Del 10 al 11 de abril en Panamá la VII Cumbre de las Américas funcionó como escenario para que Barack Obama y Raúl Castro se dieran un simbólico apretón de mano en señal de una nueva etapa en el relacionamiento de ambos países. Más de 35 jefes de Estado, participaron del evento. Este hecho no fue el inicio, sino la culminación de varios meses de intensas negociaciones políticas de ambos Estados y de destacadas personalidades mundiales. Aun no se conocen documentos que las avalen.
Este diálogo entre dos Estados que durante décadas aparecieron definidamente antagónicos, ya tiene y lo tendrá, más aun con el correr del tiempo, un gran significado geopolítico e ideológico. Modificará el imaginario político de Sudamérica y el Caribe, llevando política y socialmente la “revolución cubana” a la categoría de un gran hecho histórico del Siglo XX y XXl. Si se traspasa la barrera de lo obvio en sociología política, es imposible no analizar este hecho sin preguntarse quién perderá el segundo tiempo que se abre.
La decisión de Cuba y EEUU de cambiar en forma y contenido sus relaciones multilaterales no ha sido el invento genial de un grupito de iluminados sino, expresión de una necesidad que sienten amplios sectores en ambos países. Hasta ahora las transiciones del “socialismo al capitalismo” han sido breves e intensas, tanto en lo económico como en lo político. Checoslovaquia por ejemplo en seis meses era irreconocible.
Las Cumbres de las Américas fueron inicialmente una iniciativa norteamericana desde donde se buscaba comprometer a los países desde Canadá a Tierra del Fuego, con proyectos e iniciativas macro, por ejemplo el abortado ALCA. La cumbre de Panamá funcionó no solo para mostrar a Obama y Raúl Castro rubricando gestualmente un nuevo tipo de relaciones, fue también el momento elegido por el Departamento de Estado, para lanzar un nuevo discurso, una nueva construcción ideológica para Sudamérica y el Caribe.
Obama habló casi simultáneamente en distintos eventos, preparados minuciosamente y coordinados, para presentar esta nueva impronta norteamericana que llega a desdeñar la historia y los hechos que la sustentaron por décadas con este continente. Estado Unidos, dijo «no va a ser un prisionero del pasado» con Cuba o con América Latina. «Estados Unidos mira hacia el futuro. (…) Yo no estoy interesado, francamente, en las disputas iniciadas antes de que yo naciera». Obama desarrolló ante sus pares del continente un nuevo paradigma lejos “de las ideologías del pasado”.
Por su parte el líder cubano al intervenir hizo un vehemente y emocionado raconto histórico de las relaciones entre los EEUU, América Latina y su país, indicando que EEUU ha llevado adelante «guerras, conquistas e intervenciones» en todo el continente.
Raúl Castro dijo que los gobiernos que precedieron a Obama “tienen deudas con nosotros, pero no el presidente Obama», que «es un hombre honesto» y una «forma de ser que obedece a su origen humilde» (…) “Hay que apoyarle en su intención de liquidar el bloqueo”, exigió Castro.
Apagados los reflectores y lejos de los hechos simbólicos quedan las realidades concretas, llenas de interrogantes y sospechas en la interna de Cuba y EEUU. Las vicisitudes políticas y humanas de los protagonistas de hoy pueden determinar el curso de los acontecimientos.
Discurso del Presidente Uruguayo Dr. Tabaré Vázquez en la cumbre
Por Antonia Yáñez
Socióloga
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