prepara para dar vuelta una página de su vida y recuperar la confianza de los de afuera y la suya propia.
La vida entró en Punta de Rieles, y lo hizo para confirmar que es posible una segunda oportunidad…
el hombre abrazó a su compañero,
el perro ladró para la radio…
Por El Perro Gil
Columnista uruguayo
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