La rampa del Palacio de Planalto está ubicada de tal forma que mira hacia el Congreso y la Corte Suprema en Brasilia. En ella, Jair Bolsonaro, los comandantes de las tres armas y algunos ministros, siguieron el desfile militar. Este ejercicio fue organizado para “invitar” al presidente a participar de actividades militares que se realizan anualmente cerca de la capital, una vez por año. El hecho, sin conmemoración histórica a recordar, se entendió como una amenaza a las instituciones que provocó rechazo en todo el abanico de posiciones políticas de Brasil.
Bolsonaro está siendo objeto de investigaciones por corrupción, por la catastrófica conducción de la pandemia y por múltiples denuncias de diversa índole. Las críticas apuntaron al hecho central: intento de intimidar al Poder Legislativo y al Poder Judicial. Pretendiendo evitar la prosecución de investigaciones que lo pueden llevar a su destitución y a la cárcel. Acompañado de la pretensión de evitar la continuidad del voto electrónico y sustituirlo por el voto impreso.
Lula fue categórico. Ayer expresó que las” fuerzas armadas de su país saben como comportarse”…” cuidando nuestra soberanía dentro de la Constitución “, y centró el problema de su país en la pobreza, el hambre, el desempleo y la salud.
La reacción del general Hamilton Mourão, vicepresidente de la República, consideró” inoportuno” participar del evento. Fuentes citadas por varios medios, explican que su ausencia respondió a la postura de los mandos y la oficialidad de las tres armas. Más allá de las razones protocolares que explicaron la concurrencia de los jefes a la rampa. El evento no alcanzó a durar diez minutos. El Congreso rechazó horas después la propuesta de volver al voto impreso.
Lejos de obtener su objetivo, Bolsonaro sufrió una clamorosa derrota política. Con un nivel de aprobación bajísimo en todos los rubros de su gestión y con pronósticos unánimes de las encuestadoras sobre sus casi nulas posibilidades de obtener un segundo mandato en las elecciones del año que viene. Enfrentado a los otros poderes del Estado, es un presidente sin partido, sin agenda de gobierno en un país que experimenta la peor crisis política, sanitaria, económica y social de su historia. Su única “agenda”: amenazas a todas las instituciones, augura más sufrimiento y desesperación al pueblo brasileño, que ansía que este “vía crucis” termine de una vez.
Lula se fortaleció aún más con estos acontecimientos . Habla de la agenda de recuperación de Brasil. También de la agenda internacional. Devolviéndole a su país el papel que nunca debió perder. El de un gigante del continente que lidere y exprese en acuerdos, la voz de América Latina en los grandes temas del mundo de hoy y del mañana.
Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.
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