Una esclarecedora entrevista a Marcelo Nougué vocero de “Un Solo Uruguay”

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 En esclarecedora entrevista de Eduardo Delgado en La Diaria de este fin de semana a uno de los voceros de “Un Solo Uruguay”, Marcelo Nougué, Delgado contextualiza “le pregunto si en Un Solo Uruguay se habla también de las contradicciones en el propio medio rural. Por ejemplo, los problemas para arrendar campos, el aumento del valor de la tierra, las grandes concentraciones de terrenos, el monocultivo y la forestación, que pueden generar intereses contrapuestos en la interna del movimiento. Contesta que han tenido que discutir, compartir y convivir sectores tan antagónicos dentro de la producción como los apicultores y los agricultores, porque los problemas centrales son los mismos”.

O sea, Delgado le preguntó por los grandes y verdaderos problemas fundamentales del país, por los monopolistas terratenientes rentistas (de un territorio gravemente extranjerizado, agrego) y el vocero le sale con la contradicción apicultores-agricultores ¿A quiénes encubre “Un Solo Uruguay”? A un solo No Uruguay y al otro No Uruguay, porque no hay uno sin otro.

Franco se lo pasaba diciendo, “España es una”, “una sola España”, “una grande y libre”, “España es una”, repetía.

José Bergamín escribió, “si España es una, ¿dónde está la otra?

Pueden decirme que también Xi Jinping dice “una sola China”, pero se refiere exclusivamente al Estado, al reconocimiento internacional de un Estado autodeterminado por su pueblo en exclusiva. El único Estado chino se llama República Popular. No se llama socialista (“un Estado, dos sistemas”), ni se llama simplemente China. Se llama República Popular China. ¿Por qué se llama República Popular? Porque el campeonato mundial de leninismo lo ganó Mao. Cuando Lenin conoció Londres, se paró en el puente del Támesis, miró a un lado, miró al otro y dijo: “two countries”.

Reivindicar que Uruguay sea un solo Estado no parece una preocupación plausible y “Un Solo Uruguay” no lo plantea siquiera, porque ya lo es definitivamente.

Nadie, que yo sepa, piensa instalarse en Isla de Lobos a la manera de Taiwán (no fue a eso Lacalle Pou a la Isla de Lobos, aunque haya ido en el yate de un procesista criminal de la guerra sucia argentina), nadie piensa independizar Punta del Este y declararla territorio macrista, con Susana Giménez de primera ministra, o levantar en piedra “el muro de Montevideo” entre el oeste y la costa, pero cada país es bastantes países (“somos muchos más que dos” dijo el poeta). Uruguay es la clase obrera, el pueblo todo, los apicultores, los agricultores, el peón rural y el productor agobiado por la renta del terrateniente imperialista extranjero que afecta una cuestión esencial del Estado Nación, el territorio.

“Un solo Uruguay” no lucha contra que haya dos Estados. En todo caso machaconamente, reclama que el Estado uruguayo sea más chico, más “dejá que las transnacionales hagan lo que se les cante”, más “dejá que manden las corporaciones y los bien mandados alcahuetes cipayos de las corporaciones imperialistas”. Un solo No Uruguay es el imperialismo y el otro No Uruguay es la oligarquía.

Insoportabilidad numéricca

El jueves volvieron a llamarme de Claro. Cuarta vez desde que asumió el gobierno (en rigor, tres de Claro y una de Movistar). Promedio, una llamada cada seis meses, para que abandone Antel.

Claro, el gobierno puso al frente de Antel a un ex directivo de Claro. Más claro echale

Nos toca a los dueños y usuarios de ANTEL, al 90 % que quieren bajar, entretener a las telefonistas para que el gobierno no pueda armar demasiado bardo con la “portabilidad numérica” cuando pierda el referéndum.

Cuanto más tiempo les retenemos cada llamada, no tantas llamadas hacen.

A las dos primeras las corté hermético. “Soy de Antel, la empresa pública, la que aporta más a rentas generales para subsidiar nuestras necesidades. Tenga usted un buen día con poco éxito de gestión laboral. Con el mayor de mis respetos a su persona”, porque no es cosa de ponernos trabajadores contra trabajadores.

