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El principal mérito del libro del equipo dirigido por Álvaro Rico (Gabirel Bucheli, Magdalena Figueredo, Carla Larrobla, Mauricio Bruno, Vanessa Sanguinetti) no es la prolijidad de los datos, el rigor en el manejo de las fuentes, de los relatos de esos 12 años, es haber sido fieles a una metodología que es realmente crítica, que muestra la realidad aún en sus aspectos contradictorios y negativos.

No dejarse llevar por la necesidad de contraponer a otros relatos, a otras visiones muy diversas y en muchos casos injustas, falsas y superficiales con la propia superficialidad, la propia imaginación y la justificación de todo o de casi todo. Y esto sin realizar un trabajo soso, sin roces, sin fricciones, sin lucha. Escribir la historia con rigor es también es una forma importante de luchar.

Para que no nos suceda lo que afirmó un general soviético de la época de Stalin: «El pasado es impredecible…»

Es un libro que habla desde la política, como base de una reconstrucción histórica, y los hechos, las personas, las estructuras, las batallas, los resultados, los aciertos, los errores se basan en esa exigencia política. Es un gran mérito, pues todo el trayecto debe haber estado lleno de peligrosas trampas y tentaciones. Yo lamento confesarlo, pero me resulta muy difícil escribir estas líneas desde la razón, desde el análisis, hay demasiadas cosas que me conmueven y lo seguirán haciendo hasta el final de mi vida.

Es un libro que tiene contradicciones, porque es fiel a las fuentes. Hay declaraciones y documentos que se contradicen, entre otras cosas porque se descubre que, a pesar de su ferocidad y de haber dedicado un enorme aparato policial y militar, muchos efectivos y mucha plata contra el PCU y la UJC, la burocracia es la burocracia y los asesinos y torturadores también la padecen. Es entre otras cosas la banalidad del mal de la que habló magistralmente Hannah Arendt.

Eran asesinos torturadores, desaparecedores, ladrones, corruptos, cobardes, pero además en muchos casos eran unos burros consumados y comprobados. Y es bueno y necesario reconocerlos. No eran omnipotentes y el libro lo muestra claramente.

Iban a buscar personas a una casa tres años después que se habían mudado. Y muchos otros casos de burocratización de la propia represión. Los informes de inteligencia, que como parte de mi derecho al acceso a la información accedí, están llenos de esas burradas. Y se extienden bastante después de 1985, en plena democracia.

La deshumanización total

Hay un aspecto que en general los uruguayos hemos abordado poco. Una pregunta: ¿Cómo fue posible que transformaran a un grupo grande, sobre todo de hombres y algunas mujeres (pocas) en asesinos y torturadores sin piedad? Es un proceso ideológico, de abatir las barreras de humanidad, que deberíamos estudiar más a fondo. Y después de caída la dictadura, el pacto de silencio, la justificación siguió entre militares y entre algunos civiles, tiene las mismas raíces.

La caracterización de fascista es justa, para el régimen pero también para sus sirvientes, incluso con algunas salvedades. Antonio Gramsci, escribió sus Cuadernos desde la cárcel recluido en dos cárceles de Mussolini, la de Ústica y en la cárcel milanesa San Vittore. Ningún preso político en Uruguay podría haber escrito siquiera un block de notas. El régimen de las prisiones y las torturas en el Uruguay -este país que muchas veces ponemos como ejemplo- alcanzaron niveles insuperables y las cometieron uniformados policiales y militares, que perdieron la mínima condición de un soldado: la dignidad. ¿Cómo lograron transformarlos en bestias de esa manera?

Otro elemento importante es que dejando hablar a los hechos, queda claro que el PCU y la UJC fueron el principal centro de la represión de la dictadura durante 12 años, en el libro no se da una visión sectaria y vanguardista. Se valora de manera adecuada el papel de la resistencia general de las fuerzas democráticas, de zonas importantes de la sociedad, pero también de los que apoyaron al inicio el golpe, o se callaron y convivieron y en algunos casos se favorecieron con la dictadura. El «SI» a la reforma de los dictadores, obtuvo el 42.8% de los votos en 1980. El triunfo del «NO» fue enorme, invalorable, pero a los otros también hay que considerarlos. También eran uruguayos.

