En el marco de la sexta edición del Día del Libro que se realiza en el Centro Cultural Carlitos de la ciudad de Las Piedras, “Abril entre libros”, bajo la consigna “Un mundo sin escritores” (consigna hecha realidad en un libro colectivo del taller Desayunos Literarios que se reúnen en dicho local), estuvo el historiador Gerardo Caetano junto a Marcos Carámbula, quien hizo la debida presentación del autor. Su último libro, El liberalismo conservador, fue el disparador de esta charla.
Durante la misma, el ex intendente de Canelones, ante una sala rebosante de público, reseñó algo de la vida y obra del historiador, e hizo hincapié en que la investigación histórica que realiza Caetano está basada en documentos, y que estos documentos son los que avalan la investigación realizada. La misma nos habla de hechos sucedidos durante el siglo XIX, y la conformación de dos ideas principales que se plasmarían a principios del siglo XX, con Batlle y Ordóñez pero también con quienes estaban en el otro polo (el viejo Herrera o Pedro Manini, o la naciente Federación Rural con Carlos Reyles —explicaría el historiador, poco después de la intervención de Marcos Carámbula—, que eran reacción a aquellas, y sobre todo para desmontar los principios de la revolución francesa: igualdad, libertad y fraternidad).
En el libro, dijo Carámbula, hay una genealogía del liberalismo conservador, es decir de quienes se oponían a Batlle y Ordóñez; define a las clases conservadoras y, por si fuera poco, vemos que se repiten los mismos apellidos, las mismas familias, los mismos actores atravesando generaciones enteras.
Y remarca en que hay que recuperar el debate de ideas, puesto que hay una falta de debate ideológico, necesario para encontrar el derrotero de la patria.
“Luchar porque la verdad sea posible”
El debate de ideas, dice Gerardo Caetano —luego de manifestar su beneplácito por estar en este espacio cultural de Las Piedras y haber sido presentado por Marcos Carámbula, a quien conoce de hace mucho tiempo—, está en entredicho, y es un elemento insustituible para pensar el mundo que queremos. Hemos vuelto a ver la política de la mentira, con aquello que decía Goebbels —repetir una mentira mil veces hasta que se haga verdad—, pero en un grado más inquietante, puesto que ahora se puede multiplicar “ene” millones de veces.
El debate de ideas tiene que ver con una perspectiva democrática para la sociedad, y es a lo que se niegan ciertos sectores de la política, quienes buscan, como dictan ciertas doctrinas actuales, dividir los campos políticos en antagonismos irreductibles, fragmentando el campo del otro, hasta crear la grieta. Y luego, juntar todos los pedazos fragmentados y crear un proyecto general pero ambiguo, capaz de hacer retoques cosméticos para que no cambie nada.
Es por ello que la confrontación de ideas es algo necesario, se necesita un contrapeso; es el impulso pero también el freno, porque “las hegemonías no prosperan”.
Así que el actual liberalismo conservador —porque hay varios liberalismos, “liberalismo conservador”, “liberalismo progresista” o “liberalismo izquierdista”, tanto desde el punto de vista político o el económico— comparte no sólo las familias, sino también las inspiraciones y muchas de las ideas en debate que provienen de o tienen sus genealogías en el 900, cuando las ideas que quería impulsar Batlle y Ordóñez eran caracterizadas como “socialistas”, por ejemplo, y entonces se las enfrenta desde dentro de su mismo partido, y desde la oposición nacionalista.
Del mismo modo hay muchas tradiciones sobre la libertad —y una serie de limitantes y consideraciones falsas— y falta, señala con énfasis Gerardo Caetano, un verdadero debate sobre la libertad, un debate serio sobre el concepto de libertad, porque se lo ha vaciado de contenido y, además, porque decir la palabra libertad no asegura la misma. Hay un trasvasamiento de ideas que en algún momento fueron patrimonio de la izquierda y que hoy, vaciadas, tergiversadas, o proclamadas de modo general, pero incompleto, se hacen dentro del discurso de la derecha e incluso de la ultraderecha. Y mucho más si hablamos de economía e integración regional y mundial, donde, por estar a merced de dos países grandes pero inestables, complica nuestra posición. El que es más chico no puede pararse ante dos grandes, está visto.