A la tercera le argumenté más porque insistió, pero ahora, desde que pusieron en vigencia artículos de la LUC que vamos a anular (o sea, la “portabilidad numérica” que los está volviendo insoportables en sus apuros telefónicos por arrebatarle usuarios a ANTEL, no se deroga: se anula. Al ponerla en funcionamiento antes de que se vote y el pueblo decida, están buscando complicar los trámites posteriores a la anulación), le conté a la cuarta telefonistas que una vez reclamé en ANTEL por un monto excesivo que me cobraron, que otra vez fue mi culpa porque me excedí en la cantidad de datos que utilicé. Oí toda la parte que el trabajo la obliga a decir sobre beneficios de cambiar de empresa, le hice algunas preguntas para que se explayase aún más y recién después empecé, lentamente, a argumentar con el bien público y patriótico, de lo más general a lo más concreto y político, verdadero. Entonces, después de bastante tiempo me dijo, “Ah… es por política”. “Sí, esta llamada de la empresa Claro es por política, claro que es por política. Tenga usted un buen día con poco éxito de gestión laboral. El mayor de mis respetos a su persona”.

Apicultores con agricultores

Los apicultores y los agricultores no son sectores antagónicos, ni mucho menos “tan antagónicos” (“Un Solo Uruguay” miente). Son sectores absolutamente convergentes y complementarios, con los mismos intereses de clase que todo el pueblo. Intereses que se ubican en las antípodas de “Un Solo Uruguay”.

Pero el gobierno y su apéndice “Un Solo Uruguay” ya pretendieron antagonizar trabajadores contra trabajadores, a comienzos de la pandemia, intentando poner al trabajador privado contra el trabajador público, con una maniobra, cuya mera parafernalia televisiva, leguleya, institucional y política, costó más cara que lo recaudado con ella.

Los descuentos de entonces a trabajadores públicos, para que aplaudiese la tribuna imbecilizada por los medios y arrastrase redes a capturar desinformada gente de pueblo, no ahorró un peso, porque se gastó en la maniobra para dividir trabajadores.

Con sus propias palabras negó el Presidente que estuviese dispuesto a donar parte de su sueldo. “No voy a bajar mi estándar económico porque tengo que conservar mi nivel de vida” respondió cuando le preguntaron si iba a hacer como Mujica, que donaba el ochenta por ciento de su sueldo.

Luego, con la oportunidad de dividir al pueblo, un veinte por ciento de quita al sueldo presidencial se recuperó fácil para el “nivel de vida” malla oro, y con satisfacción, porque era para desprestigio del Estado y de lo público, era para estigmatizar a los que luchan en primera línea de la salud, de la ciencia en general, de todos los servicios esenciales, nacionales y municipales, agua, luz, gas, Internet, gendarmerías…

Este gobierno siempre se aplicó a recortar y achicar al pueblo, siguió haciéndolo en plena urgencia de más Estado, hoy más vigente que nunca, pero el Estado no toca la que se llevan por día los propietarios de grandes superficies que medraron con la crisis sanitaria, y mucho más se llevaron en el juego cambiario los apostadores informados con el dólar Uriarte y, ni qué decir, el sector exportador que, antes de las elecciones lloraba a lágrima viva en los altavoces de “Un Solo Uruguay”, para un año después reconocer que había sido su año de mayores ganancias y nos habían garcado, una vez más, enroscados a los sectores financieros imperialistas, que la echan en pala a las carretillas que se llevan, sus CEOs (sus ejecutivos), a sus gigabancos, en transatlántico.

Únicamente la resolución de la contradicción fundamental, patria o imperialismo, abre el principio de resolución de todas las contradicciones subsidiarias. El crecimiento desorbitado de la desigualdad en el mundo es entre el 1% finncierista del Imperio y las inmensas multitudes productivas. Lo mismo, a escala, aplica a Urugua

Siempre es bueno buscar ejemplos metódicos lejos, no para extrapolar realidades irreductibles, transidas de peculiaridades históricas, geográficas y de toda índole e infinitos matices, sino para que el distanciamiento nos ayude a ver con mayor lucidez.