El aparato militar del PCU
Otro tema central es el de las armas. Las muchas preguntas que surgen desde la comprobación de que el PCU disponía de un potente aparato militar, bien equipado en armas, comunicaciones, transporte, medicina, municiones y explosivos y sobre todo efectivos preparados. No voy a intentar explicar este tema en unas pocas líneas, pero en las redes y en la calle, sigue siendo un tema central y se mantienen vacíos importantes. Incluso después de leer este libro.

¿Por qué estaba el aparato armado? ¿Por qué no se usó? Y los errores cometidos para su rápido y total desmoronamiento, con el aporte de los traidores y/o infiltrados, pero no solo.

¿Cuáles eran los criterios para seleccionar los integrantes del aparato armado? ¿Por qué había tantos estudiantes, militantes que de la noche a la mañana abandonaban la militancia pública y pasaban al aparato full time?

¿La formación del aparato armado era la consecuencia natural de definiciones teóricas y políticas sobre los previsibles caminos de la revolución en América Latina? ¿Fue solo eso, o además hubo una componente de la batalla ideológica dentro de la izquierda y Jaime Pérez una vez más dijo toda la verdad con sus declaraciones?

Un tema extremadamente delicado y afrontado con seriedad y valentía en el libro es el de la adhesión a la democracia por parte de la izquierda uruguaya y en particular por los comunistas. Y los cambios que se produjeron durante la dictadura, como resultado de un doble proceso: la dura, terrible experiencia y el desarrollo de un nuevo pensamiento político e ideológico en las filas de la izquierda. No en todos lados de la misma manera ni en el mismo momento, pero nos cambió profundamente, aunque no se corresponda con una elaboración teórica que le da sustento.

La contradicción todavía pervive en sectores de la izquierda y en el actual Partido Comunista, que la democracia y las libertades, que aquí son fundamentales, no les impide que se justifique y apoye regímenes absolutamente dictatoriales y en franca decadencia, por el simple hecho de que se definen de izquierda, aunque la corrupción, la represión y el fracaso más absoluto en el progreso de sus sociedades y el nivel de vida de sus pueblos es cada día más evidente.

En el libro hay un amplio espacio dedicado al análisis de las posiciones que a partir de 1964, del golpe de Estado en Brasil, comenzó a crecer la idea de crear un aparato militar del PCU e incluso sus bases teóricas y su relación con definiciones sobre el proceso latinoamericano, pero tiene además una base más de fondo y es el uso de la violencia en la política, a partir de experiencias en otros países y en otras épocas y no tengo absolutamente ninguna duda que entre los comunistas había una épica de la violencia, aunque no fuera armada, sobre la que posteriormente reposó la fundamentación teórica del «camino posible de la revolución». Las trompadas, los palazos, los choques en manifestaciones con la policía o con «provocadores» eran parte de nuestra realidad, y no la sufríamos precisamente…

No olvidemos que en esos rasgos también tuvieron influencia la propia historia de la violencia política en la historiauruguaya. No siempre fuimos el verde vergel que somos ahora. Todos.

Los comunicados 4 y 7
La posición asumida sobre los comunicados 4 y 7 tuvo una base táctica: tratar de fracturar el frente del golpe, pero contiene también un profundo error ideológico, la visión peruanista, que fracasó en Perú y en Uruguay a pesar de que hubiera muchos militares no golpistas e incluso democráticos y de izquierda.

Lo peor de todo es cuando una línea política se transforma en algunos textos que son en realidad una caricatura, una burrada y ese es el caso del editorial del diario El Popular sobre los comunicados 4 y 7, esa era la peor caricatura de una línea, que era mucho más compleja y elaborada. Aunque el error era de fondo y terminó ayudando a lo peor de las FF.AA., a los Tenientes de Artigas.

Digamos que en su amplitud y generosidad el libro trata con sumo cuidado las diferencias de fondo con el MLN en todos los planos, y el papel que el movimiento jugó en los momentos más difíciles de todo el proceso de gestación de la dictadura. ¿Fueron los culpables del golpe? No. Pero ¿ayudaron a crear las mejores condiciones internas en las FF.AA. para el golpe? Sí. Habría mucho para escribir.

