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CINE | “El buen patrón”: Capitalismo salvaje con pátina demagógica

 

El capitalismo maquillado de rostro humano que encubre soterradamente la explotación, la presión, el chantaje y la corrupción, el abuso de poder y hasta el acoso sexual es el osado núcleo temático de “El buen patrón”, la delirante, satírica, sardónica pero muy disfrutable comedia dramática del realizador español Fernando León Aranoa.

El cineasta, que es uno de los más potentes creadores del cine ibérico contemporáneo, tiene ya una dilatada trayectoria, que atesora títulos que revelan su indudable sensibilidad social.

Su carrera se inició con el cortometraje “Sirenas” (1994), el retrato cuasi surrealista y no menos simbólico de un hombre que se salva de morir ahogado gracias a las sirenas, personajes mitológicos que aún perviven en la memoria colectiva. El trabajo obtuvo varios galardones y constituyó un potente trampolín para proyectar la carrera del artista.

Luego de “Sirenas”, Aranoa trabajó como guionista en televisión, escribiendo episodios de la seria como “Pepa y Pepe” y “Por fin solos”, a los cuales siguió otro elogiado corto como “Los hombres siempre mienten” (1995).

Recién en 1996 debutó en el largometraje con “Familia”, un film intimista que narra una conflictiva reunión familiar que denuncia todas las miserias subyacentes, producido por Elías Querejeta y protagonizado por Juan Luis Galiardo.

La película le valió un premio Goya a la mejor dirección novel.
En tanto, “Barrio” (1998), que obtuvo tres premios Goya, recrea la historia de unos muchachos de un barrio periférico de Madrid que sueñan con conocer el mar, al igual, que los personajes de “Viaje hacia el mar”, un filme uruguayo de 2003, dirigido por Guillermo Casanova e inspirado en un célebre cuento del narrador minuano Juan José Morosoli.
Empero, a medida que crecía su prestigio, el cineasta profundizó su compromiso social, con una película inolvidable de la talla de “En los lunes al Sol” (2002), en la cual aborda el lacerante tema del desempleo en su país, una de las naciones europeas donde la alta tasa de desocupación es endémica. También por esta obra cosechó dos Premios Goya.
Su abordaje de los temas sociales continuó en 2005, con “Princesas”, que reflexiona –con incisivo rigor e impronta de denuncia- en torno al submundo de la prostitución.

El mismo tópico de sesgo explícitamente social aunque con leves variantes se reitera en “Amador”, 2010, donde un joven inmigrante  intenta ocultar la muerte del hombre al que cuidaba para no perder su trabajo y su salario.

Ahora, en la que es sin dudas la mejor producción de su prolífica carrera, Fernando León de Araona retoma la siempre compleja temática de las relaciones laborales, aunque con una impronta más irónica pero menos dramática, pero que igualmente denuncia- sin ambages- los abusos perpetrados por los empresarios inmorales en el apócrifamente idílico capitalismo de las denominadas naciones centrales.

Identificado con la izquierda más por su cine que por su militancia, “En el buen patrón”, su última producción, el prestigioso realizador ensaya un vitriólico retrato del capitalismo más rampante, que, a diferencia del que abunda en tierras americanas, se maquilla hasta resultar humano y simpático.

Aunque en rigor la esencia es la misma y la apropiación de la plusvalía también adquiere ribetes escandalosos como en estos lares y hasta en nuestro Uruguay, aquí el protagonista parece un tipo afable y profundamente humano.

No en vano, el nombre original del film es “El buen patrón”, lo cual sugiere una suerte de desmelenada y apócrifa parodia, ya que, el propio vocablo patrón –en nuestro léxico doméstico- identifica a un empresario predador, prepotente, autoritario, tacaño y mezquino.

No es ciertamente el caso del protagonista Julio Blanco (memorable Javier Bardem), un poderoso empresario que encubre su rosto con su falsa sonrisa y un tono más bien campechano y compañero, como si sus empleados fueron sus amigos o sus socios en una empresa que aparentemente ampara al eslabón más débil de la cadena productiva: el obrero.

Este señor, que en público destila simpatía pero en reserva es un egoísta y un despiadado explotador y manipulador, se propone lavar la costra de su empresa fabricante de balanzas heredada de su padre, con el propósito de presentarse como un ejecutivo sensible y ejemplar y, de ese modo, obtener beneficios, dádivas estatales y exenciones tributarias, por su presunta responsabilidad social empresarial.

