A un mes de la atropellada retirada de las tropas de EEUU y otras de Afganistan, en agosto 2021, los taliban vieron a hombrecitos caminando por las colinas áridas y los campos fértiles del valle del río Pech, uno de los escenarios más mortíferos de los 20 años de insurgencia. Estas personas de rasgos chinos fueron renuentes a decir qué querían, luego hablaron de cuarcita y finalmente los afganos supieron que estaban evaluando las reservas de litio.
Una década antes, el Departamento de Defensa de EE. UU., guiado por las encuestas de los geólogos del gobierno estadounidense, concluyó que la gran riqueza de litio y otros minerales enterrados en Afganistán podría valer mil millones de dólares, más que suficiente para apuntalar al frágil gobierno del país. Un memorando de 2010 del Grupo de Trabajo para Operaciones Comerciales y de Estabilidad del Pentágono, que examinó el potencial de desarrollo de Afganistán, apodó al país como la «Arabia Saudita del litio». Un año después, el Servicio Geológico de EEUU publicó un mapa que mostraba la ubicación de los principales depósitos y destacó la magnitud de la riqueza subterránea, afirmando que Afganistán “podría considerarse como la principal fuente futura reconocida de litio en el mundo”.
Los chinos deben estarle agradecidos a EEUU por su prospección, ahora que son los taliban los que pueden explotar esas extenss reservas de litio, vital componente de las baterías de autos eléctricos. La proyección de la demanda de litio, según la Agencia Internacional de Energía, multiplicará por 40 la demanda de 2020.
El aislamiento internacional, las sanciones, los reclamos por derechos humanos y en particular los derechos de las mujeres, que es una constante de la presión multilateral, y los vínculos del gobierno talibán con lo que EEUU llama terrorismo, son en términos geopolíticos el puente por el que Occidente quiere mantener vínculos de influencia con Afganistán, que ahora se debilitan ante las proyecciones de la explotación del litio.
Son las empresas chinas las que ahora se están posicionando agresivamente para obtener ganancias inesperadas del litio afgano, reforzando el control de China sobre gran parte de la cadena de suministro global de minerales necesarios para el vehículo eléctrico. Estos son cobre (53,2 kilos, el doble que en un vehículo a derivados del petróleo), litio (8,9 k.), niquel (39,9 k.), manganeso (24,5 k., en relación a 11,2 en un vehículo a nafta), cobalto (13,3 k.) y grafito (63,3 k.). El uso de estos minerales, que son tan finitos en el mundo como el petróleo, es parte del camino hacia la llamada economía verde.
En Afganistán se plantea ahora el enriquecimiento potencial de los talibanes, y otra ventaja para China en una competencia feroz y estratégica. Cuando Kabul cayó ante los talibanes en agosto de 2021, un auge sacudió el mercado mundial del litio. El precio del mineral se multiplicó por ocho entre 2021 y 2022, atrayendo a cientos de empresarios mineros chinos a Afganistán.
En entrevistas, funcionarios talibanes, empresarios chinos y sus intermediarios afganos describieron un frenesí que recuerda a la fiebre del oro del siglo XIX. Comerciantes chinos trotamundos llenaron los hoteles de Kabul, compitiendo para obtener litio en el interior del país. Los ejecutivos chinos se presentaron en las reuniones con los líderes talibanes, en busca de derechos de exploración. En enero, funcionarios talibanes arrestaron a un empresario chino por presuntamente contrabandear 1.000 toneladas de mineral de litio desde la provincia de Konar a China a través de Pakistán.
Los líderes talibanes han detenido la extracción y el comercio de litio en los últimos meses mientras buscan negociar una concesión con una empresa extranjera, y los chinos son vistos como los principales postulantes.
Pero incluso después de que se adjudique un contrato, es posible que la extracción no comience durante años, debido al desafío de llevar el litio al mercado. No hay caminos pavimentados que unan las montañas escarpadas y ricas en minerales de las provincias de Konar y Nurestan, en el noreste de Afganistán, con el mundo exterior, mientras que se encuentran reservas abundantes y más accesibles en países como Chile y Australia.
Pero lo que es seguro, según los afganos, chinos y estadounidenses por igual, es que Afganistán se encuentra en medio de una transición radical después de décadas de guerra. Y mientras los talibanes sean condenados al ostracismo por Occidente, dicen, Afganistán caerá por necesidad, si no por elección, en el abrazo de China.
“En un universo alternativo, nuestros proyectos podrían haber estado generando empleo significativo e ingresos fiscales en años que proporcionarían una base económica y empoderarían al pueblo afgano para gobernarse a sí mismo”, dijo al Washington Post Paul A. Brinkley, ex subsecretario adjunto de defensa de EEUU, quien supervisó el Grupo de Trabajo para Operaciones Comerciales y de Estabilidad del Pentágono para operaciones comerciales y de estabilidad hasta que se fue en 2011, y la oficina se disolvió.
En cambio, dijo Brinkley, «tendremos empresas chinas extrayendo litio para alimentar una cadena de suministro que finalmente lo venderá a Occidente. Y simplemente no hay suficiente litio».
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