¿El MLN desapareció antes del golpe y durante toda la duración de la dictadura? Sí. Documentadamente. ¿Al salir tuvieron una enorme capacidad política de reconstruirse, de absorber sus tensiones internas y de proponer un proyecto político muy exitoso? Sí. Incluso de escribir su propia historia de la historia nacional desde antes del golpe y durante la dictadura.

El libro no incluye la ayuda, la solidaridad que el PCU le dio a diversos integrantes del MLN en los momentos más duros de la represión contra ellos a partir de abril de 1972, sobre la base de una definición política e ideológica y sin que hubieran disminuido un ápice las diferencias muy profundas existentes. Tengo testimonios directos.

¿Este libro debe tener como objetivo recomponer la verdadera historia? No deliremos, es un aporte, que ayuda mucho, pero atrás ya no se vuelve. Voy a tomar prestada una frase de un querido compañero, «es una historia de la historia».

Los que estuvimos en el acto de lanzamiento del libro en el salón Azul de la I.M, los que leímos las 991 páginas o la mayoría de ellas, para encontrarnos y encontrar a otros, hoy estamos distribuidos por la vida en muchas tiendas, en nuestras casas y en muchos casos con una distancia que los separa de la política que comparada con el compromiso anterior es abismal. No solo políticamente, sino emocionalmente, humanamente.

Otro aspecto que necesito subrayar en la documentación del libro es que el haber logrado mantener un centro de dirección interno del PCU y la UJC durante los 12 años, y centros de trabajo y elaboración en diferentes frentes, de organización, propaganda, finanzas e incluso la seguridad, con la inserción en sectores obreros, de los barrios, estudiantiles a pesar de los miles de presos y exiliados, además del resultado de una línea política, fue posible por la gran cantidad de dirigentes, de cuadros, de militantes probados que logró forjar el PCU y la UJC, y su nivel político, ideológico y moral. Eso no es el resultado de la espontaneidad, ni solo de una línea política.

Es emocionante releer Carta y Líber Arce y luego los medios de prensa de la salida de la dictadura vinculados al PCU y a la UJC como Cinco días o Ganzúa y ver el nivel intelectual, la fineza política que 12 años de dictadura no lograron destruir en absoluto. Fue también una gran batalla personal, no sólo de los comunistas, sino de la mayoría de los uruguayos, de sus trabajadores, sindicalistas, de sus artistas, de sus periodistas y naturalmente de los políticos. Y en esos frentes la dictadura perdió en toda la línea, no fue capaz nunca de forjar nada más que pobres cómplices de cuarta.

Sería un hipócrita si me callara los temas incómodos, creo que algunos reportajes antiguos tomados como referencias de hechos, son complejos y a veces no reflejan la realidad ni cercanamente y como se trata de sufrimientos, de dolores, de protagonistas, que oigo repetir permanentemente desde hace años, son capítulos todavía abiertos y que habría que esclarecer. La verdad es más necesaria cuanto más dura.

La lista de ausencias, los fallecidos de mi generación, que actualmente tendrían entre 60 a 70 y pico de años y, que también son rostros necesarios en el fresco de la UJC y el Partido.

Esta lista que seguramente tendrá vacíos y olvidos imperdonables, la incluyo, porque con estos compañeros compartí momentos fundamentales de mi vida y mi militancia. Sin ellos la reconstrucción de la UJC y el PCU que yo conocí no estaría completa. Fueron momentos muy diversos y en circunstancias muy diferentes. Fue un esfuerzo duro, porque no son ideas, no son instantes, son seres humanos que murieron relativamente jóvenes sin lugar a dudas en una edad por debajo del promedio de vida nacional y que sin ellos, mi mirada del partido y la UJC no estaría representada. Estoy seguro que cada uno de los participantes de ese tiempo tiene su propia lista.

No incluyo a la generación anterior, con la que también compartí muchos años de vida y de lucha, pero las situaciones son diferentes. Esta es mi generación, no en abstracto, sino con nombre y apellido, encuentros y desencuentros. El orden es totalmente arbitrario, me parecía un error organizarlos por orden alfabético o por cualquier otro orden. Pido perdón por las ausencias.