Hasta el muro de Berlín que nunca ningún alemán quiso que existiera, porque los del este querían negociar para derribarlo y los del oeste también, cada cual desde su situación, que ninguna era de contradicción antagónica, sino ficticia, se hizo realidad cuando talló el “neoliberalismo” (que ni es nuevo ni es liberal; es el catastrófico final imperialista del capitalismo, que describió Rosa Luxemburgo en La Acumulación de Capital: Una contribución a la explicación económica del imperialismo, “aunque el imperialismo es, por un lado, un método histórico para prolongar la vida del capitalismo, también es un medio seguro de llevarlo a un rápido final. Esto no quiere decir que el desarrollo capitalista deba llegar realmente hasta este extremo: la mera tendencia hacia el imperialismo, en sí misma, toma formas que hacen de la fase final del capitalismo un período de catástrofes”, Rosa Luxemburgo 1913). Cuando los Chicago boys se impusieron en Berlín, la población del este descubrió que al través del muro de adoquines había un muro más difícil de derribar.

El dato más llamativo de las recientes elecciones en Alemania es que la fuerza más votada en donde fue la RDA es “Die Linke” (“La Izquierda”, luxemburguista) con casi el 40% de los votos, en tanto no alcanza al 1 % en la otra Alemania, pero lo determinante es que se formó un gobierno de izquierda de la socialdemocracia con los verdes y los votos de Die Linke para lo fundamental: el “antiotanismo” explícito de la designada por el Canciller Olaf Sholz en Asuntos Exteriores, Annalena Baerboks, quien este martes se reunió con Seguéi Lavrov en Moscú.

Y empieza a cambiar la posición de los verdes alineándose a Sholz en el Nord Stream 2. Eso destraba desarrollo de fuerzas productivas, el que incide y viceversa, entre otras cuestiones subsidiarias, en un rosado devenir de la política uruguaya, en todos nuestros acompañados Sí Uruguay.

La verdadera política es la política mundial, pero eso no significa que la verdadera política sea necesariamente la geopolítica. Generalmente lo es. Pero existen tendencias mundiales de la política que escapan a todo determinismo geográfico. En nuestra época, por ejemplo, desde hace varios años, acentuado durante y posterior a la experiencia COVID-19, la política mundial tiende a castigar al neoliberalismo y a premiar a los gobiernos que aumentan la protección del Estado a la población. Voy a dar datos duros.

Esta tendencia coexiste con la guerra híbrida, con las áreas de influencia, con la proclamada estabilidad trilateral y con el indetenible multilateralismo.

Las “revolución de color” en Kazajistán comenzó con protestas populares por un motivo legítimo, acorde a la tendencia mundial actual: La quita de parte del subsidio del Estado al gas natural licuado, que es de uso generalizado en los hogares kazajos.

Al ciudadano de Almaty, la mayor ciudad de Kazajistán, donde se extremaron las protestas en cuestión de horas, no le importa la guerra híbrida, ni siquiera le importan demasiado los negociados del gobierno con Chevron, por el gas licuado. Le importa encender la estufa, la cocina, el coche y la luz…

Pero a la guerra híbrida sí le importa el ciudadano de Almaty, al punto que éste puede terminar por no encender la luz para que nadie vea que mora gente y no le asalten la casa o el comercio o el hospital.

Hace treinta años, en los 90, una vez independizada de la URSS, kazajistán definió una “política exterior multivectorial” (así la denominó): Buenas relaciones con sus vecinos Rusia, otros países ex soviéticos y China, a la vez que con Estados Unidos e Inglaterra. Hoy el gobierno paga asesores del Deep State para no pocas áreas, incluidas la poderosa producción petrolera. Al menos los pagaba hasta hoy, hasta que les fue tal cual había anunciado el Departamento de Estado -no a través de asesores privados, sino en sus propósitos declarados, sin cobrarles nada por la información-. Primer objetivo: desestabilizar en lo posible a Rusia. Segundo: generarle tensión en sus fronteras. Tercero: cambio de régimen en Ucrania, en Bielorrusia, en Kazajistán, Moldavia, etc. El coste económico de lo que pierden las empresas transnacionales, no cuenta para una divisa respaldada en armas (Paul Krugman dice), que tiene su propia agenda de aparato industrial armamentista, financierista, académico y coorporativo mediático, agenda que no se negocia en las cumbres ni en el llano. Ni Biden-Putin, ni Blinken-Patruchev, ni, mucho menos, Rusia-OTAN, pueden llegar a acuerdos que impliquen al Pentágono y, en el caso particular de Kazajistán, además, al servicio de información e inteligencia inglés MI6 y a Turquía.