Es tal su grado de desfachatez que suele reunir a su personal como si todos fueran parte de una familia, para anunciar reestructuras- que casi siempre son recortes de puestos de trabajo- sugiriendo a sus subordinados que esa medida les permitirá obtener un mejor empleo, merced a la experiencia de trabajo acumulada y el propio prestigio de la empresa que encabeza.

Como si se tratara de un político de la peor calaña y exhibiendo niveles de demagogia realmente insólitos, motiva a sus trabajadores a incrementar la productividad, a cambio de salarios miserables que únicamente aumentan la concentración de la riqueza en él, que es integrante de una casta privilegiada.

En este caso, la clave es que todo funcione con total armonía, a los efectos de presentar una empresa ejemplar a los ojos de una comisión regional gubernamental, que evaluará las condiciones de trabajo, el salario y el buen vínculo obrero-patronal para otorgar los eventuales beneficios, que sólo serán embolsados por este patrón que, más allá de su apariencia y de su talante falso, no tiene nada de buen patrón.

Aunque este personaje, realmente deleznable, está casado con la dueña de un negocio de venta de ropa femenina encarnada por Sonia Almarcha, abusa de su poder y deviene, a la sazón, en un infiel empedernido.

En ese contexto, tiene sexo encubierto con becarias y pasantes, prometiéndoles a cambio un empleo estable, y, en un giro sorpresivo, se vincula íntimamente con  Liliana (Almudena Amor), una ambiciosa idónea en marketing quien, insólitamente, es la hija de uno de sus amigos oligarcas que frecuentan su residencia y hasta comparte cenas con él.

Empero, la práctica del acoso y el abuso en la empresa es frecuente, ya que el jefe de producción Miralles (Manolo Solo), también mantiene encuentros íntimos secretos con la secretaria de Blanco e ingresa en crisis con su esposa Aurora (Mara Guil), quien a su vez, está a punto de abandonarlo e huir con

Khaled (Tarik Rmili), otro empleado de la firma.

Si esto no sucediera habitualmente en empresas donde el vínculo laboral se tergiversa por la inmoralidad de quienes toman las decisiones y apelan a las estrategias más aviesas para abusar de sus empleadas, en un comportamiento exacerbadamente machista, la película sería una mera e intrascendente anécdota de ficción.

Sin embargo, estas situaciones se suscitan en todo el planeta, en particular en las naciones periféricas, donde el trabajo no abunda y las condiciones de vida no son las mejores, como en el Uruguay contemporáneo gobernado por una elite político- empresarial.

Empero, esta película, que tiene un formato de sátira por momentos jocosa y delirante, encumbre también otros dramas, como el de un trabajador despedido que acampa frente a la empresa para escrachar a su ex patrón y hasta un asesinato, que es directa consecuencia de esa compleja y enojosa situación.

“El buen patrón” denuncia un escenario caracterizado por la precariedad laboral y con una casi total ausencia del Estado, como reclaman los empresarios uruguayos que cuestionan la negociación colectiva y, como si fueran meros tiburones, se engullen la plusvalía, rebajan salarios y reprimen a los sindicatos, con la aquiescencia del penta engendro conservador que actualmente nos gobierna.

Más allá de su impronta de comedia, que mixtura el humor negro con el clásico formato de enredos que hizo historia en el cine hollywoodense, esta película denuncia, sin politizar excesivamente el tema, unas situación realmente desoladora para los trabajadores españoles, a lo cual se suma la despiadada explotación de los inmigrantes que huyen del hambre que impacta a sus países de origen.

“El buen patrón”, que por sus lenguajes no tan explícitos difícilmente pueda ser asimilable al cine incisivo y demoledor del británico Ken Loach o a los retratos despiadados que suelen construir los hermanos belgas Luc y Jean Piere Dardenne en su vasta producción de cine social, constituye igualmente una denuncia que no se puede soslayar, porque en nuestros lares se replican numerosas situaciones similares a las descriptas.

Por supuesto, la frutilla en la torta de “El buen patrón” es la magistral interpretación protagónica del excepcional Javier Bardem, quien construye, con su inconmensurable estatura histriónica, sensibilidad y versatilidad actoral, un personaje ambiguo, perverso, oscuro, demagógico y realmente inmoral, muy similar a vmuchos notorios e insólitamente respetables empresarios uruguayos, amparados por un gobierno clasista.

FICHA TÉCNICA

El buen patrón (España 2021). Dirección y guión: Fernando León de Aranoa. Fotografía: Pau Esteve Birba. Edición: Vanessa L. Marimbert. Música: Zeltia Montes. Elenco: Javier Bardem, Manolo Solo, Almudena Amor, Oscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Tanik Rmili, Rafa Castelón y Celso Bugallo.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico de cine

 

 

 

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