No es novedad que todos los gobiernos nos escuchan todo. Para eso compraron Pegasus (software de vigilancia cibernética) entre otros chiches a esos efectos, anteriores y posteriores al Pegasus. Lo interesante es que esta vez, Biden nos escuchó y nos dio bola.
Todo está guardado en la memoria, dice la canción de León Gieco. Es verdad. Además, está todo guardado en las computadoras de la NSA yanqui, de la FSB rusa, del M-16 británico, del MOSAD israelí, del MSS chino y de todos los servicios que se precien. Pero de todo lo que está guardado les interesa un 0,00000001 por ciento, con suerte. Guardan todo porque no saben qué de todo puede llegar a interesarles mañana.
El rostro de Antony Blinken
Supongamos que usted hoy cometió una pequeña infamia, nada grave, pueril, de ésas que, si uno no se obstina en cubrir con otras, terminan olvidadas por uno y también por cualquiera afectado por ella, pero existe en el mundo registros que no la olvidan. Si mañana usted es el presidente de un país, no importa de cuál, no hace falta identificarlo, aquella pequeña infamia puede ser insumo de lawfare.
No pretendo que Biden haya leído la columna de hace cinco días en la que le recomiendo sea payaso, ni siquiera que la haya leído alguno de sus asesores. Ha de haber sido casualidad. Lo cierto es que, ante el congreso anual de hackers, Biden se despachó con un “este asunto nos va a llevar a una guerra contra Rusia a los tiros” (la traducción es mexicana; la fuente, Guacamole News, aunque puede leerse también en el portal de Hispan TV).
Con esa declaración se ahorra costoso despliegue de provocaciones y tiene mayor eficacia en los medios, que es lo que le importa, porque, de última, se trata de fingir estabilidad trilateral con perfil bélico, ostentar músculo militar, mientras los negocios se le escapan en las narices, sin guardar distanciamiento social.
El 28 de julio, los talibanes se reuniones en Tianjin (nordeste de China), con el canciller Wang Yi. No son pocos los escollos restantes, pero tras la expulsión de las tropas yanquis, Afganistán se apronta para el inicio de la prosperidad. La semana anterior, el propio Wang concurrió junto al canciller ruso Sergei Lavrov a reuniones en Duchanbé (capital de Tayikistán) y luego en Tashkent (Uzbekistán) con representantes del gobierno afgano y el de Pakistán, uzbekos, kirsiguis, tayikos, kazajos, entre otros vecinos de Afganistán (todos integrantes de la Organización de Cooperación de Shángai (SCO), mientras otro socio clave de Chino-rusia, Irán, también recibe la diplomacia talibán junto a Turquía, Turkmenistán, Azeríes y Rusia despliega su diplomacia top, en Eurasia, tras la exitosa facilitación a Armenia el año pasado.
“Facilitar” es la palabra que están usando hoy los chinos, en vez de “mediar”. Aun obligados a liderar siguen obedeciendo a Deng, “jamás aspirar al liderazgo”. Es que todos los actores del conflicto que cometió y abandona USA en la zona, tras veinte años de “justicia infinita” quieren que sea China quien motorice la recuperación.
Así lo expresaron los talibanes, el gobierno de Kabul y, de manera “inflexible” (tal lo califica Pepe Escobar en Asia Times), el primer ministro Imran Khan, de Pakistán, al dirigirse a la opinión pública yanqui : “Washington apuntó a una solución militar en Afganistán, cuando nunca la hubo”, dijo.
Biden se pinta la cara con betún para la televisión, a lo Trump, aunque por sus alcances deberíamos decir a lo Aldo Rico o a lo Seineldín; no va a ir muy lejos. Es muy evidente que los problemas de seguridad cibernética que tiene USA no vienen de Rusia ni de China, sino de los propios hackers que repudian la presencia de “los federales” en su congreso y le hacen bullying cibernético, hackeándolos (obvia demostración). Simplemente son “antisistema”. Lo mismo hacen, con menos éxito, contra China, Rusia, los países europeos e Irán, entre otros.
Incluso es probable que la acusación a China de haber hackeado Microsoft sea un desmarque necesario de la propia empresa. Mientras China, Rusia e Irán coordinan al milímetro la diplomacia en el heartland, USA e Inglaterra visitan las periferias del sudeste asiático, con el Secretario de Estado Blinken, el Ministro de Defensa Austin, por la parte yanqui y el destructor Queen Elizabeth por la inglesa (India, filipinas, Vietnam y el mar meridional de China), y mandan a una subsecretaria de Estado a China, con la declaración oficial de que negociará desde una “posición de fuerza”, declaración que fue repudiada por China, en palabras del portavoz de Cancillería Shao Lijian, “no existe ningún país superior a ningún otro y China no acepta que ninguno se declare superior” (buen recibiendo a una segunda del “exepcionalista” Obama), ni más fuerte, ni más pijudo ni más conchudo.
Lo patético se anuncia en el rostro del Secretario de estado Antony Blinken. Él sabe que las alianzas militares defensivas (las que India, Japón y Australia aceptan), por mucha fanfarria que les ponga, no tienen la menor utilidad fuera de lo mediático, porque ni China ni Rusia son potencias militarmente ofensivas. China no lo fue nunca, en milenios de civilización, pero India, que sabe que de alguien sí tiene que defenderse, contrata el nuevo caza bombardero Jaque Mate de fabricación rusa. Lo único que le queda a Blinken para intentar disuadirlos es citar películas de Hollywood sobre británicos flemáticos pero buenos e hindúes serviciales y pacientes.
Ahora, está faltando Alemania en las giras diplomáticas. Está bien ocupada en gestionar el Nord Strem 2 con Rusia.
Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo
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