Nibia Sabalsagaray, Líber Arce. Hugo de los Santos, Ramón Peré, Susana Pintos, Alfredo Zitarrosa, Gastón Ciarlo «Dino». Julio Cesar Castro «JUCECA, Imilce Viñas, José Luis Ferreira «Choche», Ariel Moreira «Ferrujo», Oscar Frizzi, Sergio Boubet, Walter Alcalde, Julio Dufrechou, Fausto Hernández, Gerardo Robinsky, Elder Silva, Pedro Ojeda, Mirta Macedo, «Negro» Larré, Cesar Fernández, Washington Píriz «El Gordo». Fernando Beramendi, Yamandú Palacios, Juan Diakakis, «Crudo» Correa (Codarvi), Ramón Cabrera, Raúl Rezzano, José PacellaHoracio Bazzano, Julio Hernández, Héctor «Meme» Altesor, Hugo Altesor, Juan José Montano, Walter Sanseviero, Héctor Manuel Vidal, Yiyo Manfrini, Ubaldo Manfrini, Susana Nuñez, María Condenanza, Julio Pereyra, Martha Klingler, Américo Roballo, Milton Montossi, Esteban Fossati, Negro Charlone, Pepe Massera, Gerardo Ubiría, Jorge Bayarres, Néstor Leites, Luis Alpui, Ana López, Gastón Ibarburu, Pablo Valenti, Eduardo Darnauchans, «Colorado» Luis Echave, Walter Olazabal, El Baby Olivera (Codarvi), Alberto Maciel (Codarvi), Alter Chiquito Portela (Cordarvi), Nilo Portela (Codarvi), Walter Marandino (Codarvi), Raúl Gancio (Codarvi), Felix Rivarola (Codarvi), Alberto Botaro (Codarvi), Rosario Castro (Codarvi), Moncho Freire, Alicia Ribeiro, Amalia Jauri, Hugo Couto, Alfredo Couto, Jaime Lev, Inés Russomando, Silvia Rodríguez Villamil, Ricardo Grille «Cuco», Juan Peyrou, Estela Cerruti, Boris Furmann, Gonzalo Carámbula, Ricardo Ramírez, José Campaña, Alberto Loriel, Manuel Barrios, Raúl Viña, Horacio Buscaglia, José «Pepín» Bonilla, Ana María Merlo, Roby Fried, Blanquita (esposa de Fried), Giorgio Valenti, Daniel Mañana, Abel Sade, Juan Acuña, Raúl Legnani, Rafael Cribari, Silvio Hernández, Gladys Yánez, Alba Legnani, Rúben Averio, Ofelia Fernández, Negro Yacuboni, Joaquín Pau, Carlos Hakas, Raúl Feldman, Saúl Facio, Carlos Chassale, Didasko Pérez, «Rata» Franco, «Chino» Barret Díaz, Daniel Pazos, Miguel Matto, Félix Ortiz, Omar Paita, Otermin Montesdeoca, «Boca» Washington Trias, Sergio García, Bruno Antognazza, Álvaro Pérez, Negro «Polo» González, Atilio Duncan Pérez Da Cunha «Macunaima, Selva Braselli, Walter Crivocapich, Luis Stolovich, Pedro Giudice, Mariena Gaso, Mariela Genta, Raúl Clérico, Thelman Borges, Hermes Fulle, Ariel Casco, Mauricio García, Pablo Valenzuela, Oscar Tassino, Andrés Di Pascua, Alejandro Saxlund, Ana Buriano, Leonora Celano, Nélida Pereyra de Goggi, Ricardo «Nene» Calzada

Es una lista personal, a todos ellos los conocí personalmente y han fallecido.

Esta larga lista puede darle un sentido necrológico a este comentario, pero en realidad está muy lejos de mi objetivo, nos tocó a nosotros y a los mayores y menores que nosotros vivir un periodo político muy intenso, pero en medio de las tragedias, los miedos y las valentías fue un tiempo donde no renunciamos a la alegría de vivir, a la amistad, al compañerismo, a compartir cosas muy importantes. Ahora ya no están más y otros seguiremos en esta lista inexorable, pero nadie nos podrá quitar esa porción de existencia que arrancamos a mordiscones a sonrisas y llantos. Fueron nuestros años, aunque nos hayamos desparramado y separado e incluso equivocado. Pero vaya si vivimos intensamente.

