Entre diez y once mil niños nacen aún, en Uruguay cada año, en hogares pobres. Una decisión ineludible, irrenunciable, a adoptar, es que no siga ocurriendo. La decisión que hay que tomar es abordar el fenómeno en su etapa gestacional, cuando se está preparando la gestación de un nuevo pobre y no un uruguayo con oportunidades -que es a lo que debería apuntar un país de grandeza- lo que permitirá realizar una gestión menos compleja en las etapas siguientes de su vida. Llamémosle NFP, (Nacimientos Fuera de Pobreza).
Suena a nuevo derecho. Como si se dijera derecho a casarse con plazo, a viajar sin cargo los días de jornada electoral, a votar o desempeñarse jurídicamente con mayoría de edad a los 16 años. O a obtener licencia de conducir a los 16 años si la escolaridad liceal –además del correspondiente examen- lo sugieren.
La creación de nuevos derechos
Nacer fuera de la pobreza. Es el derecho a integrar la clase media. Y para que ese derecho exista hay que ir creando otros derechos.
Crear nuevos derechos. Una función histórica del Batllismo que, al postergarla por determinados motivos en estos últimos treinta años, tenemos claro lo que comentan las urnas. Durante los últimos treinta años nuestra colectividad ha sido -desde el gobierno o la oposición- un partido inclinado al no se puede, un partido mucho más de los deberes que de los derechos. El fin del siglo anterior nos encontró a los uruguayos frente a dos góndolas sociales, la de los derechos y la de los deberes. Nosotros los colorados encaramos para ésta y fue el Frente Amplio que se encargó de atender en la otra, al gozar de un ocio institucional que le facilitó la tarea.
¿Qué caracterizaba el accionar del Batllismo durante los liderazgos de don Pepe y de Luis Batlle? Pues su energía creadora de derechos. Al No se puede lo derrotaban permanentemente con innovación, con ideología, con avance, con proyectos, con creaciones, con objetivos superiores que siempre tenían que ver con hacer a cada habitante feliz. Y dueño de su destino.
Distribución funcional, distribución burocrática
El Estado en estas situaciones no puede ser neutral. Los seguros y su rica variedad de productos, son una herramienta elegible para evitar la “marcha atrás” de la clase media. Por su concepto, función, activos y respaldos económicos, técnicos e históricos y por su organización, el seguro cuenta con capacidad de respuesta para problemas pequeños en que el Estado resulta demasiado grande y hasta para problemas tan grandes en que el Estado resulta insuficiente y necesita aliados.
Hoy hay alrededor de 380.000 personas en Uruguay viviendo bajo la línea de pobreza. De ellos la mitad viven en Montevideo. Donde ocurren situaciones además, como que del total de niños y jóvenes menores de 17 años, la tercera parte es pobre. O sea, que la probabilidad de ser pobre en Montevideo es mucho mayor desde el nacimiento hasta los 17 años, que luego de esa edad. Cuando uno observa los sectores, por ejemplo de 65 años para arriba, la pobreza prácticamente no existe. Tal vez podamos pensar que aquella reforma constitucional de 1989 que estableció la actualización de las remuneraciones jubilatorias, haya ido generando efectos en estos años por los cuales personas de determinada edad ya salen definitivamente de la pobreza y además contribuyen en las familias a las que pertenecen a elevar su ingreso y calidad de vida alejándolas así de los riesgos de la pobreza.
El discurso frenteamplista nos explica desde hace años, que hay una sola vía para terminar con la pobreza. Es el camino del Mides y de los programas asistencialistas. Que puede haber tenido eficacia para algunas situaciones, pero en definitiva hace una distribución administrativa de la riqueza, es el Estado, sus estructuras, oficinas y burocracias quienes se ponen en el medio de dicha tarea. Y además, va dirigida en una sola vía, la de los sectores bajo la línea de pobreza.
Hay allí en la sociedad, una distancia entre la riqueza y el individuo, que en cuanto se toma la decisión de recorrerla para poner a ambos en contacto, una interminable red de intereses particulares, estructuras burocráticas, corrupciones e ignorancias, se activa y la vuelve ineficiente. E injusta. Y ello muchas veces explica la permanencia en la pobreza de miles de personas. O su ingreso, o su retorno a ella. En el propósito además de cumplir con promesas electorales, o compromisos ideológicos, los gobiernos equivocan el camino para combatir la pobreza, optando por mecanismos de distribución que terminan trabajando para sí mismos. ¿Por qué? Porque no miran alternativas al Estado y sus organismos como motores para esa vital distribución. Allí es que hay que mirar, hacia las alternativas y es por donde la clase media debe ser identificada como la gran distribuidora “funcional” de la riqueza.
Clase media, ascensor social
El contador Astori ha confirmado su propósito de seguir gravando el trabajo. Anuncia que varios miles de compatriotas dejarán de pagar IRPF. Y calla que muchísimos más seguirán pagando.
Y para peor nos explica que ese sacrificio fiscal se financiará con la extensión del impuesto a los padrones rurales de más de 300 hectáreas (tema discutible desde que mucha gente está al borde de la pobreza en extensiones de esa magnitud).
En definitiva existen aquí visiones que no han sido debatidas a fondo. Para esta visión de Astori, que gobierna el Uruguay desde hace diez años, existe un eje de cultura proletaria, clasista, que no admite a la clase media y sus funciones, la de ser una distribuidora funcional de la riqueza y cumplir el papel de ascensor social. O sea, ascender a sectores desde una clase a otra superior, lo que se llama igualar para arriba. De ahí que su opción ha sido la de hacer recaudar al Estado sin pausa a costilla de la gente que trabaja y emprende. El contador Astori no cree en la clase media. Está formado en concepciones, que como las predominantes en el PIT CNT con mucho peso en la interna frenteamplista, no logran trascender la proletarización de la vida.
Y eso les viene de una contra matriz, no liberal, instalada en el Uruguay desde los años cuarenta, que ha postulado sistemáticamente la lucha de clases, pero no con la clase media sino con el proletariado como sujeto activo, con la misión de luchar y derrotar a la burguesía para imponer finalmente “una sociedad sin clases”.
Motor de oportunidades
La estrategia del gobierno del Frente Amplio está basada en el compromiso de acción con un solo nivel de la sociedad, sólo con la clase baja, lo que ha llevado a debilitar la clase media. Con ésta no existe compromiso, si sus integrantes mejoran es por derivaciones circunstanciales, por inercias del crecimiento económico, pero no porque exista una política de compromiso con los sectores medios. Y esto es muy delicado pues la clase media es el espacio de salida para los sectores pobres, de las clases bajas.
La concepción batllista, plurisocial, observó siempre en la clase media una referencia, de alguna manera pasiva.
Entiendo que es preciso concebir la clase media desde el pensamiento batllista como un grupo social activo, que deje atrás el perfil bajo del Batllismo clásico –lo que era entendible por el vigoroso protagonismo del partido y su organización en esa etapa- a la que se identificaba con el auto y la casita de playa.
Y hay que generar una dinámica en que el Estado la conciba como motor social de oportunidades, como una aliada y ya no como la gran presa para sus apetitos fiscales.
Por Diego Martínez
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