Somos combatientes por la alegría,
que nunca la tristeza se asocie a
nuestro nombre (Julius Fucik)
Soy de la generación que abordó su tiempo impactado por la lectura de Reportaje al pie del Patíbulo. Lo heroico para abordar el drama nos impregnó de valentía para confrontar con la barbarie del fascismo en versión criolla. La épica de gente sencilla por suerte anda desparramada por allí hecha testimonios, relatos, donde la perseverancia de la resistencia fue capaz de lo imposible.
Otro tiempo es hoy, definitivamente la vida democrática permite transitar por las calles con otras miradas, con otra tranquilidad. También otras inequidades están allí, expuestas a simple vista pero sin que el miedo colectivo nos abarque a todos y por eso, el solcito de la mañana otoñal se vuelve amable, el sabor del mate amigo e imperceptiblemente los detalles de lo cotidiano se nos escapa.
Caminaba por Campisteguy en mi nuevo barrio hacia la panadería. Viernes con otoño de privilegio. Dan ganas de demorarse, dos muchachas barrían la calle con uniforme de una cooperativa, no recuerdo cual. Su trabajo lo hacían de manera más bien displicente, como invitaba el día. Me llamó la atención en particular una de ellas, mientras barría miraba a los transeúntes y cada tanto se notaba que algo les decía. Me fui acercando, era muy joven, tenía el pelo teñido, prolijo, dos perlitas hacían de caravanas, cuando estuve frente a ella, me miró y me preguntó:- ¿alguna moneda? Lo pensé un instante, el yo bobo, ese de ciudadano con fórmula a mano me apareció de pronto, casi como “el enano fascista” que algún periodista cita y pensé en la dignidad del trabajo, en que la mendicidad o mangueo no ayuda, etc, etc.
Menos mal que tengo otro enano alegre y mejor consejero que me hizo reflexionar al instante.
Seguro que esa muchacha no tiene con ese trabajo ni el estímulo para realizarlo, ni la expectativa de planear grandes proyectos. Estoy seguro que para la sensibilidad del ciudadano promedio que somos, a lo sumo, pensaremos en la honorabilidad del trabajo honrado, ese que nosotros ni de casualidad haríamos. Se me ocurrió pensar entonces que las monedas pedidas no eran más que parte de un espíritu emprendedor de alguien que no se conforma con el barrido de una calle. El Montevideo otoñal me puso en alerta, no es la calma del estado de cosas los que nos debe acunar.
“Todos tenemos derecho a soñar, a condición de transformar escrupulosamente nuestros sueños en realidad” No está bien que una muchacha apele a la moneda solidaria, le debemos mucho más.
Sigo caminando, en la esquina de Machado a media cuadra de mi panadería, un hombre joven, con colchón y todo pernocta desde hace varios días. Casi que se ha integrado al vecindario, supongo que a nadie ha importunado. Duerme allí en la ochava, nuestros refugios, planes, asistentes sociales, no alcanzan, sigue Montevideo produciendo o conviviendo con inequidades evidentes. Allí a la derecha a una cuadra nomás el ensanche de Boulevard Artigas, avanza, prolijo, testigo de nuestro meritorio gobierno. Una cuadra más allá, El Nuevo Centro con sus dos torres, avala la prosperidad creciente. Sin embargo, a lo largo de mi ruta de compras, languidecen 3 contenedores de basura muy maltratados por nosotros, los usuarios. Cumplen su función sí, pero la más de las veces su derredor está sucio y descuidado. ¿Puedo criticar a la Intendencia por ello?, no somos buenos ciudadanos me parece, la prosperidad individual nos aleja de lo colectivo como forma de vivir mejor.
Cuanta cosa anda por ahí para cuestionar nuestra sensibilidad de izquierda, la compañera Marina Arismendi salió a responder con seriedad y hasta casi con enojo por alguna cifra de estudios sobre niñez mal alimentada. Justamente eso y mi recorrida por el barrio me dispararon escribir esto. Tenemos los enojos y las defensas prontas para explicar lo conquistado, pero ¿por qué no usar aún la alegría de Fucik para abordar lo que falta?
Desde cuando tenemos que aceptar lo conquistado como valor ecuménico, supremo y único.
Que la limpieza de la calle y contendores cumplan su función, que nadie duerma en la calle, que Montevideo sea para todos sus ciudadanos, que seamos capaces de ofrecerle a esa muchacha proyectos de estudio y vida que la entusiasmen y le den la certeza que luego de jornada de trabajo la espera un pedazo de vida linda por vivir.
Apenas terminado el largo ciclo electoral otras instancias se colocan en la agenda. Tuve la posibilidad de participar de una para mi francamente novedosa y que me gustó. En Casa Grande se inició la evaluación de los resultados electorales y del rol que habrá que jugar. Se hicieron circular los currículos de los compañeros que habrán de ser propuestos por el sector para algunas áreas de la Intendencia. Confieso que jamás había participado de una instancia de este tipo. Todos tuvimos acceso a ellos y antes de mencionarlos individualmente se discutieron los criterios a tener en cuenta.
Mencionados desde los énfasis que realizamos en la campaña, se realzó la necesidad de paridad en las nominaciones, de recambio generacional y sobre todo de idoneidad para la función. Alguna compañera propuesta expresó su oposición a las candidaturas testimoniales y por tanto al haber sido electa a una función pidió que su CV fuera retirado. Se planteó el pedido para que los compañeros que fueran propuestos con más énfasis ampliaran el suyo, con sus ideas o planes para la tarea para la que serían propuestos. Hubo observaciones a algunos nombres, pero todo se realizó de manera respetuosa, seria. No glorificaré el método ni la conducta colectiva del sector, es una búsqueda incipiente de nuevas fórmulas.
Encontré aunque sea en pañales, canales de participación. ¿Será eso ser de izquierda?, no sé, quizás recorrer caminos inéditos, encontrar procesos de discusión y acuerdos, lugares de construcción colectiva habitable, quizás ese sea el tránsito necesario de este tiempo. ¿Será gobernando que se transita por vías de acercamiento al poder y al ejercicio del mismo? ¿Para qué o para quienes? ¿Con que alianzas políticas y sociales? ¿Qué rol le cabe al movimiento social como motor de cambio?, ¿es el Frente Amplio un recorrido aún vigente y viable para canalizar éstos cambios?
Todas esas preguntas necesitan y seguramente tendrán respuestas, pero por encima de todo, será necesario que haya gente que quiera ser políticamente feliz construyendo, participando, rebelándose, no conformándose.
Por Walter Martinez
Columnista uruguayo
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