Reflexiones finales

Voy a repetir de manera más clara lo que escribí en otras oportunidades: yo no me fui del país por mí voluntad, el Partido me envió a Buenos Aires para cumplir ciertas tareas y en general puedo decir que las cumplí y que ni por los documentos falsos fabricados, ni en el cruce de personas y materiales, ni por ningún otro motivo nadie cayó preso por mi responsabilidad, pero que apenas toqué el suelo italiano en 1978 y asumí que me tendría que quedar y sobre todo, cuando regresé a Uruguay el 20 de diciembre de 1984, sentí y siento una gran vergüenza.

Yo tendría que haber reingresado a Uruguay y no quedarme en Buenos Aires donde inexorablemente en algún momento me podrían haber detectado. Aquí, en Uruguay había en los años 1975, 1976, 1977 y los tres meses de 1978, cientos de compañeras y compañeros, que lucharon, que fueron presos, que se fueron del país porque el partido y la UJC se los pidió porque no tenía condiciones para mantener su funcionamiento y su libertad. Lo reitero: nunca me voy a sacar esa sensación de vergüenza, aunque este libro y otras historias hayan incluido con generosidad la información sobre las cosas que hice en el exilio. Como ejemplo quiero recordar que la última gran derrota de la dictadura en su gestación, fueron las elecciones universitarias del 11 de setiembre de 1973, donde la FEUU, con voto obligatorio triunfó en todas las facultades y escuelas. Y algo tuvimos que ver los comunistas, junto a otros militantes universitarios.

Una de las cosas que aprendí y más me entusiasmaron en la UJC es que para ser jefe había que estar al frente, bien al frente y sobre todo cuando las papas quemaban. Y vaya si ardieron las papas en el Uruguay. Y yo estuve ausente durante varios años.

No es un juicio sobre los compañeros que se exiliaron, cada uno con su propia historia y sus propias emociones, es solamente sobre mi responsabilidad personal.

Leyendo el libro que contiene tan prolija, ordenada y detallada documentación, información y testimonios necesito decir otras cosas.

El papel de algunos compañeros en la lucha interna contra la dictadura nunca antes lo había conocido como ahora a partir de este libro y fui un importante dirigente de Partido, y tengo la impresión que eso sucedió en muchos casos. La resistencia no fue una consigna, una línea política solamente, fueron seres humanos que asumieron sus responsabilidades y donde sobran hasta los adjetivos para calificarlos, los hechos son totalmente elocuentes.

Tomo un solo ejemplo, el de la «Bruja» Pacellla. No sabía del papel que asumió dirigiendo la UJC y también el Partido, luego de la caída de León Lev. Está claro que no había que saberlo durante la dictadura, pero tampoco lo supe después. Y es responsabilidad mía, personal, pero también de que tratamos muy mal esa parte de la historia, pasamos rápidamente la página, de los héroes, de los combatientes que siguieron luchando, de los presos y también de los traidores. No todos reaccionaron de la misma manera ante la brutalidad sin límite de las torturas, pero hay una categoría bien clara de traidores que no fueron claramente denunciados, como por ejemplo hicimos, con liviandad y una gran injusticia acusando a un compañero como infiltrado, por un dato de inteligencia «ajeno» antes de la dictadura y lo expulsamos, a Washington Piriz.

Estos datos también surgen de los documentos militares y policiales y de testimonios de muchos presos, son historia, y de esa parte también tenemos que rendir cuentas. Puede haber dudas, pero hay nombres inexorables de traidores: El «Pato» Álvaro Coirolo (el principal responsable de la caída de múltiples estructuras de aparato militar del PCU y muchos otros compañeros y su esposa Irma Susana Agorio «Chopito»); Pascual Latrónico; Marcos Szwacifiter; Norberto Moreira; Ariel Ricci; Jorge «Charleta» Gundelzoph; Fleming Gallo; Roberto Patrone e Hilda Diez. No todos están en idénticas situaciones y son temas extremadamente complejos y delicados, pero en algún lado hay que trazar una línea, aún con la mayor sensibilidad. De la traición no se retorna.

