El incierto debate sobre la Concertación

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¿Será posible sumergirse en una reflexión desapasionada y racional sobre la experiencia de la “Concertación” en Montevideo? Me refiero a una reflexión que no parta de la imperiosa necesidad que solemos tener los seres humanos de justificar nuestros actos y demostrar que teníamos razón. O a esa otra necesidad imperiosa de buscar culpables, ajenos a nosotros, cuando las cosas no salen bien.

Esperemos, entonces, que al interior del Partido Nacional, la reflexión sea serena, fraternal, pero profunda y despojada de la tradicional auto indulgencia.

Anibal E.. paginaPara definir si la experiencia fue exitosa o no, lo primero es definir cuáles fueron sus objetivos. La iniciativa surgió de abajo, de la gente. Los dirigentes en principio la miraron con desconfianza. Al final cedieron ante la voluntad manifiesta del electorado. La idea tomó cuerpo en momentos en que las encuestas mostraban al Frente Amplio en Montevideo en su peor momento, después de una elección departamental (2010) en la que miles de frenteamplistas votaron en blanco desconformes con la postulación de Ana Olivera. La estrategia, bajo esas circunstancias, era muy clara y sencilla: acumular los votos de blancos y colorados tratando de capitalizar también el voto frenteamplista desconforme. Un tercer candidato, independiente, tenía precisamente esa intención.

El objetivo, sin ninguna duda, era desplazar al Frente Amplio del gobierno de la capital. Sólo una meta tan ambiciosa era capaz de doblegar las reticencias de los principales dirigentes blancos y colorados. No es verosímil que se metieran en una operación de ingeniería electoral tan compleja, y tan ajena a la cultura política de los uruguayos, si no fuera porque el premio era tentador.

Así, fríamente mirado, los resultados no habilitan a festejar. Los votos de la Concertación toda, ni siquiera alcanzaron el total de la suma de los votos blancos y colorados de las departamentales de 2010. La sinergia no se produjo. La Concertación votó por debajo de su piso absoluto. Es un dato que tiene que estar sobre la mesa a la hora de las evaluaciones.

Estas afirmaciones, seguramente serán mal vistas por algunos queridos compañeros. Pero ¿si no las escribo aquí, en el medio de expresión de todo el Partido, entonces donde? Y sólo comprometen la opinión de su autor.

Si el sufrido lector todavía no abandonó la lectura lo sumergiré en otro asunto complicado. Si la Concertación votó por debajo de la suma de blancos y colorados en 2010, a ello se agrega el hecho de que, el gran triunfador. Edgardo Novick, se quedó con la mayor parte de los votos de esa alianza. Un verdadero mazazo para los partidos tradicionales.

Garcé, Rachetti y Novick pescaron en la misma palangana. Y, por alguna razón inescrutable, ciudadanos blancos y colorados prefirieron votar a un virtual desconocido y no a los candidatos que contaban con el respaldo institucional de sus respectivos partidos. Y el “independiente” de la Concertación no atrajo votos de frenteamplistas desconformes. Por el contrario, el Frente Amplio se recuperó en Montevideo y superó ampliamente su votación de 2010. Una situación que debe encender una luz de alarma en los partidos tradicionales.

Esta situación plantea un verdadero desafío de futuro para los partidos históricos y pone bajo el microscopio partidario al mecanismo de la Concertación. ¿Volverán blancos y colorados a poner el aparato partidario al servicio de un tercero en discordia que les compita desde adentro?

¿Y qué pasaría si la Concertación ganara las elecciones departamentales y el Intendente fuera el tercero en discordia (en este caso Novick)? ¿A quién respondería políticamente y a quién rendiría cuentas ese intendente?

No debe olvidar el lector que el Partido de la Concertación, si bien es un artificio electoral, jurídicamente es un lema, con sus autoridades soberanas, entre las cuales no puede figurar ningún integrante de las instituciones de otro partido.

Por otra parte, ya se está abriendo camino la idea de una nueva modificación al régimen electoral uruguayo.

Una de las propuestas es volver a realizar simultáneamente las elecciones nacionales y las departamentales. Y parecería que en ese punto la coincidencia es mayoritaria entre las dirigencias partidarias. El tema todavía no llegó a la agenda de preocupaciones populares, pero ya llegará.

Si se concreta esa reforma ¿qué hacemos con el Partido de la Concertación? Me parece que la discusión recién empieza. O, mejor aún, no ha empezado todavía. Pero definir el futuro de ese instrumento será inevitable antes que se avecine un nuevo período electoral.

Por Aníbal Steffen
Columnista del Semanario La Democracia

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