Gerardo Caetano, hablando sobre la inmigración y la percepción de la misma entre la población del Uruguay, dio su posición sobre las dictaduras, afirmando que la migración venezolana, por ejemplo, que alcanza los seis millones de expatriados, es un ejemplo de ello. Sin duda que no se van porque allí estaban bien.
“Yo no hago historia militante, sino historia para todos”
El adjetivo “solidarista”, por ejemplo, es de esa época, y era la traducción novecentista del principio de “fraternidad” de la Revolución francesa, que los liberales conservadores rechazaban porque le temían, ya que la fraternidad —que hoy se traduce en solidaridad— puede llevar hacia lo izquierdizante, a una idea de comunidad.
Ese liberalismo cree que el mercado es el mejor administrador de las riquezas y de los recursos, y cree, por supuesto, que, “para que los pobres sean menos pobres, los ricos tienen que ser más ricos”, como decía el economista de la dictadura, Vegh Villegas, cuando lo lógico y sensato, y realmente efectivo, sería algo distinto: que los ricos sean menos ricos para que los pobres sean menos pobres. La teoría del derrame —al decir de Caetano— aún la estamos esperando. Como si esperáramos a Godot.
Y para que nos demos cuenta de la dimensión histórica de esa confrontación de ideas que se ha ido transformando en el tiempo, ya desde aquellos años del 900, Batlle pretendía “repartir las ganancias de todas las empresas entre los trabajadores”, una idea realmente radical —radical en el sentido de que va a la raíz—, cosa que varios actores, representantes de lo más conservador de su tiempo, se opusieron. Podríamos decir que esta idea puede estar latente, en la actualidad, en la propuesta de renta básica universal.
De todas formas, esa confrontación entre dos modelos de Estado, como escudo de los pobres y como Estado mínimo, que sigue estando presente en la actualidad, se debe discutir con argumentos, y no con descalificaciones y menosprecios.
Es por eso que es necesario un debate de ideas, franco, leal. Y de ese igualitarismo falso, desde el que no se puede construir la igualdad desde clases y actores desiguales —eso de que “naides es más que naides”, que parece ser de sentido común—, hay que volver a discutirlo.
Siempre, en definitiva, hay que darle más herramientas al eslabón más débil, a los trabajadores, y no, justamente, a quienes tienen la fuerza, los mallas oro de este pretendido tiempo de adviento, en los que va a venir el salvador mercado a regular nuestros sueños.
Y ante las críticas de quienes creen que por nombrar los mismos apellidos de quienes estuvieron en aquella época, y los que hoy están, este historiador hace política u oposición al gobierno, rotundamente Caetano expresó que él no realiza un análisis histórico de tono militante, más allá de que tenga sus ideas al respecto y que no las oculta, sino que todo ello está basado en documentos, en investigación de archivos (incluso abogó por una política estatal que haga conservar los textos originales y materiales de los pensadores relevantes —en todos los aspectos— y no tener que ir al extranjero para consultar los archivos. Eso no debería ser mercantilizado, es la memoria viva de una nación).
Y fue más allá, dándonos un adelanto de producción histórica futura, afirmó tener documentos para un tercer y un cuarto libro sobre esa fermental época que gira en torno al primer batllismo, sus antecedentes y sus consecuencias.
Desde ya estaremos esperando sus análisis históricos, que nos muestran aspectos de la historia pasada para intentar dilucidar el presente y aventurarnos hacia un futuro donde se aseguren los derechos de todas y todos los uruguayos.
Por Sergio Schvarz
Periodista y escritor
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