Jair Bolsonaro lanzó un controvertido llamado a la población . Convoca a la ciudadanía a armarse ante un “fraude” debido a la votación electrónica. El Tribunal Supremo Electoral rechazó las afirmaciones de Bolsonaro. Garantizó la transparencia del sistema electoral de Brasil hace 20 años.
El TSP, con su presidente Barroso y la unanimidad de sus miembros, abrió una denuncia ante la Suprema Corte de Justicia, por los delitos de difundir noticias falsas, y ataques a la democracia ; la investigación determinará si cometió crímenes de Abuso de Poder, Fraude, Propaganda Extemporánea y Abuso de Uso de Medios de Comunicación. Bolsonaro atacó directamente a las máximas instituciones brasileñas de Justicia y Electorales .
El ministro de Defensa (militar) envió amenaza directa escrita al Congreso exigiendo el cambio al voto impreso para impedir un fraude en el 2022. Aún habiendo negado haberlo hecho, las autoridades militares afirmaron su fidelidad a la institucionalidad de Brasil, desautorizando cualquier intento de su desconocimiento.
Más allá de la evolución de los resultados y consecuencias de las denuncias en curso, el que el presidente de Brasil haya lanzado el aludido llamado a la población es de una gravedad inusitada. La costumbre de escuchar declaraciones de similar entidad , no exime a la opinión pública nacional e internacional de experimentar una gran alarma por el futuro del gigante latinoamericano.
Bolsonaro pretexta “preventivamente” un “fraude” ahora, para rechazar una pérdida aparentemente inevitable de las elecciones en 2022. Lo hace, asentando ese hipotético fraude, en un sistema electoral que le dio el triunfo y le permitió acceder a la primera magistratura de su país en 2018. Sistema vigente hace más de dos décadas.
Este personaje racista, xenófobo, homófobo, misógino y de inocultables aficiones nazis , de un pasado oscuro y de nulo prestigio en las fuerzas armadas de Brasil, ha intentado durante su mandato conquistarlas, nombrando el mayor número de ministros militares en la historia de gobiernos democráticos de su país. Ha celebrado la última dictadura de Brasil y no ha cesado de proclamar el odio en el seno de la sociedad.
Parte importante de las élites brasileñas; empresariales, mediáticas y judiciales que le fueron funcionales ( sin generalizar injustamente ) ; que dieron junto a políticos inescrupulosos el “golpe sui generis” contra Dilma Rousef y la ignominiosa parodia judicial que puso en prisión a Lula, para impedirle ser candidato, habrán tenido tiempo de calcular el “resultado“ de su increíble aventura antidemocrática y suicida. El pueblo brasileño ha sufrido hasta ahora todas las catástrofes posibles de producir, por haber ayudado a llegar al poder a un sicópata fascista.
Resta esperar que los militares se mantengan al margen de las incitaciones golpistas, y que la gran mayoría de la sociedad brasileña comprenda el horror cometido contra Lula.
Un Lula agigantado por su hidalguía y humildad , por su nulo espíritu de revancha, y por la madurez de un gran estadista que gobernó con reconocido éxito por dos períodos a su país.Forjado en las luchas obreras, y templado en su honor por las injusticias sufridas. Reivindicado por el Poder Judicial Federal y que espera la oportunidad de poder devolverle a Brasil el camino de una democracia inclusiva, más justa, en unidad y paz. Pero además, darle a todo el continente la oportunidad de iniciar un nuevo proceso de integración continental que sólo con el liderazgo del gigante del mismo, podrá hacerlo realidad. Proceso de integración latinoamericana que le devuelva una voz en el mundo. Para poder incidir en los cambios vertiginosos de carácter global que se están produciendo, dejando la irrelevancia absoluta en la que ha caído.
Para poder participar de la construcción de un nuevo orden internacional, ante la oportunidad que brinda la disputa por las hegemonías mundiales en una etapa de transición de poderes, aprovechando al máximo las extraordinarias riquezas y reservas naturales que tiene nuestra América Latina para participar de la Cuarta Revolución Industrial en curso.
Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.