Con una aclaración, durante mucho tiempo estuve convencido que Coirolo, un personaje siniestro, con un pariente directo en el servicio de inteligencia del ejército y había sido capturado y puesto a trabajar para los dictadores, era un traidor. Me equivoqué, uniendo diversas informaciones y analizando el método, hay una altísima posibilidad de que haya sido un infiltrado que causó un daño enorme, que hizo detener a mucha gente y matar a varios compañeros, torturar a cientos y entregar estructuras enteras, tanto del aparato militar como de la dirección del PCU de ese momento. Es la opinión de la mayoría de los integrantes del aparato militar con los que conversé. Vivos o que fallecieron.

Es duro reconocerlo, pero esa infiltración es un ejemplo devastador, de la subestimación del enemigo y una muestra de los errores cometidos. Y vaya si cuesta reconocer este tipo de errores, incluyendo los míos posteriores. El libro se equivoca sobre este tema, era un infiltrado que subió demasiado rápido, que recorrió demasiadas direcciones de trabajo del aparato militar y de la dirección clandestina, rompiendo toda la compartimentación y que fue puesto a asistir a la dirección del partido en un momento muy delicado, en cosas todavía más delicadas. Y esos errores se pagaron muy caros y no nos animamos a reconocerlos y además dejamos un tendal de gente que luchó y sufrió mucho, dolorida en el fondo del alma. Todo el aparato de inteligencia de la dictadura se preocupó durante un buen tiempo de ocultar la responsabilidad de Coirolo y construir otros culpables.

Sobre el comportamiento ante la tortura, no me siento, ni política, ni humana ni moralmente capaz de opinar y juzgar. No estuve sometido a ese horror y me siento absolutamente incapaz de juzgar, pero hay un dato básico y fundamental: si el partido y la UJC se hubieran desmoronado masivamente por la delación, aún de diferentes tamaños y gravedades, ni el Partido ni la UJC hubieran podido mantener centros de dirección dentro del país, estructuras territoriales y sociales, medios de prensa, de organización y de finanzas clandestinos, durante doce años. Es la prueba más concluyente.

Voy a referirme a Buenos Aires. En primer lugar, no hicimos nunca un reconocimiento de la solidaridad que recibimos en Argentina, de la que yo puedo dar testimonio, como por ejemplo del Presidente de la República Raúl Alfonsín. Él, entre otras cosas, nos envió las invitaciones para que con Arismendi llegáramos al otro día de su asunción a la Argentina y muchos otros gestos. Del corazón, la generosidad del doctor René Favaloro, que operó de by-pass y tres coronarias a Alberto Altesor, no nos cobró sus honorarios y lo protegió todo lo necesario mientras estaba internado en el hospital Güemes y por último, el libro hace justicia sobre el papel extraordinario, realmente extraordinario jugado por la dirección del Partido Comunista de Uruguay en Argentina, en primer lugar de Geza Stary y Roberto Pereira junto a un grupo de compañeros y compañeras. Lucharon sin bajas durante todo el largo, interminable periodo de la dictadura en Argentina bajo el terrorismo de Estado más feroz. Fueron fundamentales e insustituibles. Sus experiencias y sus opiniones no se incorporaron en la medida adecuada al balance posterior del PCU como hubiera correspondido.

Otro capítulo fundamental es del papel de los enlaces entre el centro de dirección en Buenos Aires en sus diferentes etapas y la dirección interior en Uruguay. Un grupo de hombres y mujeres extraordinarios, por su valentía y su audacia. Habría que incluir sus nombres, a algunos les debemos mucho, incluso la vida.

Otro aspecto que quiero resaltar es que si bien es cierto, que se logró conformar un amplio espectro de opositores y luchadores uruguayos contra la dictadura, no todo fue igual. Sería una profunda injusticia. Wilson Ferreira Aldunate y el Toba Gutiérrez Ruiz se la jugaron muy a fondo y con gran amplitud. Por el Toba habla su asesinato junto a Zelmar Michelini, Manuel Liberoff, Rosario Barredo y William Whitelaw Blanco. Fue una operación conjunta de ambas dictaduras cubriendo el arco opositor uruguayo en Buenos Aires y para promover el viaje masivo al exterior, a otras latitudes lejanas al Uruguay. Entre otras cosas.