La información e inteligencia rusa sabía que el próximo paso era en los stans ex soviéticos (estaba escrito por los tanques de pensamiento yanqui y prefigurado por el corredor de Idlib, vía Turquía, de salafistas yihadistas, que no lograban operatividad en el Afganistán de los talibanes. Por eso la kazaja fue la “revolución de color” -“intento de golpe de Estado”, la denominó el presidente kazajo, Tokajev-, más vertiginosa en su desarrollo, desenlace y final, de cuantas han ocurrido. 48 horas para romper y quemar instalaciones del Estado por valor de unos 3.000 millones de dólares, y 48 horas para que el gobierno, con asistencia del la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) que integra con Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kirguistán, Tayikistán, recupere y controle todos los resortes del Estado.

¿Qué es una revolución de color?

Básicamente, se llama revolución de color, a aquella que en tanto revolución está pintada. Con la excepción del inicio de la primavera árabe en Túnez, que además de “cambio de régimen”, realizó transformaciones e implicó cambio de fuerzas sociales en el poder, la secuencia siguiente, semanas posterior al laboratorio tunecino por fuera del interés geoestratégico, desde Egipto hasta Bielorrusia, no afectó estructuras de poder, más allá del caos y los logros destructivos. En Egipto alcanzó el objetivo de “cambio de régimen” destituyendo a Mubarak, pero apostando a los Hermanos Musulmanes, que, pronto, a los dueños del pincel de estas “revoluciones”, a los yanquis, les parecieron peores que la dictadura militar y devolvieron el gobierno a un general, Al-Sisi, un Mubarak 2.0. En Libia, explotaron todas las contradicciones para hundir el Estado Libio en la anomia (ésa es de fondo la intención imperialista en todas partes, hacer fallar los Estados nacionales para que no estorben a las corporaciones, dinamitar soberanías nacionales (en etapa larvaria, desde dentro, lo vemos aquí: es el plan que está cumpliendo la embajada en Uruguay a través de la coalición de gobierno, desmantelar ANTEL, ANCAP, Mides, UTE y la salud y la enseñanza públicas).

Después, los revolucionarios de color (verde, naranja… según se pinte) fueron a Siria uniformados al mando de Washington, siempre sin que los llamasen los gobiernos soberanos, pero el sirio sí llamó a Rusia. Los yanquis terminaron en idlib, tramando con Turquía cobertura a terroristas, pero sin retirarse de territorio sirio. Tampoco se retiraron de Irak, aunque también el gobierno irakí y su parlamento, igual que el sirio, los expulsó oficialmente.

En Georgia, Ucrania, Bielorrusia, todas las otras ex repúblicas soviéticas, sin excepción, casi toda Eurasia con la excepción de Pakistán, potencia atómica, pero tras veinte años en Afganistán, el imperialismo perdió más de lo que hizo perder. Sus negocios son así, perder-perder, al revés de China.

Y le tocó el turno a Kazajistán, un país rico, el noveno del planeta en extensión territorial pero poco poblado, 18 millones de habitantes, el más laico de los 5 stáns ex soviéticos (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán), con treinta años de yeltsinización ideológica pero viento a favor en la economía para los oligarcas (el reciente acuerdo con Chevron, revelado por Pepe Escobar, columnista de Asia Times, en entrevista de Brasil247.com.br, fue ominoso para el Estado kazajo y lucrativo para “cuatro vivos” (Cristina Kirchner dice) y para la corporación).

Última versión de “el gran juego” británico

La gran incógnita en esta trama es el papel de Turquía. ¿A qué juega realmente Erdogán? Sin duda a un“espacio túrquico” o “Turkestán” (no confundir con Turkmenistán), que en su despliegue incluiría la provincia occidental china de Xinxiang, con población iugur, musulmana, fronteriza con Kazajistán. Hace un año Turquía desestabilizó la región desde Azerbaiyán, hostigando militarmente a Armenia

La historia abunda en antecedentes imperiales en la zona del mundo que los británicos consideraban la clave del dominio planetario, Eurasia, el “Heartzland” (Mackinder dice). El imperio británico la asaltó desde el Asia del Sur que controlaba, llegando a Afganistán. El imperio turco otomano precedió al británico en el intento, con mayor éxito. El actual jefe del MI6, Richard Moore, fue durante muchos años, embajador del Reino Unido, “adivinen en dónde” Correcto. En Turquía. El trazo de la pincelada de color de la revuelta en Kazajistán parece antes inglés que de la CIA, la NED, USAID, etc, aunque cada cual haya puesto lo suyo. -incluyendo a un ex ministro kazajo de energía que dice estar controlando la situación por teléfono, desde Ucrania-. Pero el antecedente a la vez más reciente y militarmente exitoso fue antiimperialista, concretamente antinazi.

Kazajistán tiene en común con los otros miembros no rusos del Acuerdo de Seguridad Colectiva, firmando en 1991, haber participado en la “Segunda Guerra Mundial”, sin haber sido destruidos y habiendo jugado un papel decisivo en la victoria final.

Cuenta el novelista húngaro Sandor Marai, en su excelente autobiografía “Memorias de un burgués”, que en 1945 Budapest, ya en parte evacuada de tropas alemanas, esperaba “la llegada de los rusos”, y grande fue la sorpresa de Marai cuando vio que “sólo algunos oficiales tenían aspecto ruso. La mayoría era de rasgos orientales” (no de los que tomamos mate y jugamos mucho al fútbol, sino de los stáns).

El enfoque político planetario que atraviese todas estas coordenadas crono-geo-políticas, debe tener en cuenta la creciente polarización entre derecha e izquierda que tensa los debates en todo el mundo. Es un hecho. María Sajarova reivindica a los héroes de la Ucrania bolchevique. Putin, en respuesta a Diana Magnay, periodista de Sky News, recuerda la consecuencia federalista de Lenin con Ucrania, desde el Tratado y la Constitución de la URSS en 1922. El año pasado, en el discurso al parlamento, Putin elogió la forma de gobierno del Partido Comunista de China. Conversa en su muy fluído alemán (fue agente KGB en la RDA, antes de dirigir la FSB) con el nuevo canciller Olaf Scholz, que, tras las elecciones de 2021, ha formado gobierno de coalición de izquierdas y es de la fracción de Gerard Shörder, socio en Nord Stream 2. Todas las contiendas electorales del año pasado fueron derrotas neoliberales (dicen los politólogos, manipulando groseramente los datos de la realidad, que tras la pandemia perdieron todos los gobiernos. No es cierto. Los de izquierda ganaron, López Obrador las regionales, Ortega Saavedra las generales, Maduro las regionales… El domingo en el Estado Barinas, Venezuela, el Partido Socialista Unificado de Venezuela perdió 55 a 41 la gobernación, pero en total ganó 19 de 23 gobernaciones y ganó la alcaldía de Caracas. Incluso, si se afina en las internas de las izquierdas que volvieron al gobierno en América del Sur fue con votaciones récord a partidos de izquierda radical, Perú Libre 18%, el Partido Comunista de Chile 16%, el Movimiento al Socialismo-Instrumento para la Soberanía de los Pueblos MAS-IPSP, de Bolivia 52%. La derrota de Alberto Fernández en legislativas argentinas también fue un castigo a los ajustes neoliberales, porque mermó el Frente de Todos sin crecimiento de Juntos por el Cambio y la abstención fue principalmente en distritos kirchneristas, mientras creció el Frente de Izquierda a su máximo histórico. También perdió el PSOE, desde Felipe González el partido más filoyanqui de Europa, con Borrell en Bruselas haciendo los mandados a Washington, mientras el ministro del gobierno que encabeza en intención de votos es Yolanda Díaz, del PCE).

Desde el otro polo, las opciones de gobierno del stablishment están siendo de extrema derecha. En Chile Kast (aunque perdió por diez puntos), en Brasil sigue siendo Bolsonaro (aunque las encuestas lo dan 20 puntos debajo de Lula). En Argentina crecen célebremente Milei y Espert, aunque menos que la izquierda silenciada. En EEUU todos los pronósticos apuntan al retorno de Trump en 2024, aunque, y porque, el poder real sigue inalterado. En Francia para este año Marine Le Pen se ha multiplicado por tres, tiene a Éric Zemmour y a Valérie Pécresée hurgando con discursos xenófobos en el electorado lepenista, aunque, en rigor, Macron, de Rochild, está más a la derecha que ellos, pero no habría que descartar a la izquierda de La Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon, quien probablemente obtenga bastante más del 12% que propagan las encuestadoras. En Asia occidental y Eurasia, salafismo yihadista, con renovables variantes, a la sombra del Mossad y de la CIA, aunque, de derrota en derrota, han dejado para tapa de Charlie Hebdó, el último punto reivindicativo de su programa en Kazajistán, “romper toda relación con Rusia”.

Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo

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