Necesito referirme a Wilson Ferreira, no solo no quiero ocultar los vínculos que establecimos y mantuvimos durante toda la dictadura, sino que quiero resaltarlos. Su papel en el Partido Nacional en 1971 fue una verdadera revolución, la más profunda que vivió ese partido y en la posibilidad de una alianza entre Wilson y el FA. A partir de las elecciones de ese año, es que los brasileros, el dictador -presidente Garrastazú Médici promovió ante el departamento de Estado y con apoyos uruguayos, la posibilidad de una invasión militar directa (Operación Treinta Horas) o un golpe de estado. Los papeles desclasificados del Departamento de Estado de los Estados Unidos, son muy claros. Y son parte de la historia, también de la infamia de los que dentro del Uruguay apoyaron esas posibilidades.

Wilson Ferreira fue un luchador incansable e inteligente contra la dictadura y lo hizo con gran amplitud y pagó por ello, con la proscripción y el encarcelamiento a su regreso. No fue por motivos de enfrentamientos personales con los Tenientes de Artigas, sino por sus posiciones que lo excluyeron de las elecciones que hubiera ganado en 1984. Yo personalmente puedo dar testimonio de su reclamo permanente de la libertad de Liber Seregni, en los Estados Unidos, en Italia, en Brasil. Y por los presos políticos. Y a la hora de los balances, no todos los opositores fueron iguales.

Liber Seregni, con la dignidad de su cárcel, de su salida, de su imagen ante el mundo fue una base fundamental de la resistencia y de la salida y la actitud del partido de reconocerlo en todo momento, fue mucho más que inteligencia política, fue una mirada estratégica fundamental.

Otro capítulo que sería interesante que alguna vez escribamos, es la enorme, gigantesca deuda que los uruguayos tenemos con los partidos, fuerzas sociales y hombres y mujeres de la cultura y el arte que se solidarizaron con nosotros durante más de una década, en decenas de países. Del socialismo real, de Europa, de América Latina, de África, brindando refugio y solidaridad a nuestro pueblo. No quiero hacer listas porque cometería injusticias, pero fueron muchos y no solo se debió a la militancia de los exiliados uruguayos, sino a su propia sensibilidad y sentido democrático. Y debemos reconocerlo, sin ellos nunca la campaña internacional hubiera alcanzado los niveles que logró.

Cuando terminé de leer el libro sentí una primera sensación, que los autores habían logrado diseñar, pintar un fresco extenso, profundo, doloroso, valioso de la historia nacional y de la «patria comunista» y yo me siento representado en esa obra. Y eso es de un valor enorme, tanto político, como histórico, moral y metodológico.

Porque el libro cubre esa gran necesidad, ese vacío, es que de él surgen otros vacíos, otras interrogantes, que habrá que seguir llenando, naturalmente no desde la capacidad y el método utilizado por sus autores y los protagonistas, que aún quedan muchos y diversos temas por profundizar.

Por ello mismo quiero referirme a otro de los aspectos críticos que he mencionado en varios artículos y libros: el grave, gravísimo error que cometimos cuando la reconquista de la democracia, al reconstruir el partido en la legalidad y para la nueva etapa que se abría. Uno de los principales responsables de ese error, fui yo porque era de una generación puente, no solo en la edad sino en las experiencias.

De un saque y en pocos meses reconstruimos la UJC y el Partido a partir del pasado previo al golpe, con algunos retoques, pero por el camino dejamos un tendal de gente que venía de otra experiencia, de otra «UJC» y otro «Partido», de la clandestinidad, del exilio de la legalidad arrancada a mordiscones, de la construcción de movimientos sociales, culturales, artísticos diversos y fundamentales. Incluso no fuimos justos, no había 3 vertientes: la cárcel, la clandestinidad y el exilio, también estaban los otros, los miles que se habían incorporado y luchado en medio de la dictadura en condiciones nuevas y los aplastamos con la buena voluntad de querer desquitarnos de los dictadores que nos habían querido destruir y reconstruimos un enorme aparato con los pies y buena parte de la cabeza en el pasado. Y lo pagamos muy caro. Miles se quedaron por el camino. Escuchamos mal y poco.

Nuestra crisis, además de la caída del muro, de las profundas e insalvables contradicciones políticas e ideológicas dentro del Partido, nada menos que sobre la dictadura del proletariado y el marxismo-leninismo, también fue el resultado de esos graves errores no solo políticos, sino humanos en la reconstrucción tanto del Partido como de la UJC y a pesar de los éxitos políticos, como las elecciones de 1989, explotó dentro del Partido y la UJC.

En ese proceso con la velocidad de la reconstrucción, dejamos una enorme cantidad de preguntas sin respuestas o peor aún, sin siquiera asumirlas. Fue la existencia del Frente Amplio, del extraño y casi único proceso de la unidad más amplia de la izquierda en el mundo, que nos contuvo a todos o a casi todos.

Es un libro con un gran esfuerzo académico, pero no oculta -sobre todo a través de los testimonios- que la vida en el PCU y la UJC durante esos años, fue muy dura, involucró y afectó a los militantes y a sus familias y entorno, pero no por eso perdió y sepultó la alegría de vivir, de sobrevivir, de ocupar un lugar en esa enorme familia nacional democrática y partidaria. Y eso ayudó mucho, en todos lados, adentro y afuera.

Como ayudó mucho nuestra condición reivindicada sin ningún nacionalismo, de uruguayos, de orientales, de esta pequeña porción de humanidad con sus rasgos, sus orgullos, sus dolores, su historia, sus tradiciones. Además de las diversas líneas políticas, esa identidad fue fundamental a la hora de encontrarnos a los que con grandes diferencias políticas y filosóficas enfrentamos al régimen, a la tiranía.

Y hoy en día esa experiencia, esos años, se suman a nuestra identidad con una gran fuerza. El libro termina en 1985, como corresponde, yo solo quiero agregar que si el PCU y la UJC se reconstruyeron con una gran rapidez, si lograron en pocos años, hasta 1989 avanzar en todos los frentes y sobre todo en el prestigio en la sociedad uruguaya, mucho tuvo que ver también el papel que habían jugado colectivamente durante la dictadura, expresada en muchas personas, pero en particular en Jaime Pérez y en José Luis Massera, como símbolos, pero también a su línea política, a su amplitud democrática y el aporte intelectual, político de Rodney Arismendi. A pesar de las infames campañas en su contra. Pero en particular fue posible por los miles de militantes, de cuadros que salieron de la cárcel, volvieron del exilio y se incorporaron a la militancia de inmediato y a los miles que ya estaban muy enraizados en la sociedad uruguaya.

Esa salida a la democracia, con los aciertos y errores, con el aluvión de nuevos problemas, no le impidió al PCU y la UJC hacer lo que mejor sabía hacer: política, incluso cargando el pesado fardo del marxismo-leninismo y haber logrado en 5 años un resultado como en ningún otro lugar en el mundo, en absoluto, en pleno derrumbe del socialismo real duplicar su votación, obtener el más alto porcentaje de los votos del FA para un sector, de toda la historia del Frente (el 48% de los votos), elegir cuatro senadores y once diputados. Cuesta hacerlo creer a gente ajena al Uruguay. Esos doce años de resistencia a la dictadura, en las 4 dimensiones, la clandestinidad, la cárcel, el exilio y los que abrieron a empujones la legalidad fueron la clave. Atribuírselo a uno solo factor, es absurdo.

Estos 12 años del PCU y la UJC, son el momento más duro, más difícil y dramático de la historia nacional y de los comunistas, son en primer lugar la historia de su gente, colectiva pero también individualmente de los que están y los que faltan. Si no lo asumimos de esa manera, no comprenderemos lo fundamental. A pesar de todo, o precisamente por todo, adhiero a la frase de Thomas Jefferson: «Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado». Aunque los míos deban ser sueños breves y los problemas sean agobiantes.

Por Esteban Valenti

Periodista, escritor, director de Bitácora  y Uypress, columnista de Wall Street Internacional Magazine, de Other News Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva Uruguay

*Esta Columna se publico inicialmente en Bitácora  y Uypress.

 

 

 

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